Se conoce como Camino Ignaciano al que hizo Ignacio de Loiola en 1522 antes de partir rumbo a Jerusalén. Fue de Azpeitia a Manresa. 500 años después los jesuítas y las instituciones están promoviendo este camino y cada vez se pueden ver más peregrinos en Loiola, La Antigua o Arantzazu. Pero todavía son pocos los que hacen esta ruta en bicicleta. Y menos por carretera. El urretxuarra Pablo Gómez acaba de hacerlo.

Gómez tiene 66 años y es un ciclista con pedigree. Empezó a andar en bicicleta siendo muy joven, por influencia de su padre. “Le gustaba el ciclismo más que a mí. Yo lo que quería era salir con los amigos”. Pero poco a poco se fue aficionando y llegó a competir. Lo dejó en juveniles. Después, participó en la creación de la sección de cicloturismo de la sociedad deportiva Goierri.

Con este club ha viajado por toda Europa. “Una vez al año íbamos al extranjero en autobús, con cocinero y todo, para una semana. Hicimos la Paris-Roubaix, la Flecha Valona, la Lieja-Bastoña-Lieja... También visitamos Italia, Holanda, los Alpes, los Pirineos...”, recuerda el veterano cicloturista.

Los fundadores de la sección de cicloturismo siguen dando guerra. “Nos hemos hecho mayores, pero hace cuatro años seis amigos hicimos el Camino del Cid. Fuimos desde Vivar del Cid, en Burgos, hasta Valencia. Lo hicimos en dos años, pues el Cid anduvo para adelante y para atrás y son muchos kilómetros”.

Gómez hace unos 5.000 kilómetros al año y no deja de buscar nuevos retos. “Hace dos años, estábamos preparando una salida y al final me quedé solo. Finalmente, decidí hacer el Camino de Santiago. Después, me informé acerca del Camino Ignaciano. Lo iba a hacer el año pasado, pero tuve un desgarro muscular y lo tuve que dejar para este año”.

El urretxuarra ha tardado una semana en ir de Loiola a Manresa. “No salí de casa con el objetivo de hacer la ruta en unos días en concreto. Salía hacia las 6.30 de la mañana y para la tarde dejaba de pedalear. Así evitaba las horas de mayor calor. No dormía en ciudades, pues cuesta mucho entrar y salir”, explica.

Muchos amigos Añade que lo mejor del viaje ha sido la relación entablada con los lugareños. “Lo mejor del Camino es la gente. Después de comer y ver el Tour, iba a la plaza del pueblo a hablar con los mayores del lugar. En todas partes me contaban cosas muy interesantes y me recomendaban qué lugares visitar”.

Eso sí, dice que completar el Camino ha sido muy duro. No en vano, al hacerlo por carretera, ha tenido que subir más cuestas que los caminantes y andar esquivando autopistas. “En el perfil oficial aparece solo Opakua, pero yo he tenido que subir unas quince cuestas. Los que van a pie caminan en paralelo al río, pero si quieres ir por carretera tienes que subir puertos. No he ido por el camino por el que van los caminantes, pero he pasado por los pueblos que aparecen en la ruta”.

Lo más cansino fue tener que esquivar las autopistas. “He hecho más kilómetros de los previstos porque varias veces me he encontrado con que la carretera se convierte en autopista y he tenido que volver atrás. Además, tuve que entrar en Zaragoza. Pasé unos 80 o 90 semáforos. Pero bueno, ese es el espíritu del peregrino: tiene que ir por donde puede. He marcado toda la ruta para los que quieran hacer el Camino con bicicleta de carretera”.

Afortunadamente, ha contado con la ayuda de la gente. “La gente te arropa mucho. He parado en muchas gasolineras y en todas me han dado agua y me han ofrecido comida. En Manresa me dejaron ver la cueva en la que vivió San Ignacio, a pesar de que estaba cerrada porque era lunes. La abrieron para mí. Y he podido volver a casa un día antes de lo previsto porque una persona me llevó de Manresa a la estación de Barcelona”.

Además de hacer amigos, ha conocido lugares espectaculares. “Manresa me ha llamado mucho la atención. Es tres veces Loiola. Y Montserrat también me ha gustado mucho. Eso sí, para llegar allí hay que subir una cuesta de tres pares de narices”.

Cuando se le pregunta por su siguiente reto, habla de descansar. “Ha sido muy duro. Más duro que el Camino de Santiago. Mi siguiente reto es descansar”. Seguro que no tardará mucho en volver a montar en bicicleta.

El urretxuarra Pablo Gómez es uno de los fundadores de la sección de cicloturismo de la sociedad deportiva Goierri

Pedaleaba por las mañanas y por las tardes, tras ver el Tour por televisión, iba a la plaza del pueblo a charlar con los lugareños