Estamos a dos días de que comience la semana decisiva de diciembre: Santo Tomás, Lotería, Nochebuena y Navidad. Días de txistorra, turrones y cava. Días de fiesta, celebraciones y colas, porque otra tradición a mantener es también la de dejar las cosas para última hora. Colas en las administraciones para atender ese último pálpito porque da igual que estén vendiendo décimos desde el mes de julio, es ahora cuando se nos antoja el numerito y nos queman los 20 euros en el bolsillo. Colas en las tiendas y supermercados para hacerse con los buenos alimentos porque da igual que nos hayan advertido dos millones de veces que anticipemos las compras porque, como el euríbor, veíamos los precios tan altos que pensábamos que en algún momento tenían que bajar y justo iba a ser la víspera de preparar la cena, claro. Colas en las tiendas de regalo para comprar ese libro, ese juguete, ese jersey que lleva días, semanas, meses esperándonos pero hasta ahora no hemos caído en que igual sí, que igual era la mejor opción y que nos dejemos de buscar el regalo perfecto, que no existe porque lo que importa es de quién viene el detalle. Y siento joderles con el spoiler, pero son también días de soledad (menos invisible de lo que queremos creer), y también de alcohol, broncas y accidentes de tráfico. Así que tengamos la fiesta en paz.