zumarraga. ¿Por qué decidió escribir este libro?
No conocí a mis abuelos, pues murieron bastante antes de que yo naciera, y desde siempre he sentido la necesidad de buscar mis orígenes. Escribí al pueblo donde había nacido mi padre: Almonacid de la Sierra, en Zaragoza. Allí encontré los datos de mi abuelo, de mi bisabuelo y de mi tatarabuelo. Este último nació en Beasain. Así, llegué a Zumarraga. A partir de mi séptimo abuelo, que nació en 1678, eran todos originarios del caserío Aranburuetxeberri. Posteriormente me puse en contacto con el archivo de Zumarraga, vine aquí y empecé a armar un libro. Pensé que era muy importante dejar información a mis hijos. Tengo nietos, supongo que ellos tendrán hijos... y en una casa no se puede encontrar nada mejor que información sobre los antepasados. A todos, en algún momento de nuestras vidas, nos pica la curiosidad y queremos saber de dónde venimos.
¿Cuál es el contenido del libro?
En realidad es la historia de la búsqueda de la historia: lo que fui sintiendo a medida que iba investigando. Esto es parecido al trabajo del coleccionista: cada vez que uno consigue un nombre es como conseguir un sello. Es adictivo. Uno lo puede hacer más profundo o menos profundo, porque la cantidad de nombres que se puede juntar es inimaginable. Todos tenemos abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... Si te digo que en 30 generaciones hay 2.147 millones de nombres no me vas a creer, pero es cierto. Lo que pasa es que normalmente las investigaciones se cortan porque un acta no está bien escrita o en alguna iglesia se perdieron los libros.
¿Qué más diría del libro?
He descubierto que provenimos de Aranburuetxeberri, un caserío que lleva 500 años en pie. Conozco a los dueños y los he visitado varias veces. El libro tiene también información: todas las líneas genealógicas en forma de tabla. No sé cuántos nombres he metido en el libro, pero son muchos más de 1.000. Uno de los objetivos del libro es que la gente se anime a hacer este tipo de trabajos: yo no soy historiador ni genealogista y he podido, por lo que cualquiera podría.
Ha dicho que el libro cuenta el proceso de búsqueda. ¿Recuerda alguna anécdota en especial?
Mi décimo abuelo se llamaba Apolinaris. Es un nombre raro. En Gipuzkoa no hay nadie en los últimos 500 años que se llame así. No sé por qué le pusieron ese nombre. Hubo legiones romanas que se llamaron así, por Apolo. El único Apolinaris que conozco es mi nieto: mi hijo le puso ese nombre en honor a su undécimo abuelo.
¿Cómo le recibieron en el caserío cuando lo visitó por vez primera?
Les escribí cartas y un día recibí una llamada de María Teresa Etxezarreta diciendo que se ponía a mi disposición. En 2007 vine aquí por vez primera. Conocer el caserío fue impactante: pensar que hace 500 años un antepasado mío estaba mirando aquel mismo paisaje por aquella misma ventana...
¿Tiene parientes en Zumarraga?
Mi undécimo abuelo no era el hermano mayor, por lo que tuvo que dejar el caserío. Arrendó uno en Beasain y vivieron allí durante casi 100 años. Con la invasión francesa, mi tatarabuelo se fue a luchar a Zaragoza y se quedó allí. No era el hermano mayor, por lo que volver a Beasain no tenía mucho sentido. Era tonelero y se instaló en una zona vinícola. Con la venta de toneles hizo dinero y abrió una bodega.
¿Cuándo emigró su familia a Argentina?
Mi abuelo y mi padre nacieron en Almonacid de la Sierra, pero en 1909 mi abuelo se llevó toda su familia a Argentina. Aquí se vivían años difíciles, tras la muerte de mi bisabuelo su fortuna se dividió en siete, en aquella época una plaga destruyó las viñas...
¿A qué antepasado destacaría?
Varios fueron alcaldes de Zumarraga. Era gente ligada a la actividad municipal y cuando se tomaron decisiones importantes tuvieron una presencia relevante. Otro abuelo mío fue escribano.
¿Da por finalizado el trabajo?
No, esto no se termina nunca. Me encantaría escribir una novela de historia medieval referente a mi familia. Para ello tengo que aprender mucho todavía acerca de cómo era la vida aquí. De momento he escrito algunos cuentos sobre la vida en el caserío.