Hanna Mackowiak lleva más años residiendo en Donostia que en su Polonia natal y, estos días, ha ejercido como traductora para el programa Masterchef de Polonia,Masterchef que ha rodado en las cocinas de los chefs vascos y, tras pasar por Donostia y Vitoria, grabó ayer su final en Haro. Su trabajo durante años como intérprete así como su pasión por la cocina se unieron a la casualidad cuando, el pasado mes de agosto, su hijo escuchó hablar polaco en el parque de Igeldo y llevó a casa una tarjeta de los productores del programa que buscaban alguien para traducir.

Pero no fue ni el dominio de los idiomas ni el gusto por la gastronomía lo que hizo que la joven de la Europa oriental se casase con un donostiarra en 1989.

La culpa la tuvo el partido de la Recopa en el que la Real Sociedad eliminó al Slaks de Wroclaw, en Polonia, en 1987. Ella no es aficionada al fútbol, pero su marido y su hijo son “forofos” y Hanna ha hecho numerosos viajes con la excusa de la Real para hacer turismo.

Tal y como recuerda, su marido, Mikel Landa, con su amigo Mariano Bravo, habían tomado un avión aquel año para presenciar el encuentro, en el que la Real ganó por 0-2.

“Tomaron un taxi, cuyo conductor era la pareja de mi madre. Al pasar por mi ciudad camino del partido, el taxista pasó por casa para que preguntaran algunas cosas del viaje. Hablamos en inglés, tomaron café... En aquella época en Polonia no había bares y la costumbre era llevar a las personas a casa. Después, intercambiamos las direcciones”, recuerda Hanna, que se divierte al recordar la “indignación” de los donostiarras cuando a ella solo le sonaban Oviedo y Bilbao, “porque lo relacionaba con el hierro”.

Al poco tiempo, llegaron las cartas y las conversaciones telefónicas, con conferencias no siempre fáciles de conseguir. “Mikel me invitó en 1988 a pasar unas vacaciones en San Sebastián pero como estábamos en la órbita socialista-comunista, necesitaba una invitación notarial y un visado. Tuve que hacer tres viajes a la embajada de Varsovia y ahorrar para el avión”, recuerda la traductora.

“Mi estancia era para un mes, pero surgió lo que surgió y alargué otro mes más con una prórroga, lo que motivó que cuando llegué a Polonia tuve que ir a la comisaría y me hicieron interrogatorio, porque en aquella época el pasaporte estaba en manos de la policía y había que explicar por qué no había llegado a tiempo para devolverlo”, rememora 32 años después. Además, como Hanna había alargado su estancia en Donostia, perdió el avión y su novio le llevó a Polonia en coche. “Paramos en Praga, donde dio la casualidad de que jugaba la Real”, en concreto el partido de la UEFA contra el Dukla, que ganó este último equipo, aunque se clasificó el donostiarra.

Al año siguiente, en 1989, llegó la boda en Polonia, primero civil y luego religiosa, con la familia y amigos donostiarras. “Entonces era barato y exótico, como si ahora vas a Cuba”, dice.

Ya asentada en Donostia, Hanna empezó a estudiar Derecho, aunque nació su primera hija y los estudios se le alargaron. Más tarde, llegó el chico, que fue el origen de que haya pasado tres semanas con Masterchef Polonia. “Estaba en Igeldo con unas amigas y oyó hablar en polaco. Contestó y preguntaron cómo sabía el idioma. Y explicó que su ama era polaca y le dieron una tarjeta”.

En estos años, Hanna se ha dedicado a labores con empresas de transporte hispano-polacas, a la traducción en juzgados con detenidos y a otras tareas relacionadas con el idioma, como la interpretación cuando Donostia y Wroclaw fueron capitales europeas de la cultura en 2016.

La oportunidad de trabajar en Masterchef Polonia ha sido una experiencia redonda para ella, amante de los fogones. “Yo hago la compra en la Bretxa, es maravilloso y tengo a mi casero Miguel Mari y otros puestos”, dice esta donostiarra de adopción, que ha disfrutado mucho con la experiencia del programa, no solo traduciendo al equipo sino ayudando, por ejemplo, a comprar los alimentos que necesitaban los concursantes. Y, por supuesto, conociendo desde dentro algunas ilustres cocinas de chefs vascos.

De la cocina vasca, se queda con los pescados, que ella borda al horno según le dicen, y de la polaca, con cualquier sopa.