Zestoa- Si de algo puede presumir Zestoa es de su balneario, ya que sus inicios se remontan a finales del siglo XVIII y hoy en día es el único lugar en Gipuzkoa donde se puede disfrutar de las aguas termales y sus fuentes minerales. Gipuzkoa se convirtió en una de las provincias más importantes de la balneoterapia en el siglo XIX y hasta once balnearios iniciaron su actividad en el sector termal, pero Zestoa fue la cuna donde nació ese movimiento, ya que sus aguas, denominadas de Gesalaga, se declararon de utilidad pública en 1792, y para el año 1776 ya existía una pequeña casa de baños construida por Vicente de Lili.

En los años posteriores, debido al desacuerdo con el Ayuntamiento de Zestoa y a las carencias económicas, la familia Lili vendió el terreno de las aguas a Francisco Gutiérrez de la Huerta, aunque fue el Marqués de San Millán quien inició los trabajos de construcción del primer gran establecimiento de baños al cumplir su deseo de hacerse con las aguas.

Así, Zestoa, desde finales del siglo XVIII a la actualidad ha vivido intensos veranos gracias a sus aguas medicinales. De los muchos hoteles construidos para los agüistas, algunos quedan en pie y el domingo pasado, un grupo de 30 personas aproximadamente conoció el Zestoa del siglo XVIII mediante una visita guiada gratuita que organizó la iniciativa Ezkutuko Altxorrak.

La visita comenzó desde la plaza de Pio Baroja que sirvió para introducir la cita "porque Pio Baroja llega justo cuando se está construyendo el gran hotel", señaló el historiador y guía turístico Vicente Dávila.

El siguiente punto fue la casa Agustín pero que antiguamente se llamaba casa Torre. "Ahora, ese edificio sigue siendo bar y es la primera de las casas taberna que se construyó a finales del siglo XVIII para alojar personas y se convirtió en uno de los catorce hoteles que llega a tener Zestoa".

Los visitantes también tuvieron la oportunidad de conocer, la vida de la villa más allá del balneario, la sociedad del pueblo, donde el grupo gozó de un hamaiketako e hicieron un brindis con sidra. Después del almuerzo continuaron con el trayecto haciendo una parada donde se situaba en aquellos años el caserio Gesalaga. Esta casa fue, como otras muchas transformada e hicieron varias habitaciones para acoger a los agüistas.

"Entonces se distinguían los visitantes que venían a disfrutar de los balnearios en dos grupos: Unos eran los que se alojaban en los hoteles y luego había personas, normalmente con una estación más humilde que estaban alojadas en las casas. A esas personas se les llamaban en Zestoa kanpotarrak", dijo Dávila. "Para esas familias que acogían los kanpotarras, era un ingreso económico de gran importancia que servía para mantener toda la familia", añadió.

Los visitantes que venían eran sobre todo de Zaragoza y pasados los años, muchos terminaron forjando una gran amistad. "Aunque hoy en día no vienen a los balnearios, siguen viniendo a disfrutar del municipio de Zestoa en verano", aclaró.

MAISUA Atractivo paisaje.

Gracias a San Jose Sainmiera, que en Zestoa era conocido como Maisua (maestro), han sido conocidas hasta ahora muchas de las historias que se vivieron en aquella época.

Sainmiera tuvo la suerte de conocer dos grandes momentos de la historia balneoterapia: la década 20 y después de la Guerra Civil que se abrieron varios hoteles como Arozena, Arteche, Lizaso, Asunción, Garrido, Oyarzabal, Cristina, Alcorta, Lasa, Querejeta, Urola, Asunción... Esa época fue cuando Maisua publicó el libro Zestoari gorazarri donde narra la historia y el ambiente que se vivía en esos años. Así lo cuenta en su libro: "Cuando hablo de Zestona me enorgullece airear su gran ambiente hotelero de aquellos años. A la sombra del gran balneario muchos de los más ambientados y famosos de Europa venían a esta interesante cadena de hoteles que se llenaban de gente que venían a Zestona a curar su salud enferma".

Otro de los atractivos para los veraneantes de Zestoa siempre fue el verde paisaje. "A las 14.45 subimos los cuatro amigos a la cima del monte y desde allí descubrimos otros cientos de montes igualmente verdes y bordadas de casitas. Entonces sentimos el aire del mar de vista poco más de una legua pero que no puede verse entre estos picos", cuenta Don Aureliano Fernandez el ministro y el miembro de la Real Academia Española.

La visita terminó en frente del gran balneario que fue construido por el arquitecto que hizo también el monumento Alfonso XIII del Retiro (Madrid), Don José Grases. El constructor catalán fue citado por en el libro de Don Aureliano como chulo y creído pero a él le pareció un sitio idóneo para construir el gran hotel. Es así que comparó su obra con el Escorial.

El edificador tendría algo de razón ya que este primer balneario construido en España es de los pocos que sigue en funcionamiento hoy en día.

Balneario de Zestoa Ezkutuko Altxorrak

Actualmente, las talasoterapias y los spas suelen ser muy concurridos, pero nada tienen que ver con la esencia de los balnearios. Y es que mientras los dos primeros utilizan agua de mar, en los balnearios la materia prima es el agua de manantial, que surge de pozos en la tierra y sale a temperaturas entre los 25 y 30 grados. "Tenemos dos manantiales, el de San Ignacio y el de la Natividad. Una está indicada para enfermedades del riñón y otra para enfermedades del hígado. No hay ninguna duda de que el agua es una fuente de salud y es cierto que el agua termal cura. Y no es que lo diga yo, es que lo he visto con mis propios ojos", afirma Ignacio Cabrero, exdirector del balneario. Asimismo, Cabrero reconoce que muchos de los clientes acuden por problemas de salud y que siempre que el tratamiento sea largo el cliente pasa por consulta y el médico les hace un tratamiento personalizado. "El agua tiene unos componentes y unas cantidades de sodio, cloro u otros elementos químicos, y todos tienen que pasar por el médico, porque un tratamiento puede ser saludable para una persona pero perjudicial para otra", señala.

Fiel al estilo del siglo XIX el balneario, que también se convirtió en hotel en 1983, fue totalmente renovado en 1985. Desde entonces, la joya de Zestoa cuenta con 127 habitaciones, un gran comedor, un comedor árabe, un salón de teatro y otro comedor. "No hay muchos establecimientos donde se tenga tal variedad de salones tan amplios, que sirven para hacer eventos, congresos o bodas" destaca. Todo ello manteniendo el estilo de finales del siglo XIX, que hace que el visitante que vaya a disfrutar de las aguas o a alojarse en el hotel se transporte a aquella época. Un lugar único y mágico que ha sobrevivido al paso de los años y que sigue "adaptándose a los tiempos".

Esta ha sido una iniciativa de Ezkutuko Altxorrak para conocer la joya que esconde la villa balnearia. Este proyecto pretende impulsar patrimonios históricos del territorio mediante varias visitas guiadas, que se ofrecerán hasta el diciembre de este año, todos los fines de semanas.