De Amara a Senegal con la cultura a cuestas
La donostiarra Mariana Santos y el senegalés Diop Thiaw regentan un pequeño hotel en Senegal, que reserva un espacio para actividades culturales destinadas a la población local, de menos de 1.000 vecinos.
El pequeño pueblo de Diakene Ouloff, al sur de Senegal, acoge desde hace cerca de dos años un original alojamiento para visitantes que, además, ejerce como casa de cultura para la población local, que no llega a los 1.000 habitantes. La donostiarra Mariana Santos y su marido, el senegalés Diop Thiaw, son los responsables del espacio, que ya ha acogido a un buen número de donostiarras.
Todos los sábados por la tarde, el espacio cultural del pequeño hotel -cinco habitaciones y capacidad para doce personas- proyecta cine para todo el pueblo y no suele faltar nadie. Más de 150 niños acuden a esta cita ineludible cada semana, según explica Santos, que estudió secretariado de dirección y posteriormente trabajó en la empresa textil Loreak Mendian. Pero esta no es la única actividad cultural que se desarrolla en el espacio bautizado como Centro Turístico y Cultural Casamance (casamance.cc).
Además de talleres, juegos para niños y otras actividades, hay un espacio con biblioteca, petanca, dardos, cuerdas y pinturas para uso de los más pequeños. Pero la pecularidad de este centro es que los propios turistas están invitados a ofrecer sus especialidades culturales a los vecinos. Así, por ejemplo, el surfista Kepa Acero estuvo en el lugar dando clases de surf a los más jóvenes, lo que supuso un acontecimiento para la población, y el pintor lasartearra Blami también ofreció su saber en forma de clases de pintura. Asimismo ha colaborado en la iniciativa el músico donostiarra Javi Pez, que protagonizó un concierto durante su estancia vacacional, y las integrantes el grupo Undermount impartieron un taller de alfarería.
Aventuras
No solo donostiarras han compartido la experiencia de descansar en Senegal a la vez que aportan un toque cultural a Diakene. Algunos viajeros de distintos países del mundo que han parado en el hostal han organizado exposiciones sobre sus aventuras, sus estudios y encuentros sobre sus inquietudes. El alojamiento tiene otras visitas en cartera, que también podrán mostrar sus aficiones o pasiones a la población local.
Por otra parte, el espacio abierto del Centro Turístico y Cultural Casamance también está disponible para los habitantes, que han desarrollado actividades tradicionales, como bailes o fiestas generacionales.
“Hemos querido hacer como un kulturetxe y, además, aprovechar los valores de esta zona de África para nosotros y nuestros dos hijos”, explica Mariana Santos, que en sus años de estudiante también fue usuaria de las casas de cultura en Donostia. “Estuvimos tres años de confort en mi ciudad y ahora estamos en el pueblo de mi marido, donde los valores son muy fuertes. Hay mucho respeto a los mayores, también a las personas de fuera y a las distintas culturas”, destaca Mariana, que añade que en la zona se hablan tres idiomas de modo corriente, el francés y dos locales.
“Conocí a mi marido hace diez años, nos casamos hace seis y hemos estado viviendo tres en Donostia”, explica esta amaratarra, que creía que su esposo, guía de profesión, también tenía derecho a disfrutar de su familia en su tierra. Por ello, pensaron retornar al pueblo familiar y crear algún tipo de hospedaje como modo de vida. Pero Mariana tenía sus dudas.
“Hay que tener en cuenta que el turismo no había llegado al pueblo y me resultaba un poco extraño instalar un hotel sin más”, recalca la donostiarra, que finalmente se animó gracias a la idea de su primo, Xabi Ciriquiain, que sugirió crear también un espacio cultural para la localidad como un regalo para sus habitantes. “Eso sí me convenció y en agosto de hace dos años empezamos con el proyecto en un terreno de palmeras que era de la familia de mi marido”, explica la donostiarra. El primo se unió a la pareja y se instaló durante seis meses para dar forma a un original proyecto.
Según destaca Mariana, la intención, además de ofrecer un servicio de alojamiento turístico convencional, es cuidar y potenciar la cultura local y facilitar el encuentro entre todo tipo de personas, además de consumir productos de Kilómetro 0. Ayudar al empoderamiento de las mujeres, con clases de castellano (muy demandadas) y de costura, para fabricar objetos vendibles que les ayuden en su economía, es otro de los objetivos de la iniciativa.
Por su parte, el hostel amplía su actividad y ofrece paquetes turísticos de siete y diez días, con actividades de todo tipo relacionadas con la actividad física y la cultura local.