¿Se acuerda usted de aquella promesa de que dejaríamos de cambiar la hora del reloj en primavera y otoño para dejarlo quietecito de una vez?, ¿se acuerda de que íbamos a recuperar el huso horario (sí, con hache) que hoy tienen en Canarias?, ¿se acuerda de que íbamos a salir del curro antes de la merienda?, ¿de que íbamos a cenar con las noticias de las ocho y mucho antes de las once ese programa que tanto nos gusta ver no estaría empezando sino terminando para largarnos a la cama?, ¿y de que con todo esto íbamos a descansar mejor, tener una salud de hierro, sufrir menos de obesidad y evitar esa mezcla de insomnio, irritabilidad y cansancio que provoca el ajuste horario a empujones en un fin de semana que cada vez a más gente le pilla trabajando? Pues esta noche a las tres serán las dos, el día tendrá 25 horas y volveremos a hacer que durante todo el invierno oscurezca antes para gastar más luz a este disparatado precio al que está. Aunque haya quien asegura que con esta medida se ahorra luz porque entra por la ventana justo en esas horas en las que, vaya, no estamos en casa. Faena. Los mandamases siguen deshojando la margarita, que si cogen el horario de verano para siempre, que si ponen el de invierno, pero como no se ponen de acuerdo todo sigue igual, de momento hasta 2026. Pero todo hace pensar que será por muchos años más.
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