ZARAUTZ.

Hace un mes se cerró el albergue para las personas sin techo de Zarautz. ¿Qué tal ha ido todo?

Estupendo. Estoy muy contenta. Era el segundo año y teníamos un poco más de experiencia y el balance ha vuelto a ser positivo, dentro de lo negativo que tiene la historia, porque es muy duro que haya tanta gente viviendo en la calle. Pero es necesario abrirlo todo el año. El neguetxe no es solo para dormir y protegerte del frío, es mucho más. Es un sitio donde se les trata de una manera más humana. Allí lavan su ropa, se duchan, cenan, charlan... También cuentan con el calor de los voluntarios. Es importante que alguien les escuche un rato, que tengan con quién hablar... porque pasan muchas horas solos. Es un servicio obligatorio para los pueblos de más de 20.000 habitantes, y Zarautz los tiene.

Desde Cáritas conocen de primera mano la realidad de muchos vecinos. ¿Se ha recrudecido mucho?

Repartimos alimentos a 56 familias y cada semana acuden unas tres familias más a pedir esta ayuda. Hace unos años eso no ocurría. Hay muchas más personas sin recursos. Quiero dejar claro que no solo son inmigrantes, algo que mucha gente opina. También hay gente de Zarautz. Incluso conocemos a vecinos que lo están pasando realmente mal y no acuden a Cáritas por vergüenza. Les quiero animar a venir. Las cosas están como están y si hay que pasar un tiempo cogiendo alimentos hasta que cambie la situación, aquí estamos.

Coordina, junto a su marido Xabier Euzkitze, la ONG Saharautz. Supongo que la crisis afecta a la hora de traer a niños saharauis...

Está afectando y mucho. Tuvimos una temporada en la que teníamos a más de 30 niños en toda la comarca. El año pasado vinieron catorce y este año, de momento, solo cuatro en toda Urola Kosta. Ha bajado mucho el número de familias. Siempre digo que uno más en casa no es trabajo. Solo vienen dos meses y sobre todo, si tu plan es de niños, es seguir con el plan. Tenemos tres hijos en casa y hemos solido acoger en verano a dos niñas saharauis. Hay que tener en cuenta que la gente antes, con muchísimos menos recursos, tenía seis o siete hijos. Pienso que a veces nos asustan las cosas sin probarlas y luego las pruebas y dices, ¡pero si no ha sido nada! Además, dos meses pasan volando y es una experiencia muy bonita. Las familias se pueden apuntar hasta finales de este mes, llamándome al 686 569 033.

También son una de las familias protagonistas del recién estrenado documental sobre los niños de acogida del proyecto Zuondoan, porque acogieron a su hijo Jon hace seis años. ¿Qué tal la experiencia?

Primero tuvimos a Aner, mi hijo biológico. Pero antes de tenerlo, siempre tenía en la cabeza que quería adoptar niños. ¿Por qué no darles una oportunidad? Entonces adoptamos a Garazi, que es de Colombia. Ahora tiene ocho años y sabe que es de Bogotá. No hay que ocultar nada, porque además, son cosas muy bonitas. Jon llegó a nuestras vidas en 2008. Es donostiarra y estaba en un centro de acogida. Vino con un año. Siempre hemos traído a muchos niños, pero antes lo hablamos con nuestros hijos. "Bai ama, ekarri, zergatik ez, guk hemen lekua dugu" (Sí ama, tráelo, ¿por qué no? aquí tenemos sitio), me suele decir Aner. Lo hemos tenido muy fácil. Jon no lleva nuestros apellidos y tiene un régimen de visitas de sus padres, pero el estar con una familia es muy bueno para él. Ahora también tenemos a un senegalés de trece años, Pape, que vino a operarse del mentón con la ONG Tierra de Hombres. Ya habla euskera, es muy educado y muy goxoa con mis hijos.

La frase 'y, ¿si luego te lo quitan?' la habrá oído muchas veces...

Sí, es el miedo de muchas personas, pero creo que esa pregunta sobra. Hay que pensar en los 254 niños que están en centros de acogida en Gipuzkoa, a la espera de tener una familia. Hay menores que pasan ocho años en esos centros y es muy duro. Se les cuida muy bien allí, pero no es lo mismo. Además, si Jon pasa diez años aquí con nosotros, Aner y Garazi siempre serán sus hermanos. Él dice que tiene dos padres y dos madres y es consciente de todo. Nuestra experiencia es muy bonita y el niño es un encanto. Muchas veces me preguntan en la calle ¿cuál es el vuestro?, no me hace gracia, porque los tres lo son.

Donar el riñón a su hermano fue otra de las experiencias de su vida. ¿Cómo se encuentran?

Los dos estamos muy bien y nos toca la revisión, la ITV, como digo yo, esta semana en Barcelona. Pero es bonito, porque aprovechamos para disfrutar el uno del otro. El 18 de junio hará cinco años. Fue cuando él tenía 31 años. Se quejaba de fuertes dolores de cabeza y un día fue al médico. Le dijeron que tenía una enfermedad llamada glomerulonefritis crónica que te va comiendo los riñones. Solo le funcionaban un 20%. Me enteré sobre la donación en vivo y no lo pensé dos veces. Mi hermano me suele decir que tiene un trozo de mi y que eso le llega al corazón.

Muchos se preguntarán, ¿de dónde saca el tiempo?

Xabier siempre me ha apoyado, aunque me conoce y sabe que si me meto, siempre lo hago hasta el cuello (risas). No trabajo, pero hago muchas cosas voluntariamente. Pienso que querer es poder. El dar el paso es lo que más cuesta, y aunque a veces somos un poco egoístas, no es tan difícil hacerlo.