Puede parecer que es muy extensa la brecha existente entre quienes labran la tierra y aquellos que viven de la pesca. En Hondarribia, sin embargo, ambos mundos convergen desde hace siglos, y la conexión entre estas profesiones se materializa en un objeto aparentemente sencillo, pero simbólicamente poderoso: las redes, esas que los arrantzales utilizan para pescar, que las rederas arreglan cuando resulta necesario y que, finalmente, son recicladas por los nekazaris, para proteger sus tierras y huertas de los pájaros.

Desgraciadamente, estos tres oficios, que han resultado fundamentales en la localidad costera, están desapareciendo. Por este motivo, y con el objetivo de dar visibilidad a la labor que continúan realizando algunos hondarribiarras, así como para rendirles homenaje, la fotógrafa Estitxu Ortolaiz emprendió en 2018 un proyecto que pretendía “captar el carácter de la ciudad”. A lo largo de los últimos años, la iniciativa se ha materializado en tres exposiciones: Hariya, en torno al trabajo de las rederas, Axalian, que mostraba la actividad de los arrantzales, y Haziya, relacionada con los baserritarras. Ahora la fotógrafa ha culminado el proyecto uniendo los tres mundos en Hondarribiko Sareak, un libro en el que recoge las instantáneas que se han expuesto, junto con muchas otras.

Sobre el origen del proyecto, Ortolaiz, que ha crecido en Hondarribia, relata que cuando ella era pequeña, “el mundo del mar y del caserío tenían mucha presencia en la ciudad, pero poco a poco se ha ido perdiendo. Por ejemplo, antes había muchísimos más barcos en el Puerto”. Además, cuenta que su vínculo con ambos mundos ha sido siempre muy estrecho, puesto que tanto sus tíos como su abuelo han sido arrantzales, mientras que su amona era “de caserío”.

La iniciativa que ha culminado en Hondarribiko Sareak se ha desarrollado en varias fases. La fotógrafa comenzó por las rederas, al considerarlas las grandes olvidadas. “Parece que no hacen nada, pero su labor es esencial, si no hay redes, no hay pesca”. Y aunque considera que es una profesión “muy bonita”, tras el tiempo compartido con estas mujeres, que le trataron “muy bien”, asegura que el trabajo resulta “muy sacrificado, más duro de lo que parece. Las rederas están siempre de guardia”.

El éxito de aquella primera exposición, Hariya, que se instaló en Arma Plaza, animó a la artista a ir un paso más allá y continuar con los arrantzales. “Aquello eran palabras mayores, porque implicaba meterse en un barco”. Sin embargo, admite que sentía curiosidad por conocer la vida en alta mar y que la experiencia le resultó sumamente positiva. “Me cuidaron mucho. El suyo también es un trabajo muy sacrificado”.

De aquellos días en el barco Ortolaiz resalta el compañerismo del que fue testigo. “La parte más bonita es el trabajo en equipo. Es como una maquinaria súper bien engrasada, cada uno sabe lo que tiene que hacer y lo hace lo mejor posible”.

Con las fotografías realizadas a los arrantzales montó Axalian, una muestra a la que dio el mismo nombre que lleva el barco de sus tíos y primos. “Esa exposición también salió muy bien, recuerdo que me dijeron que había conseguido que la gente de la Marina subiera a la Parte Vieja, algo que sólo se consigue en fiestas”, recuerda ahora entre risas.

haziya

Para cerrar el ciclo, a lo largo del año 2020 Ortolaiz captó con su cámara el día a día de los nekazaris que todavía quedan en Hondarribia. “Me encontré con un trabajo igualmente duro, pero mucho más pausado, más solitario”, explica. De este oficio, lo que más le cautivó fue “ la comunión con la tierra y la sencillez con la que viven, igual que los arran-tzales. Lo más importante para ellos es que la familia esté bien y que no falte comida”.

En lugar de en Arma Plaza, la exposición Haziya se instaló en las calles de la ciudad, principalmente en San Pedro, pero también en otras zonas, como Mendelu, Amute o Damarri.

Desde entonces, la fotógrafa se ha dedicado, entre otros trabajos, a elaborar el libro que acaba de publicar. En Hondarribiko Sareak se recogen alrededor de un centenar de imágenes de los tres proyectos, acompañadas por textos elaborados por la periodista Joana Ochoteco, que se reunió para ello con varios de los protagonistas de las fotografías. “Fue una experiencia muy bonita. En nuestros encuentros todos fueron súper honestos y cercanos conmigo a la hora de contarme sus experiencias”, recuerda. El resultado son varios escritos, algunos con un tono más periodístico y otros más literarios. “Pero en todos ellos están presentes Hondarribia y sus profesiones”, declara.

Las palabras de Ochoteco han sido traducidas al euskera por Aritz Enparan, a quien Ortolaiz pidió que utilizara “el euskera de Hondarribia, que es muy especial y también se está perdiendo”.

Hondarribiko Sareak no puede adquirirse aún, pero el consistorio hondarribiarra, que ha promovido su publicación, prevé ponerlo a la venta próximamente. En este sentido, la autora se ha mostrado “muy agradecida”, puesto que “sin el Ayuntamiento, que apoyó el proyecto desde el principio, no lo podría haber realizado”.