Adicción a las compras 'online': cuando recibir paquetes deja de ser gratificante
Dos expertos de la UPV/EHU y Proyecto Hombre-Fundación Izan abordan las claves sobre este trastorno que va en aumento y que afecta más a las mujeres
“Al principio hay una ilusión y una justificación: Me voy acomprar esto porque no tengo ninguno así. Preparo bien la compra, miro precios, lo compro, gasto y cuando llega el paquete, llega la decepción. ¿Qué hago con esto? Una caja más en la habitación de las cajas”.
Así describe Marian Urrestarazu un posible caso de trastorno de compras compulsivas o adicción a las compras online. Urrestarazu, responsable del Programa de Adicciones Comportamentales de Proyecto Hombre-Fundazión Izan en Gipuzkoa, reconoce que tras esa desilusión se esconden “las mismas inseguridades y dificultades para gestionar las emociones” que se dan en otro tipo de adicciones. Lo que cambia es “el comportamiento adictivo”, en este caso, “un impulso descontrolado” por comprar.
Una necesidad
Hoy día, con el desarrollo de las grandes plataformas de comercio electrónico como Amazon o AliExpress, comprar es tan fácil como hacer un click. La imagen del repartidor llegando al portal de casa o a la oficina con paquetes es cada vez más habitual en nuestra sociedad. “Todos compramos, porque es una necesidad básica: la comida, la ropa… Y ahí está la trampa, quien sufre este trastorno se justifica en que lo necesita”, reflexiona Urrestarazu.
“Descubrí cómo comprar online en pandemia y esa ha sido mi perdición"
Según la última encuesta sobre hábitos de consumo de Enfokamer, Observatorio del Comercio de Euskadi, la mitad de los vascos consultados (49,57%) había realizado alguna compra online en el trimestre previo a la recogida de datos. Y casi un tercio confirmó que recurre a las compras a través de Internet, al menos, una vez al mes.
“Todo el comercio online está orientado a una compra sin esfuerzo, en el que se juega mucho con la psicología: quedan pocas unidades, marcan los descuentos…; todo está enfocado a atrapar al consumidor y a hacer compras que no harían”, admite Juan Manuel Machimbarrena, doctor en Psicología por la UPV/EHU y profesor agregado del Departamento de Psicología clínica y de la salud y metodología de la investigación.
La entidad promovida por Fundación Izan ha tenido constancia, en los últimos cinco años, de siete casos en Gipuzkoa
Ese juego entre el vendedor y el comprador siempre ha existido. Los comercios históricamente han usado los recursos en su mano para atraer la atención de los clientes: la iluminación, colocar objetos innecesarios junto a las cajas con el objeto de que el consumidor pique mientas espera, la música… Pero con el comercio online se ha ido un paso más allá. “Es tan fácil acceder… No cierran nunca, puedes comprar las 24 horas del día y, además, en soledad, sin que nadie se entere”, apunta Urrestarazu.
Sobrepasar la línea roja
Pero a pesar de que todos compramos y muchos, cada vez más, a través de Internet, hay un punto de inflexión donde se pasa de realizar un acto habitual a tener un problema. “Cuando la voluntad de la compra es mayor que mi propia voluntad; es decir, no quiero hacerlo, pero no puedo no hacerlo”, afirma la terapeuta de Proyecto Hombre-Fundación Izan, donde en estos cinco años en los que llevan atendiendo a personas con adicciones comportamentales han visto siete casos, todo ellos de mujeres, que presentaban adicción a las compras.
“Todos compramos, porque es una necesidad básica. Y ahí está la trampa”
Para Machimbarrena, “la pérdida de control, el arrepentimiento” son síntomas que ya muestran que detrás de esa compra compulsiva hay un problema. “La persona se da cuenta de que no siente una gratificación, sino lo contrario. Esa compra no le ha saciado y se entra en una espiral que se caracteriza por la pérdida de control”.
En este sentido, desde Proyecto Hombre-Fundación Izan, Urrestarazu recuerda el caso de una mujer que acabó el tratamiento a principios de este año y que, al final, solía decir que “tenía su casa llena de cosas, pero que no tenía un hogar”. “Tenía la casa llena de pitxias (adornos) para decorar. Llenaba y llenaba la casa buscando un hogar, pero no lo consiguió hasta que en el tratamiento se enfrentó a unos duelos que tenía pendientes”, recuerda Urrestarazu.
Aunque todavía son pocos los casos de este tipo que han tratado en Proyecto Hombre-Fundación Izan –cree Urrestarazu que “por desconocimiento” de la existencia de este programa dirigido a tratar adicciones sin sustancia como la ludopatía, videojuegos o compras compulsivas–, la terapeuta sí que describe un perfil de la persona que sufre este trastorno.
Mujeres a partir de los 35
“Cuando se presenta como adicción exclusiva, son mujeres de entre 35 y 67 años. De las siete que vinieron a pedir información –no todas optaron por seguir el tratamiento–, seis tenían pareja”, detalla. Este dato tiene su importancia ya que, entre otras motivaciones, el “miedo a perder la pareja” o “tratar de hacer algo diferente al haber sido descubiertas” es, “junto al hecho de tener deudas a las que no les pueden hacer frente” motivos que les han inducido a buscar ayuda.
Pero Urrestarazu reconoce que es “muy angustioso” gestionar el problema: “Llevan a cabo unos tejemanejes para que los que viven con ellas no vean que están comprando, como decirle al carnicero, por ejemplo, que recoja el paquete. Pero hay mujeres a las que descubren porque han ido a pedir un préstamo al banco y no se lo han dado porque tienen una deuda y son pilladas de esa manera”, pone como ejemplos.
No siempre esta adicción se presenta sola. En algunas ocasiones viene acompañada de otras como adicción a la cocaína, ludopatía, etcétera. “Una de las primeras mujeres que tuvimos en este nuevo tratamiento tenía ludopatía y adicción a las compras. En el caso de los hombres, normalmente de 35-40 años para arriba, es más habitual que presenten otro tipo de adicciones. Hemos tenido casos de hombres adictos a la cocaína y había en paralelo una adicción a las compras compulsivas”.
Este trastorno tiene, además, un reflejo en la propia persona, ya que conlleva un “cambio en el carácter, pues suele estar más irascible, aislada, encerrada en sí misma, en alerta para que no le pillen”, explica Urrestarazu.
Vacíos que llenar
La toma de conciencia de que existe un problema no es un trabajo fácil. “No cuestionan hasta dónde compran y para qué. El trabajo terapéutico trata de hacerles entender ese para qué, porque ponen la responsabilidad de sentirse bien, con la compra, el consumo de cocaína o la ludopatía, pero lo que hacen, en realidad, es evitar enfrentarse a esos vacíos y a esas dificultades personales”, señala la terapeuta de la Fundación Izan.
Machimbarrena concreta que al ser una adicción que “se parece a otros trastornos adictivos, como puede ser el trastorno del juego, lo que mejor funciona es la terapia cognitivo conductual”. Una terapia que trabaja tanto las convicciones, el pensamiento, como la conducta. “Ahí hay diferentes técnicas para mejorar el estrés, la regulación emocional”, manifiesta el psicólogo de la UPV/EHU.
A veces es suficiente con establecerse límites a uno mismo “limitando el gasto de la tarjeta o desactivar el botón para realizar pedidos con un solo click que ofrecen algunas plataformas”. Esto conlleva que haya que realizar más pasos para finalizar la adquisición, lo que puede hacer desistir de la compra. Pero es verdad que en estas situaciones debería haber un actitud proactiva por parte de la persona hacia el cambio.
Posponer la gratificación
En este punto, el doctor en Psicología señala que esperar a comprar en Black Friday o Ciber Monday un artículo, lo que supone “posponer una compra para lograr la oferta de algo que quieres adquirir” puede considerarse una “característica positiva” porque se está “posponiendo la gratificación”. “El polo contrario es cuando no lo puedes controlar, cuando estás gastando más de lo que ingresas o tienes que dejar de hacer otras actividades para hacer ese tipo de compras. Entonces es cuando tienen que saltar las alarmas”, expone.
“Cuando estás gastando más de lo que ingresas o dejas de hacer otras cosas, tiene que saltar la alarma ”
Al evitar afrontar esas carencias personales, esos vacíos y dificultades emocionales, crean “un mundo paralelo”, según mantiene Urrestarazu, “donde desconectan de la realidad”. Por eso, el trabajo terapéutico trata de hacerles entender “de dónde viene todo eso, para aprender y cambiar la respuesta”. “Ese para qué lo hacen de la adicción es lo que hay que trabajar”, reitera, ya que les “ayuda a concretar cosas a las que a lo largo de mi historia no he sabido poner nombre”.
Sin nombre
Tanto Urrestarazu como Machimbarrena consideran adecuada, aún sin tener datos que lo confirmen, la cifra que dan algunos estudios sobre la prevalencia de esta adicción: un 5% de la población.
Pero, ¿por qué no está tan delimitada como otras adicciones? Una de las claves que explican la escasez de investigaciones respecto a este tipo de trastorno es, en opinión de Machimbarrena, que no está delimitado por los manuales diagnósticos en Psicología y Psiquiatría y, de hecho, no cuenta con un nombre oficial designado por organismos oficiales como puede ser la Organización Mundial de la Salud o la Asociación Americana de Psiquiatría. Por eso, a veces se utilizan diferentes denominaciones para referirse a esta patología: Shopaholismo, oniomanía, aunque “la forma más habitual es compra compulsiva o comportamiento de compra compulsiva”.
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