Arrasate. Cuando Aitor Olea (Durango, 1969) describe cómo sus dedos flotan por las teclas del órgano, su rostro se ilumina. Lleva enganchado a la música desde pequeño. Ha hecho de ella su profesión. No en vano, además de impartir clases en el conservatorio de Gasteiz, es organista titular de la parroquia de San Pedro de Bergara. Habla con auténtica pasión de un instrumento del que destaca sus grandes virtudes. Con el que conecta a la perfección. "El órgano es un gran aglutinador de sonidos", explica, mientras en sentido metafórico se pone en la piel de un pintor: "Para mí esos sonidos son colores con los que puedes obtener bocetos, cuadros y todo lo que te propongas".

¿Cómo comenzó en la música?

Empecé a estudiar música en Arrasate con Jesusi Etxebarria cuando tenía unos cinco-seis años. Al terminar el Bachillerato hice una prueba de ingreso en el Conservatorio de Donostia, donde entré como alumno oficial de piano. Por aquel entonces, durante la Quincena Musical asistí a un concierto del organista José Manuel Azkue. Aquello fue algo magnético; cuando le vi utilizar con tanta habilidad las manos y los pies me dije a mí mismo que eso lo tenía que aprender yo. Entonces comencé a estudiar órgano en el Conservatorio de Donostia y luego me trasladé al de Baiona. Allí cursé seis años la carrera, estudios que convalidé más tarde en el Conservatorio de Gasteiz. Por otro lado, durante 20 años fui el organista titular de la parroquia de Lekeitio, función que desde 2008 desempeño en la de San Pedro de Bergara. También imparto clases en el Conservatorio de Gasteiz, actualmente como pianista repertorista, y de órgano en la musika eskola de Bergara.

¿Qué destacaría del órgano?

Yo diría que como músico te hace más autónomo. El ámbito melódico y armónico en el órgano se multiplica hasta el máximo exponencial. Como instrumento tiene una función de intercalar o soportar el canto en las iglesias el órgano atesora una larga historia y fue en el siglo XIII cuando se generalizó su uso en los templos. Pero tiene, igualmente, una rica literatura que no tiene nada que ver con la religión. Se puede compaginar perfectamente con la orquesta, el coro y cualquier tipo de instrumento, incluso el txistu o la txalaparta.

¿Cuál es la situación que atraviesa?

El instrumento está vivo, cumple dignamente una función religiosa. Sin embargo, en Gipuzkoa, sin ir más lejos, existen más de 150 órganos, pero muchos de ellos son retablos fónicos que se han quedado mudos porque no hay nadie que los haga tocar, no hay tantos organistas y la mayoría de los que están activos tienen una edad avanzada. En municipios como Azpeitia, Bergara o Astigarraga se ha creado pequeñas escuelas dentro de las musika eskolas que han permitido, con la colaboración de las respectivas iglesias, a que se impartan clases de órgano que ayudan, de algún modo, a dar continuidad al instrumento.

¿Cuándo se puso en marcha esta iniciativa en Bergara?

En 2008. Las clases se imparten en el convento de las Siervas y en estos momentos contamos con siete alumnos, todo ellos adultos.

Sin salirnos de la villa mahonera, desde 2008 es también el organista titular de la parroquia de San Pedro.

Así es. El Stoltz-Frères de San Pedro es una auténtica joya de 1889. Para mi es un auténtico placer poder estar conectado con la historia de este instrumento, que además es un vehículo fantástico para tocar la música romántico-francesa del siglo XIX.

Pero requiere de una intervención. ¿Cuál es su estado de salud?

Su edad es avanzada. El junio del año pasado se le hizo un bypass; se intentó ajustar lo que estaba más decrépito, pero requiere de una restauración urgente. Y su restauración será costosa... Así es y en el actual contexto económico se hace difícil. Se está trabajando en la creación de una asociación sin ánimo de lucro encaminada a intentar recaudar fondos que abran una vía para salvar el órgano.

Ha grabado el CD que junto con el libro biográfico escrito por Xabier Ugarte y José Antonio Azpiazu, se presentaron la semana pasada en Arrasate mañana en Oñati, con motivo del centenario del nacimiento del organista y sacerdote Julián Sagasta Olatxo (Mondragón 1914 - Roma 2005). Por la parte que le toca, ¿qué recoge el disco?

El proyecto está impulsado por Xabier y José Antonio, y estoy muy agradecido de participar en él. En el CD hemos plasmado las piezas que Sagasta, un grandísimo músico y fantástico organista, acostumbraba a repetir en sus conciertos. En el órgano barroco de Ataun hemos gradado obras de autores cuya música fue transcrita y publicada por Sagasta, como gran especialista que fue de la música de órgano antigua. Y en la parroquia de San Juan de Arrasate se ha hecho lo propio con obras de Bach, Max Reger, Aita Madina, César Franck y Franz Liszt.

Si tuviera que destacar un concierto de los que ha ofrecido...

Guardo muy buenos recuerdos de todos. No obstante, destacaría los conciertos pedagógicos porque tenemos que hacer una labor divulgativa. Hay que intentar acercar a la gente el instrumento y viceversa. Y entre ellos, también a jóvenes y niños. Si no hacemos divulgación, si ahora estamos pocos cada vez vamos a estar menos.

Hasta la fecha ha grabado once discos con AusArt Records . ¿Tiene algún otro proyecto en mente?

Siempre le estoy dando vueltas a más de un proyecto (sonríe). En cuanto a conciertos, este próximo viernes siete organistas participaremos en Orio en el homenaje que se rendirá a José Manuel Azkue.