“La familia Garay proviene del barrio arrasatearra de Bedoña (por aquel entonces pertenecía a Aretxabaleta) -el caserío familiar Elizabe o Elexabe se quemó a mediados del siglo XX-, y se dedicaba a la agricultura. Uno de los hijos entró en el sector de la construcción, y Cornelio, el auténtico patriarca de la saga, decidió trasladarse a la vecina Oñati y levantar una fábrica de fósforos (1866) , que llegó a ser la segunda más importante del Estado”, cuenta Azpiazu, que hace ocho años se embarcó en este proyecto que puso la mirada en una fecha clave: 2016; cuando la andadura empresarial de Garay alcanzaba su siglo y medio de vida.
Quien más se empeñó y colaboró en este trabajo fue José Luis Creixell Garay (1924-2015) -presidente de la firma Hijos de Juan de Garay SA de 1976 a 1991-, que movido por el entusiasmo que le despertaba la historia familiar y la necesidad de plasmar en una publicación las diversas vicisitudes de la empresa, emplazó a Azpiazu a afrontar este reto. “Es la razón por la que dedico la obra a su memoria, como principal promotor”, recuerda el autor del libro titulado Los Garay. Una saga industrial en Oñati durante 150 años, que hoy tendrá su puesta de largo en el salón de plenos del consistorio (11.00 horas).
El contexto de la época, el siglo XIX, fue desastroso para Euskal Herria, que tuvo que soportar varias guerras: la ocupación francesa y las dos carlistas. “La industria del hierro, principal elemento de la economía estaba en crisis. Una fábrica de fósforos podía iniciar una nueva andadura en la situación de la villa de Oñati y, de hecho, la Poxpolo fabrika fue un revulsivo que consiguió reavivar una economía a la baja. Su apertura tuvo, además, la virtud de dar trabajo a muchas mujeres, un factor importante para reanimar a una sociedad golpeada por la guerra y la emigración”, resalta Azpiazu, que ha buceado en la documentación del Ayuntamiento y de los archivos de Protocolos de la universidad, Tolosa y Alcalá de Henares para alumbrar un extensa crónica de 135 páginas. “Por desgracia se ha conservado poca documentación de la historia de Garay. Cambios, ocupaciones y fuegos han ido destrozando los papeles que podrían habernos descubierto muchos datos”, se lamenta.
En el todavía incipiente panorama industrial de la villa existieron otras dos empresas cerilleras: la que capitaneó Juan Candaudap y Garayoa, y la de José Oñativia y su hijo Juan José. De hecho, los tres constituyen en 1871, según se plasma en el libro, una sociedad colectiva bajo la marca comercial Oñativia e hijo y Candaudap.
gran evolución diversificación Los Garay y los Arregui, que también eran de Oñati, se asociaron para llevar adelante la fábrica de cerillas que tomó el nombre de La Minerva. “De Garay y compañía pasó a denominarse Garay y Arregui. Aunque, en realidad, se trataba de una empresa familiar, porque Arregui estaba casado con una hermana de Cornelio Garay”, detalla Azpiazu.
Para la industria cerillera el último cuarto del siglo XIX fue el más fructífero y, con ello, se consolidó la marca Garay-Arregui. “La exposición universal celebrada en Barcelona en 1888 fue la consagración de la firma. Pero el Gobierno decidió que una industria tan productiva no la podía dejar en manos privadas, y creó el monopolio que controlaba la fabricación y venta de fósforos. Esto supuso un duro mazazo para la empresa oñatiarra (cesó su actividad con el comienzo del siglo XX)”, relata Azpiazu.
Sin embargo, el espíritu emprendedor de Cornelio Garay Zuazubiscar se mantuvo. Empezó dándole participación en la empresa a su hijo Juan, que en 1921 se inició en la fabricación de monturas de paraguas, origen de la actual factoría. Su capacidad para detectar las necesidades del mercado, junto con su aguda visión del futuro motivaron la construcción en 1926 de una fábrica de producción de tubos de acero soldado, que tuvo en los hijos de Juan de Garay Aguirre -Cornelio, Luis y Juan- a los sucesores de la tradición familiar.
Más tarde, en los años 50, se ampliaron los talleres con nuevas infraestructuras para producir tubos soldados y calibrados de precisión cada vez más demandados por la industria del automóvil, la química y la naval. “El protagonismo de la firma se confirmó cuando se le encargó crear el prototipo del Talgo”, apunta Azpiazu.
La producción de componentes para la moto Lube figura, igualmente, en el currículum de esta empresa, cuya constante evolución tecnológica y superación le ha llevado a situarse en primera línea de vanguardia. Así, para 1954 se había instaurado una nueva división de metales dedicada a la fundición de semitransformados del cobre que le convirtió en líder en la producción de barras y perfiles de latón. Durante los años 90 y principios de 2000, con la dirección de Ignacio Garay, se produce la ampliación de las instalaciones productivas hasta los 70.000 m2 de hoy en día, y en 2003 se implantó una nueva área de negocio: la división de componentes tubulares para automoción.
En estos momentos, la empresa tiene tres plantas productivas: la sede central de Oñati, la de Bratislava (Eslovaquia; en 2006) y la de Celaya (México), en funcionamiento desde 2016 .
“Hablar con gente que ha trabajado en Garay (llegó a contar hasta con 700 obreros) supone un aprendizaje para cualquiera que quiera entrar en la historia oñatiarra del siglo XX. Tal y como me contaron, mi propia abuela paterna trabajó en la Poxpolo fabrika a principios del siglo XX”, expone el historiador Azpiazu.
lección de historia local En este último siglo y medio parte de la historia de Oñati está contenida “en los avatares de la fábrica Garay”. “La gente mayor se halla siempre dispuesta a contar anécdotas sobre esta época. Los jóvenes deberían saber sobre qué bases económicas se ha establecido el bienestar de las actuales generaciones, y en este aspecto la presencia de Garay en el municipio es una buena lección de historia local”, sentencia Azpiazu. Una lección que ahora llega en versión libro (a la venta en la Txokolateixia por diez euros).