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De cuando Eibar se ‘divorció’ de Gipuzkoa y se ‘casó’ con Bizkaia

Los eibartarras solicitaron su adscripción a Bizkaia en agosto de 1794, después de que la Diputación de Gipuzkoa decidiera unirse a los invasores franceses.

De cuando Eibar se ‘divorció’ de Gipuzkoa y se ‘casó’ con Bizkaia

Bertako gaia

Eibar vivirá el próximo domingo una auténtica fiesta con motivo del histórico derby que enfrentará en el estadio de Ipurua, por primera vez en la máxima División del fútbol estatal, al conjunto armero con el Athletic club de Bilbao. El buen ambiente está garantizado en una ciudad como Eibar que, por su proximidad geográfica, siempre ha mantenido unas excelentes relaciones con el territorio de Bizkaia. Tanto es así que en la ciudad armera son muchos los que, con su particular sentido del humor, no dudan en asegurar que el eibarrés es “como el bilbaíno... pero con pasta”.

Pero, ¿de dónde viene esa buena relación entre los eibarreses y los vizcaínos?. La respuesta está en la historia de la ciudad, que a finales del siglo XVIII llegó a solicitar su divorcio de Gipuzkoa para anexionarse a Bizkaia.

Todo tiene su explicación y para ello, NOTICIAS DE GIPUZKOA contactó ayer con el historiador eibartarra Jesús Gutiérrez, que amablemente ofreció una interesante información que permitirá a los lectores conocer una curiosa realidad que ya fue recogida en la Monografía Histórica de Eibar que escribió Gregorio Múgica.

Y la invasión francesa

Todo comenzó tras el triunfo de la Revolución Francesa de 1789, que provocó un cambio cultural a nivel mundial y un claro enfrentamiento entre el nuevo modelo liberal francés y las monarquías absolutistas.

Convencidos de que su modelo republicano y liberal iba a contar con el apoyo de los ciudadanos españoles, los franceses no tardaron en decidirse a invadir España para expandir su ideario revolucionario. Así, el 7 de marzo de 1793 Francia declaró la guerra a España que, con el monarca absolutista Carlos IV a la cabeza, se vio inmersa en la Guerra de la Convención.

Según explica Jesús Gutiérrez, “tras prácticamente año y medio de escaramuzas, las tropas francesas empezaron a invadir España el 25 de julio de 1794”. Lógicamente, lo hicieron por las zonas más próximas al territorio francés.

Tras tomar Hondarribia y Donostia, las tropas invasoras siguieron avanzando por la geografía guipuzcoana; al mismo tiempo que el poder de la Diputación territorial se iba limitando. En pocos días la mayor parte de Gipuzkoa quedó en manos de los franceses “salvo el Alto y el Bajo Deba, que es donde se concentraba la industria armera, que tenía en la monarquía española a su principal cliente”.

En ese contexto se llegó al 14 de agosto de 1794; una fecha clave porque ese día la Junta constituida para sustituir a la Diputación de Gipuzkoa propuso la entrada del territorio en el Estado francés. Tan solo puso unas condiciones como “respetar el poder religioso o los fueros”.

Pero ese acuerdo entre Gipuzkoa y Francia no convenció a los vecinos y a los ayuntamientos del Alto y el Bajo Deba, que lo entendieron como una claudicación con Francia y abogaron por ofrecer resistencia.

Fue en esa situación cuando Eibar decidió anexionarse a Bizkaia; un territorio más proclive a preservar la monarquía absoluta. Sin embargo, los eibarreses rápidamente pagaron un elevadísimo peaje por aquella osada decisión; toda vez que el día 21 de agosto los franceses, en clara represalia, “incendiaron el Ayuntamiento, la escuela, el hospital y 116 viviendas”.

La ciudad quedó prácticamente en ruinas; al igual que la vecina localidad de Ermua, arrasada días después.

Y así permaneció la ciudad armera hasta el 22 de julio de 1795; día en que la República Francesa y la Monarquía de Carlos IV rubricaron en Basilea (Suiza) el tratado que ponía fin a la Guerra de la Convención.

A partir de ese momento Eibar, que “oficialmente nunca llegó a adscribirse administrativamente a Bizkaia”, volvió a ejercer como municipio guipuzcoano. De hecho, una de las primeras decisiones que adoptó la villa armera fue la de “solicitar un fondo de solidaridad para que el resto de los municipios de Gipuzkoa le ayudaran en la reconstrucción de la ciudad”.

La monarquía absoluta española también contribuyó a la reconstrucción de Eibar; al mismo tiempo que decidió trasladar “a localidades de Asturias como Oviedo o Mieres” a buena parte de la población eibarresa (y del resto del valle del Deba) que trabajaba en la industria armera.

Esa decisión de alejar la industria armamentística de la frontera con Francia obedecía “al objetivo de la monarquía de evitar que la industria armera y el suministro de armas pudieran volver a caer en manos del enemigo en invasiones futuras”.

Visto lo visto, más que un divorcio, lo de los eibarreses con Gipuzkoa fue una separación temporal con reconciliación incluida. Y es que las partes contrayentes ni siquiera llegaron a firmar los papeles para la ruptura.