DONOSTIAo resulta sencillo ponerse en el lugar de Pablo García Azpillaga cuando, en 1961, hace 60 años, decidió dar el paso de poner en marcha la iglesia de Santiago en Amara Viejo, en los locales de un lavadero donde continúa, cada domingo, celebrando una misa como siempre las ha oficiado, mirando a la gente y, en muchas ocasiones y más en tiempos del franquismo, no resultando simpático a las jerarquías, tampoco las eclesiásticas.

Cuando en 1961 aquel cura de Aia que había vivido en la calle Moraza y que creía en un "mundo nuevo" decidió luchar porque en un barrio pobre se abriera la parroquia que nunca había tenido, nadie se lo puso fácil. Aceptó el reto que otros habían rechazado, pero con unas ideas claras de trabajar para y por quienes lo necesitaban, sin mirar a las altas esferas.

Lo recuerda Mari Pepa Martínez Apeztegia. "Este era un barrio que había sido el final de la ciudad hasta poco tiempo antes. Le dejaron poner en marcha la parroquia si se buscaba un sitio. Y lo hizo". Entonces Amara Zaharra acogía, evoca, distintos servicios municipales: "La central de carbones, la perrera, el matadero de corderos y los lavaderos. Estaba muy abandonado".

También Coro Bikandi, vinculada a la parroquia desde hace muchos años, incide en la idea. "Vino a trabajar en lo que llamaban comunidades de base, una labor social del cristianismo alejada de misticismos".

Pero Don Pablo García Azpillaga no se amilanó y a la espera de lograr un local, el 1 de mayo de 1961 dio la primera misa en un tablado. Las prostitutas que en aquel entonces trabajaban en la zona "regalaron un Cristo". Celebraron la misa en la calle y "la gente se acercó".

Luchó entonces por lograr que se le cediera alguno de los muy deteriorados lavaderos que se hallaban en la calle Amara. Los trabajadores de la zona fueron quienes sumaron fuerzas para darle forma y se consiguieron "unos bancos viejos del Hospital Manteo". Lo tenía claro, quería que fuera un lugar de encuentro para todas las personas de un barrio castigado.

Junto a aquel local degradado había otro lavadero en mejores condiciones, "con unos ventanales preciosos" que vio que sería más adecuado para albergar la parroquia. Lo volvió a pelear "y, cuando ya tenía el tejado nuevo, había sacado la piedra de la pared encalada, al volver a Donostia tras salir a buscar algo de dinero se encontró con que estaban echando ese lavadero. Además, en la parte de atrás se estaba haciendo una casita para los niños. Todo se tiró diciendo que se iba a hacer una casa para los agentes municipales, que se las pagaban desde Madrid". Esas casas van a desaparecer ahora, décadas después.

Desde el inicio, recuerda Coro Bikandi, se trabajó "de manera lúdica con todos los niños que vivían en la calle, hijos de inmigrantes y de prostitutas. A Don Pablo se le sumaron otros curas vinculados a movimientos sociales y empieza la historia de Mundo Nuevo. Pepa Martínez puso ahí toda la dosis creativa".

"Miles de chavales han pasado por los locales de Mundo Nuevo y casi 3.000 han participado en los cursos de monitores de tiempo libre", recuerda Mari Pepa Martínez.

Con el inicio de Mundo Nuevo en torno a 1971, llegaron los campamentos de verano para los niños y niñas del barrio y la activación de un local en el que los más pequeños del barrio fueron tejiendo unos recuerdos imborrables.

"Muchas mujeres del barrio se implicaron en este proyecto. Mi madre, cuando no había televisión en casi ninguna casa, el domingo invitaba a que vinieran a la nuestra los niños y niñas de la zona para verla y luego todos bajábamos al club social con sus juegos y futbolines", recuerda Bikandi.

Desde que en 1971 empezaron a organizarse salidas a Santiago de Compostela, empeño que hizo que el párroco de Amara fuera nombrado canónigo honorario de Santiago, el vínculo con la capital gallega no se ha interrumpido.

Pero, recuerda Bikandi, han sido muchas las iniciativas que han tenido su génesis en Amara Zaharra, como campamentos en las Hurdes, hasta donde jóvenes donostiarras se desplazaban con el objeto de contribuir a mejorar la situación de quienes allí vivían. "Algunos grupos fueron incluso a trabajar en la guardería de la Fragosa. Siempre fuimos con la intención de colaborar", evoca.

Con 94 años, García Azpillaga sigue oficiando misa los domingos y sigue, si hace falta, "metiéndose incluso con el Gobierno". Pero hace 60 años, "soñando con un mundo nuevo en un barrio con familias muy numerosas, con muchos niños", logró que se le diera un caserío en muy malas condiciones que se logró adecentar y donde tiene su sede el colectivo Mundo Nuevo desde hace 58 años, aunque desde hace escasos años ya no se imparten los cursos de monitores de tiempo libre que han formado a cientos de chicos y chicas que, con posterioridad, se han encargado de los grupos de entidades como Kutxa.

Los donostiarras, y quienes se acercan a la ciudad por Carnaval, también se acordarán de la comparsa de Mundo Nuevo, que ha cosechado más de un reconocimiento.

Amara Zaharra ya no es aquel barrio tan pobre donde las prostitutas trabajaban y niños y niñas con muchas necesidades pasaban el tiempo en la calle: "Don Pablo se encargaba de comprarles ropa".

La parroquia de Santiago, que siempre ha guardado gran vinculación con el Camino y se convirtió "en un hito del Camino de Santiago porque los historiadores señalaron que en los siglos XII y XIII pasaban los peregrinos", sigue en el emplazamiento donde nació.

Don Pablo luchó y tuvo que aguantar lo indecible. Asegura Mari Pepa Martínez "que pasó mucho". "Los buenos del barrio, los que no querían este tipo de iglesia, venían a gritarle cura rojo, pero él siempre lo tuvo claro y lo sigue teniendo".

Coro Bikandi recuerda que en la parroquia de Santiago empezaron a oficiarse las misas "con música, con guitarras, antes incluso que en Mundaiz". "Existía hasta cierta rivalidad, entre comillas, con gente mayor de otras iglesias. Don Pablo siempre ha luchado por la igualdad y porque las personas se ayuden unas a las otras", abunda.

"Aquí lo que la parroquia ha hecho es labor por la convivencia, por humanizar el barrio. Aquí se han conocido familias, ha sido un punto de encuentro de gente, pertenecieran o no a la iglesia, y se ha trabajado por dignificar las condiciones de vida de los vecinos. Hemos metido la pata a veces, pero hemos hecho lo que hemos podido", añade Martínez Apeztegia. "Constantes sí que hemos sido", rubrica.

En su caso, a punto de cumplir unos enérgicos 80 años, la vinculación con la parroquia de Santiago y con Mundo Nuevo sigue viva. "Ha sido una bonita labor. Con muchas dificultades y problemas, pero gratificante. Nos han llegado a denunciar ante el obispo por lo que sea, porque poníamos música en la misa, porque se ponía la comunión en la mano o porque fue el primero en dar la misa mirando al público. Todo era denunciable".

Mari Pepa Martínez Apeztegia lleva media vida unida a la parroquia de Santiago. Tanto es así que, cuando los niños le preguntan si tiene hijos, les contesta que muchos, todos esos que han pasado por Mundo Nuevo desde 1971. "Me he hecho mayor aquí, empecé con 20 años y no me ha dado tiempo ni de emparejarme. Los niños me preguntan si soy la sacerdota", comenta entre risas.

"En torno al día de Santiago se organizaba el Día de las Estrellas, cantábamos, tocábamos la guitarra eran dos días en los que Amara se convertía en una fiesta", recuerda con cariño. "Todo el mundo colaboraba, también en el Belén viviente o en la procesión. Esto se ha hecho en un barrio que ha cambiado mucho", apostilla Bikandi.

Estos días han sido una oportunidad para el reencuentro de muchas de las personas que han tenido relación con la parroquia de Santiago que tan gratos recuerdos, afirma Coro Bikandi, ha dejado en quienes han dedicado su tiempo a las actividades que organizaba, como "unas catequesis que también eran diferentes".

"En un barrio muy pobre logró abrir la iglesia en un lavadero y el primer Cristo lo donaron las prostitutas"

Parroquia de Santiago y Mundo Nuevo

"Muchas mujeres en

el barrio se implicaron y miles de niños disfrutaron del club social"

Parroquia de Santiago y Mundo Nuevo