res mondragoneses, resistentes al golpe militar fascista de 1936, formaron parte de los más de dos mil refugiados republicanos que en 1939 se embarcaron en el buque de carga Winnipeg que fue fletado por el poeta Pablo Neruda, entonces cónsul de Chile en París, desde el puerto de Pauillac, cerca de Burdeos, hasta el chileno de Valparaíso. El trabajador de la Unión Cerrajera, Jaime Uriarte Cestona, fue uno de estos exiliados junto a Fernando Uribesalgo Icaran y Rogelio Izarra Ijalba (maestro de la escuela pública de Gazteluondo); estos dos últimos presos en el campo de Argelès-sur-Mer primero, y después en el de Gurs, desde el que salieron para ser evacuados al país andino el 31 de julio de hace 82 años.

Rumbo a la libertad, en el barco de la esperanza viajaron refugiados, entre ellos numerosos vascos, que recién terminada la cruenta Guerra Civil española sobrevivían en campos de concentración de la vecina Francia. Casi un mes duró esta travesía marítima en el buque de Neruda que cruzó el Atlántico y que arribó en Valparaíso el 3 de septiembre de 1939. Sobre este episodio versa el último libro editado por Intxorta 1937 Kultur Elkartea que tendrá su puesta de largo el próximo jueves en Arrasate. El historiador Josu Chueca firma la publicación Los 2000 del Winnipeg. Diario de a bordo, que tras su presentación en Kulturate (18.30 horas) se llevará a la azoka de Durango.

“Junto al facsímil del diario escrito a máquina durante la travesía, que se colocaba día tras día en los tableros del navío, y la lista de 2.574 pasajeros revisada, corregida y ampliada, aportamos las entrevistas que realizamos en Chile, en 2006 a la donostiarra Sunti Amilibia, y en 2016 a Agnes América Winnipeg Alonso Bollada, la primera niña nacida durante el trayecto”, explican desde la asociación memorialista Intxorta.

Además de Uriarte, Uribesalgo e Izarra, otro mondragonés, Ricardo Ceciaga Lasagabaster, participó en los preparativos de la expedición de salvamento a los refugiados que lideró el poeta chileno. Preso en el campo de Saint Cyprien, su amigo Tatxo Amilibia , que ejerció como abogado de los mondragoneses reclusos tras la Octubrada de 1934, llevó a Ceciaga al Consulado de Chile en París donde trabajaba como secretario del servicio de inmigración.

En esta delegación, vascos y vascas como Sunti Amilibia, hermana de Tatxo, y el propio Ricardo se enrrolaron en la organización de este viaje cargado de anhelos y, sobre todo, de esperanza en busca de un nuevo futuro.

Después, con la entrada de los alemanes en Paris, y hasta que Tatxo y Ricardo se subieron al mercante Alsina que zarpó el 15 de enero de 1941 desde el puerto de Marsella camino a Argentina, se trasladaron como secretarios del servicio de inmigración al Consulado chileno en Burdeos. Unos meses antes, Sunti había partido a Buenos Aires en otro de los barcos del exilio, el Aurigny. Ricardo y Tatxo nunca regresaron a tierras vascas.

El relato histórico recogido en el 26º libro que ve la luz de la mano de Intxorta se aderezará durante su presentación con las voces del otxote Txorbela, que interpretarán dos de las canciones que el coro vasco entonó en el Winnipeg: Ilunabarra y Gona Gorria, y una tercera Itxasoan, de la coral del exilio Eresoinka.

El historiador Josu Chueca firma la publicación ‘Los 2000 del Winnipeg. Diario de abordo’ que tendrá su puesta de largo el jueves