Es uno de los vecindarios con marcada identidad en Arrasate. Coqueto donde los haya, su fisonomía responde al modelo urbanístico de ciudad jardín que desde Inglaterra se extendió a otras zonas de Europa durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX. “Es peculiar por su innovador concepto constructivo como viviendas unifamiliares, por su uniformidad, huertas anexas e inusual iniciativa para su edificación por parte de la Unión Cerrajera”, destacan los miembros de Arrasate
Zientzia Elkartea (AZE), que han aprovechado el centenario de las popularmente conocidas como Casas Pequeñas o Etxe Txikiak para alumbrar un libro que recoge los principales retazos de la historia de esta calle. La publicación se presentará el próximo día 18 en Kulturate (18.30 horas).
Centenario
El 2 de junio se cumplieron cien años de que el Ayuntamiento autorizara a la Unión Cerrajera la construcción de 18 viviendas en el terreno de Betasolo, que junto al del caserío Zalduspe, compró a la mujer de Luis de Hierro del Real, María Barrutia. La empresa, además, levantó un puente que permitió comunicar el camino de la Estación (Nafarroa Etorbidea) con la carretera general a Bergara.
Entre la margen izquierda del río Aramaio, casi en su encuentro con el Deba, y la calle Maala, en un espacio orográficamente llano se dibuja un hermoso paisaje que echó raíces dentro de un contexto marcado por la fundación de la Unión Cerrajera en 1906, que disparó la demanda de mano de obra y, en consecuencia, el considerable crecimiento de la población. Este impulso demográfico se vio favorecido, igualmente, por la construcción del ferrocarril Vasco-Navarro. “De los 3.200 habitantes censados en 1.900, dos décadas más tarde esta cifra aumentó hasta 5.915”, cuenta Juan Ramón Garai Bengoa, integrante de AZE y, a su vez, oriundo de las Casas Pequeñas.
Modelo residencial
La reacción a la falta de vivienda obrera tuvo como respuesta el modelo residencial, que de forma algo poética recibió el nombre de ciudad jardín. Exportado de experiencias similares puestas en marcha en Gran Bretaña y Francia, se abrió por todo el Estado español a partir de 1911, cuando se promulgó la Ley de Casas Baratas, que diez años después conocería una segunda versión.
30 pesetas mensuales
“La renta que debían abonar las y los inquilinos era de 30 pesetas al mes; 360 al año. En junio de 1923 el jornal diario de los hombres en la Unión Cerrajera era de unos 24 reales, es decir, seis pesetas al día; las mujeres ganaban la mitad. El alquiler venía a suponer casi la quinta parte del salario mensual, una cantidad que no podía superarse según establecía la ley de las Casas Baratas”, explica Garai. Este precio de arrendamiento se mantuvo hasta que el 26 de mayo de 1986 la empresa procedió a la venta, por 643.000 pesetas, de estas casas de dos plantas con una superficie total de 67,20 m2.
El libro se detiene, asimismo, en las distintas nomenclaturas que ha tenido la calle. Tras su construcción se bautizó como Maala, y a finales de los 50 el lugar comenzó a ser conocido como Barrio Chino, hasta que dos vecinos, “alarmados”, acudieron al párroco José Luis Iñarra para pedirle consejo sobre un posible patrón para las Casas Pequeñas.
Virgen de Aránzazu
El sacerdote no dudó en proponer el nombre de Virgen de Aránzazu y, de este modo, “se estableció el 9 de septiembre como el día de la festividad de la calle”, recuerda la publicación que ilustra su portada con una pintura del artista mondragonés Julio Galarta. Sin embargo, para el Consistorio continuó siendo calle Maala, hasta que en 2007, y por una cuestión práctica de diferenciarla de Maalako Errabala, el área municipal de Cultura planteó rebautizarla como Etxe Txikiak kalea.
Las casas Facunda (actual comisaría de la Ertzaintza), Barrenatxo, la de Chaparro y Villa Amparo son otras edificaciones, algunas derribadas, de la calle, junto a empresas y negocios ya desparecidos como el matadero municipal, la carpintería de Patricio Osinaga Urrutia, Hidráulicas del Norte, Industrias Rima o el bar Politena.
Desarrollos urbanísticos
Los desarrollos urbanísticos han dado paso a otra estampa de un vecindario con un siglo de historia que tejen numerosos episodios. Las inundaciones del Día de San Agustín de 1942 (28 de agosto) que narran, en calidad de testigos, Mikaela Bakarte, Libe Bengoa y Sofía Jauregui, ocupan las páginas del libro. Es uno de los pasajes más tristes de un relato que se nutre de abundantes encuentros sociales. “En las fiestas esperamos a que los músicos, que tocaban encima de la tejavana de la serrería de la empresa Elma, hicieran el descanso para coger los micrófonos y cantar”, rememora Pepi Gorosabel, que era la protagonista de esta simpática escena junto a Asun Urrutia.
118 fotos, sin olvidar el cuadro de Iñaki Inda Leibar, visten la publicación, que incluye una relación de nombres de las personas que han vivido en Etxe Txikiak. Junto a las cinco familias que llevan desde los inicios: Arregi (Arrue), Uribe, Leibar-Inda, Bolinaga, y Eraña-Bengoa, nuevos vecinos han llegado en los últimos años al barrio, que a pesar de las amenazas (ha estado en dos ocasiones fuera de ordenación) se mantiene en pie, y recientemente, además, ha sido objeto de mejoras urbanísticas. Con personalidad. Con esencia y, sobre todo, con cien años a sus espaldas. De momento.