LOS universitarios están en estas fechas inmersos en sus exámenes y pasan poco por el campus, donde más de la mitad de las plazas de parking están desocupadas. Pero la activación efectiva de la OTA en la zona desde el pasado lunes no les ha dejado indiferentes. Ni a los estudiantes, ni al personal de la UPV, ni tampoco a quienes trabajan en negocios cercanos.

El donostiarra Patxi Gamboa considera estos días que el sistema de pago tiene una finalidad "totalmente recaudatoria". Numerosos estudiantes muestran también su desacuerdo con el sistema, aunque la mayor parte de ellos dicen que no les afecta demasiado porque van a clase en autobús o en moto. Teniendo en cuenta que la puesta en marcha del servicio ha coincidido con el periodo de exámenes, los ánimos están más puestos en los apuntes que en los parquímetros.

"La OTA me parece fatal", manifiesta la estudiante de magisterio Irati Otaño. Procedente de Zestoa, la universitaria explica que solo se traslada a Donostia en coche en ocasiones contadas, como por ejemplo, cuando tiene que examinarse. "Prefiero el bus porque me sale más rentable, así no tengo que pagar la autopista, la gasolina, la OTA... ", añade.

Por su parte, Borja Muñoz, estudiante en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, reclama al Ayuntamiento y a la universidad más información, y argumentos que expliquen por qué "de buenas a primeras" se ha incluido el campus en el espacio de aparcamiento regulado. Desde su punto de vista, "no es necesario" y "es una putada para la gente que viene de lejos".

Doble trabajo

Atender el bar y a los usuarios

Tomás, trabajador de la UPV, relata que el sistema de pago no le afecta como empleado porque aparca su vehículo particular en el parking privado de la universidad durante su jornada laboral. Sin embargo, en el ámbito personal, la OTA le reporta numerosos inconvenientes: "Mi padre de 90 años vive aquí, por eso cuando vengo con la familia aparco el coche durante varias horas. No vamos a venir con la cazuela llena de comida en el autobús".

Asimismo, incide en que los parquímetros "no funcionan bien" y los propios trabajadores de la OTA reconocen que las máquinas "están locas".

Precisamente, dos oteros que trabajaban el pasado miércoles en la zona indicaban que en un primer momento "hay que adaptarse" a las nuevas máquinas, en las que es necesario incluir el número de la matrícula del coche para obtener el tique de aparcamiento. También relativizaban los problemas alegando que "como en todo lo nuevo, hay cosas que fallan, y que necesitan algunos ajustes".

Según opina Raúl, trabajador de Eysa (empresa que gestiona la OTA en la ciudad), los jóvenes asimilan mejor el funcionamiento de estos dispositivos, por lo que en la zona universitaria sus labores informativas se han reducido respecto a otras zonas de la ciudad. Aunque observa que los estudiantes "aprenden antes, pero pasan más".

A la hora de multar, asegura que están tratando de ser "lo más razonables" que pueden y da a entender que no han recibido instrucciones para sancionar a diestro y siniestro a quien se le pase la hora límite del tique.

Su compañero bromea diciendo que un tercer otero, simpatizante de uno de los partidos mayoritarios de la oposición en el Consistorio, les alentaba: "Poned multas, poned multas", con la intención de enfadar a los ciudadanos y perjudicar, así, al Gobierno donostiarra.

De momento, las primeras grúas ya se acercaron ayer al campus y retiraron algún vehículo al que se le acumulaban las multas en el parabrisas.

Resolviendo dudas

Información y monedas

El caso de la hostelera Ana Alonso es, cuando menos, singular. Desde que se implantó la OTA en el campus, además de las labores propias de su bar, ha asumido un segundo trabajo: atender a los usuarios del aparcamiento regulado. Ahora cobra lo mismo que antes, pero gasta 100 euros más al mes por aparcar su coche, "aparte de los impuestos", puntualizaba. Cree que debería "cobrar un sueldo del Ayuntamiento" por el tiempo que dedica a informar a las personas que acuden a ella para preguntar cómo funcionan los parquímetros y pedirle cambios en monedas para sacar el tique, o para saber si pueden aparcar aquí o allá, y hasta qué hora. "Hay gente que se va enfada porque no les doy cambio, pero no tengo ninguna obligación de ir a la caja de ahorros y pedir monedas a diario para hacerle el servicio al Ayuntamiento", protesta.

En poco más de diez minutos, dos usuarios entran al local, uno para saber a partir de qué hora debe pagar por aparcar y otro para pedir cambios. Ana conoce perfectamente el horario de los vigilantes del aparcamiento, que antes de insertar las monedas en el parquímetro hay que registrar la matrícula, también la señalización que identifica las zonas de alta ocupación, en qué plazas se puede estacionar hasta nueve horas y en cuáles solo tres. Se ha convertido en una experta por obligación, pero esto le molesta "enormemente".

En el recinto, la mayor parte de los vehículos aparcados muestran los tiques de la OTA en los salpicaderos, pero otros ya acumulan multas por "exceder el tiempo máximo señalado" (nueve euros si se paga en doce días; si no, 24), y por "estacionar sin título habilitante preceptivo" (12 euros por pronto pago; si no, 30).

Solo una de las personas consultadas no ve del todo mal la OTA en el campus. "Ayer aparqué de 11.30 a 19.00 horas por dos euros, no me parece abusivo", destaca el usuario.

Por cierto, alguno de los nuevos parquímetros del campus y de la plaza José María Sert de Benta Berri han sido mancillados con pintadas que de claman OTA ez.