al día como hoy, en 1957, cinco personas murieron en la bahía de La Concha. Los fallecidos eran José de Miguel, un guardia municipal de 39 años; Benito Amiano, de 38; María Andrea Dolores, de 26, Manuela Rozado, de 20, y José Ramón Rubial, un niño de nueve años cuya madre se salvó.

Pero el fallecimiento quedó casi escondido y la información medida y controlada por las autoridades del franquismo. Y es que estas cinco personas, que regresaban de la isla en la motora que realizaba el recorrido de conexión con el muelle donostiarra, fueron víctimas del Azor, el barco de Franco que regresaba a Getaria, donde fondeaba tras dejar al dictador en Donostia para que acudiera a su residencia de verano en el palacio de Aiete.

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Aunque en la ciudad se hablaba de que "había pasado algo grave", poco se supo en aquel momento de lo acaecido. Después, el suceso pasó al olvido y son muchos los donostiarras que nunca oyeron hablar de este luctuoso hecho. La maquinaria franquista no dio opción a ello.

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De ahí que el historiador donostiarra Iñaki Egaña tuviera que acudir, entre otras fuentes, a Euzko Deya, el boletín que editaba el Gobierno Vasco en el exilio que recogió lo sucedido. La búsqueda siguió en la prensa local donde encontró una esquela. Este fue el punto de partida.

Los rotativos de la época, La Voz de España, El Diario Vasco y Unidad, recuerda Iñaki Egaña en conversación con NOTICIAS DE GIPUZKOA, se hicieron eco "de la misma nota", emitida por las fuentes oficiales "del Ministerio de Gobernación".

Egaña recupera lo que ocurrió al anochecer del 19 de agosto de 1957 cuando la motora, con 28 personas a bordo, fue embestida por el yate Azor. Lo que sigue sin quedar claro, aunque las fuentes oficiales de la época lo negaron, es si el dictador estaba o no a bordo del barco cuando embistió a la motora.

Según Egaña, hay indicios que podrían indicar que sí estaba, sobre todo por el desembarco de autoridades -incluidos los ministros de Marina y del Ejército- al funeral celebrado en el Buen Pastor. En aquel funeral de cuerpo presente había cinco ataúdes, pero faltaban dos cuerpos, que se recuperaron del fondo marino días después, tras varias jornadas de sufrimiento para las familias, que nada sabían de lo ocurrido.

La esquela, destaca Egaña, "la puso el Ayuntamiento. Supongo que a las familias ni les dejarían".

En el transcurso de su investigación, Egaña acudió a realizar la oportuna consulta en el archivo de la ciudad, porque entre los fallecidos había un policía municipal. "No había nada, incluso a la responsable del archivo le sorprendió que así fuera", recalca el historiador donostiarra.

Intentando dar con un motivo que explicara la no existencia de documentos en los que se recogiera lo que ocurrió aquel 17 de agosto, surgió una hipótésis plausible. "En la década de los 90 una furgoneta del Gobierno Militar trasladó documentos que se entendían como comprometidos. Este podía estar entre los que desaparecieron".

La opacidad propia de la dictadura hace que resulte difícil saber qué fue exactamente lo que ocurrió aquella tarde-noche. Ni tan siquiera resulta fácil estimar la hora en la que la motora fue embestida. Lo que se relata, y por eso quizá se puedan situar los hechos en torno al ocaso, es que "no llevaba luces".

Sea como fuere, la embarcación, principalmente ocupada por familias que habían acudido a la isla de Santa Clara a disfrutar del día, acabó hundida.

La desgracia, incide Egaña, pudo ser mayor, dado que sucedió en plena temporada estival, estación en la que eran muchas las personas que acudían a la isla. "Desde el Náutico también se les ofreció ayuda en otras barcas. Pudo haber muerto mucha más gente. No olvidemos que ahora casi todo el mundo sabe nadar y entonces no era así. El ejemplo está en el niño que se ahogó".

Pese a todo, y hasta el día de hoy, poco o nada ha trascendido de una tragedia que sucedió hace 64 años.

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Aunque, asegura Egaña, en la ciudad se hablaba del hecho sin saber bien lo que había ocurrido con exactitud, las autoridades franquistas se esforzaron por echar tierra sobre la tragedia destacando las gestas del dictador en la pesca. Es fácil encontrar en la hemeroteca de la época imágenes de Franco con atunes de importante envergadura e, incluso, con un cachalote cuya captura ocupó las portadas de los periódicos.

Iñaki Egaña consiguió contactar con un familiar cercano de uno de los fallecidos, Benito Amiano, que en el momento de la conversación con el historiador residía en Logroño.

"Yo creo que le hizo ilusión que se recuperara la historia, que alguien se acordara de lo sucedido", apunta Egaña, que sugiere al Consistorio donostiarra que saque del olvido lo ocurrido el 19 de agosto de 1957 y realice algún tipo de reconocimiento a las víctimas. "Además, no hay que olvidar que uno de los fallecidos era funcionario del Ayuntamiento, porque era policía municipal", abunda.

"Fue una catástrofe. Cinco muertos porque el barco del dictador aborda una motora. Habría que recordarlo", añade.

El familiar de Benito Amiano reconoce que nunca supieron nada de lo que realmente ocurrió. Ha sido años después cuando se ha arrojado algo de luz sobre los hechos.

"Por mi experiencia, las familias de las víctimas piden reconocimiento de lo ocurrido, nunca un resarcimiento en el terreno económico", añade este historiador que colabora con Aranzadi en la tarea de recuperación de la memoria histórica.

"Simplemente el hecho de que se recupere lo que ha estado tapado es una satisfacción. Cuando ese reconocimiento es institucional, se colman las expectativas de la gente", añade Egaña.