unque no es uno de los aspectos más conocidos de los tratamientos de quimioterapia y radioterapia convencionales, uno de los efectos secundarios sumamente frecuentes cuando los pacientes oncológicos son sometidos a estos tipos de terapias son los trastornos digestivos y dietéticos. Entre dichos efectos, destacan los cambios perceptivos del sabor de los alimentos y bebidas, que en ocasiones pueden ser permanentes.

Conscientes de que el alivio de estos efectos secundarios es un aspecto importante de la atención y el tratamiento para el cáncer, como parte de una asistencia integral a los enfermos, desde la Fundación MD Anderson Cancer Center han desarrollado un proyecto al que han nombrado El Sabor Perdido. Se trata de una investigación centrada en mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos que pierden o tienen alterado el sabor y el gusto por la comida.

Con el ánimo de contar con expertos en el aspecto sensorial de la alimentación, desde la Fundación contactaron con chefs de muy alto nivel en el ámbito estatal. Entre los invitados a colaborar estuvieron los hondarribiarras Mikel Muñoz e Iñigo Tizón del restaurante Gran Sol; así como los hermanos Iñigo y Koldo Kortabitarte, del restaurante Kobika de Durango, Mitxel Suarez, del Borda Berri de Otogoien, y Aaron Ortíz, del restaurante Kabo de Iruñea.

En el caso de los hondarribiarras, fueron tres los pintxos del Gran Sol que participaron en la experiencia que la Fundación MD Anderson organizó en Madrid: el Pastel de cabracho, el Capuccino de lentejas y foie gras y el Brioche de txangurro con mayonesa de estragón. Son tres elaboraciones que fueron adaptados específicamente a las necesidades, incompatibilidad y gustos de los cuatro pacientes con los que interactuaron.

Como aseguran desde la Fundación, la experiencia "resultó un éxito" y se expondrá como parte de una ponencia enmarcada en la jornada del 15 de octubre del congreso de pintxos Miniature Social Experiencia en el Palacio de Congresos Europa de Vitoria-Gasteiz.