Contxu Uzkudun regenta desde 1971 la pequeña boutique donostiarra Minimil. Con un estilo coherente y fiel con los valores que defiende, ha llegado a ser una diseñadora de referencia en el País Vasco y también en el Estado. Ahora, ha visto su trabajo recompensado en forma de medalla.
¿Cómo recibió la noticia?
La recibí con mucha ilusión y muy emocionada, pero todavía me parece surrealista. Cuando me lo dijeron pensé, ¿pero este premio es para gente como yo? Todavía no me lo creo, pero estoy asumiendo la noticia poco a poco. Estoy en una nube. Como si me hubiesen dado un Nobel.
¿Qué cree que han valorado los que optaron por votar a su tienda?
Muchas cosas, seguro. Llevamos muchos años de recorrido haciendo un gran trabajo y siendo coherentes. En Minimil hacemos un tipo de ropa y hacemos diseños muy unidos a la tierra, en colores, en volúmenes, en austeridad o en sencillez. Eso a la gente le gusta, y llevamos muchos años de trayectoria con una tienda que a día de hoy tiene muy buena imagen. El tipo de gente que componemos la tienda también gusta mucho, porque somos todas mujeres y trabajamos como leonas. Desde mí hasta la última que ha entrado. Somos un equipo muy sólido.
Abrió la primera boutique en 1971, y en 1977 llegó Minimil. ¿Pensó en algún momento se que convertiría en una referencia?
Pienso que tener un estilo muy definido y concreto, como el nuestro, aunque muchas veces sea difícil mantenerlo por las tendencias o sea “anti economía”, te hace a veces llegar a ser un referente. Ahora mismo creo que somos el referente del País Vasco y a nivel nacional es muy poca la gente que hace el trabajo que hacemos en Minimil.
¿A pesar del alcance, considera Minimil un pequeño comercio?
Somos un pequeño comercio, por supuesto, y más si lo comparamos con las grandes compañías. Somos un comercio cercano y bastante artesano, aunque hubo un tiempo en el que esto no se valoraba y ahora ha habido un repunte. Digo bastante porque también confeccionamos series y vendemos mucha ropa cada año, pero tenemos ese punto de que lo controlamos todo nosotras y no hemos querido crecer para no desvirtuarnos. Todas esas cosas tienen mucho valor en este momento. A lo mejor en los años 80 la tendencia era comprar ropa barata y cambiar muy a menudo el armario, pero ahora se valora más la durabilidad o la contaminación que supone su confección. Nuestra ropa también contamina, pero tratamos de hacer prendas que puedan durar hasta diez años pareciendo que se fabricaron ayer. Defendemos un consumo responsable, y la que viene a Minimil a comprarse un abrigo sabe que le va a durar varios años en buen estado.
Fiel y coherente con su idea, la Medalla también es un premio a una trayectoria lineal.
Por supuesto. La Medalla ha premiado la coherencia y las referencias que tenemos a la hora de hacer nuestro trabajo. Por eso, hoy en día la persona que viene a nuestra tienda sabe qué se va a encontrar.
¿Que hayan sido premiadas impulsará a otros pequeños comerciantes?
Pienso que sí, pero la persona que está al frente de esa pequeña tienda tiene que saber que este es un negocio de mucho sufrimiento. Un día quizás no vendes nada porque ha llovido, y al siguiente porque ha hecho sol. En el mundo de la moda, como se compra mucho por emoción, tenemos muchos altibajos y tenemos que tratar de aguantar la postura y ser fuertes. Yo he pasado por momentos muy difíciles, y he seguido aguantando. Un mes que no cobras porque cubres gastos y no sobra nada… Todas estas cosas son importantes que se sepan, porque el mundo de la moda parece una fantasía, y no lo es. Es un mundo muy difícil y poca gente tiene la capacidad de seguir adelante.
¿Conoce el acto de entrega?
No he estado nunca, pero hemos tenido una reunión para saber su funcionamiento y conocer a diferentes personas del Ayuntamiento. Fue muy bien y creo que el acto será una experiencia muy emocionante.
"En el mundo de la moda, como se compra mucho por emoción, tenemos muchos altibajos"
¿Tiene preparado el discurso?
Sí. Lo tengo escrito y por las mañanas me lo leo dos o tres veces para interiorizarlo. No es muy largo, pero como quiero hacerlo en euskera y en castellano quiero llevarlo bien preparado.
Podría ser un buen momento para reivindicar el trabajo de los pequeños comerciantes y romper una lanza a su favor, dejando un lado el consumismo.
He hablado muchas veces de eso. La gente no es consciente, pero detrás de la camiseta de seis euros que compran hay maltrato y miseria. Yo les llamo “camisetas con sangre”, porque detrás de ese producto hay una persona que ha cobrado 20 céntimos por su trabajo. Detrás de esos precios tan competitivos hay gente que sufre mucho. En ese sentido, las pequeñas tiendas entran en otro juego, que también tendrá sus puntos negativos, pero no a esos niveles. De todas maneras, no hablaré de eso en el discurso, hablaré de la ciudad y otras cosas.
Hablando de la ciudad. ¿Celebra el Día de San Sebastián?
Sí, pero no soy nada fiestera. Me gusta ver las tamborradas porque me encanta ver a tanta gente uniformada con preciosos trajes y ordenados. Es lo que más me impresiona del Día de San Sebastián y creo que es el día que mejor van vestidos de todo el año. Incluso mejor que el día en el que se casa un hijo o una hija. Cuando se visten de tamborreros, de cocineros o de soldados, es el día del año en el que más guapos están todos.