Uxue Barkos (Pamplona-Iruña, 1964) volvió a pisar hace unos días el Parlamento de Navarra para recordar los 10 años de las elecciones forales de 2015, que le permitieron alcanzar la presidencia. Una “fecha a recordar”, dice, “no con vocación de nostalgia por lo pasado”, sino porque “entonces arrancó un cambio profundo” de dinámica política y social con “muchos efectos” que perduran hoy.

¿Qué recuerdos le vienen de la noche electoral?

Jo, fue tremenda (se ríe). Tardaron mucho en llegar los resultados. Recuerdo la emoción y la responsabilidad, porque a Geroa Bai le iba a tocar liderar el cambio de correlación de fuerzas en el Parlamento. Tocaba conformar un Gobierno que iba a tener muchas dificultades, yo era muy consciente esa misma noche, pero con la emoción de poder dar respuesta a tantas personas. Y pensé mucho en mi aita, que hubiera flipado (se ríe).

Por ser algo ansiado para una parte de Navarra, arrinconada cuando no estigmatizada.

Así de claro. Era el triunfo de la pluralidad cierta de Navarra por primera vez en sus principales instituciones. Navarra es muy plural políticamente, pero durante décadas parecía una realidad acartonada, sin relieve. La convivencia es rica cuando se reconoce la pluralidad de una sociedad.

Existía temor y recelo, incluso odio en ciertos sectores.

Yo creo que miedo en la sociedad no existía. Lo pretendieron inocular determinados sectores acostumbrados a trabajar en esto. Recuerdo una reunión posterior a las elecciones, con la ejecutiva de la CEN, siendo evidente que íbamos a conformar Gobierno, en la que desde la entonces presidencia de la CEN se hicieron algunas reflexiones a las que yo no daba crédito. A lo mejor teníamos nosotros más temor de saber si seríamos capaces de aguantar con estabilidad esa situación. O cuando vimos cuál era la situación financiera de Navarra, muy mala.

Tal ruido pudo volverse en contra de sus intérpretes, usted planteó un cambio tranquilo y lo fue. De hecho es un cambio que 10 años después continúa produciéndose, con otros protagonismos, porque así se ha decidido en las urnas. ¿Fue difícil encarrilar el acuerdo programático?

"Hizo falta mucha generosidad, mucha inteligencia y mucho trabajo, fue muy trabajoso"

Hizo falta mucha generosidad, mucha inteligencia y mucho trabajo, fue muy trabajoso. Hace poco el politólogo Josep Maria Reniu me dijo que flipó con ese acuerdo porque contenía un capítulo de desacuerdos. Le parecía un acierto. Entre los socios ya sabíamos dónde teníamos diferencias y las tasamos. Cuando te reconoces también en eso da mucho relajo. El acuerdo tenía un grado de concreción hasta un punto hermosamente ingenuo. Era imposible de cumplir en su extensión, con mucha pasión política contenida durante décadas. Creo que se trabajó de una manera muy responsable, con mucha seriedad, entre maneras internas muy diferentes. Es verdad que luego se produjeron inestabilidades, en algunos casos desde Podemos, que no era una formación clásica. O diferencias que en la calle no se podía entender en torno a la ley del euskera. Izquierda Unida, por ejemplo, estaba en contra de llevar la oficialidad a todo el territorio...

¿La parte más delicada en la negociación fue con EH Bildu?

No, no... Había cuestiones que nos separaban como nos separan hoy, nuestra mirada absoluta y definitivamente crítica a cualquier tipo de violencia. Para nosotros tiene la misma carga crítica la violencia franquista, que la terrorista. Eso no impidió trabajar en otros ámbitos, máxime cuando estábamos representando a mayorías incontestables de esta sociedad.

Alguien podría decir que era una líder muy líder, con ‘auctoritas’.

Las mujeres probablemente tenemos siglos de cultura de los cuidados, ejercemos un poder normalmente compartido, buscamos consensuar. El hombre, con siglos a sus espaldas de cultura de conquista, ejerce un poder de ordeno y mando. No sé si había auctoritas. Yo creo que compartí mucho, explicaba y razonaba mucho, y hablé incansablemente con todo el mundo, y acerté y desacerté como todos muy seguramente. Pero buscamos conformar un buen equipo, y creo que Navarra lo tuvo, de personas apasionadas y que trabajaron mucho por su sociedad.

Usted accedió al Gobierno en tiempos de Rajoy en la Moncloa.

Y negociamos cosas muy importantes con el Partido Popular, supimos hacerlo, por ejemplo, la reforma del sistema de definición de la aportación de Navarra al Estado. Una reforma del Convenio correosa y profunda, donde el consejero Mikel Aranburu y el departamento de Hacienda se marcaron un trabajo magnífico. En lo político con Cristóbal Montero forzamos la máquina, tuvimos broncas muy gordas, pero lo hicimos en defensa del interés de Navarra. El PP no nos quería dar aquel acuerdo y Navarra estaba pagando mucho dinero de más, de varias decenas de millones de euros al año. En un momento dado, vimos que el Gobierno central había parado esa negociación. Fue arriesgado, pero decidimos a 31 de diciembre, cuando a Navarra le tocaba pagar el último trimestre de la aportación, que íbamos a detraer lo que estimábamos que se debía con un acuerdo. Tuve una bronca gorda con Montoro, pero al final lo resolvimos bien, y se firmó.

¿Encontró en la oposición algún aval fuera de micrófonos?

No, al contrario. Llamé a todos los portavoces para contarles lo que habíamos hecho. El Gobierno central no firmaba un acuerdo que ya habíamos alcanzado y por lo tanto, Navarra no iba a pagar lo que no le correspondía. Me sorprendió profunda y tristemente la falta de seriedad, rigor, y sobre todo, de categoría en declaraciones posteriores de dos líderes de la oposición, no voy a decir quiénes.

El inicio fue ya complicado con el PP poniendo el foco, y lo que luego trascendió, sobre María José Beaumont.

"Nunca, ni Miguel Sanz ni Yolanda Barcina, ni ningún socialista se había visto en una de esas"

Y no solo, pongo otro ejemplo. El Tribunal de Cuentas solicitó en 2017 a Navarra sus cuentas para auditarlas. Un año más, como siempre había hecho UPN en defensa de la posición navarra, respondí que nuestras cuentas las audita la Cámara de Comptos, quien como todos los años posteriormente enviaría su resumen al Tribunal de Cuentas. Como siempre se ha hecho. Oiga, nos encontramos con que El País, en su edición digital, dijo que el Tribunal de Cuentas iba a pedir procesamiento de la presidencia de Navarra por declararse en rebeldía. Respondimos rápidamente, de hecho El País no llegó a publicarlo en papel, pero realmente el Tribunal de Cuentas se planteó denunciar a la presidenta de Navarra y declararla en rebeldía. Nunca, ni Miguel Sanz ni Yolanda Barcina, ni ningún socialista se había visto en una de esas. El acoso a ese Gobierno fue tremendo. Se intentó de todo, desde diferentes instituciones e instancias.

¿Ahí enmarca en parte el 'caso Altsasu'?

No tengo ninguna duda de que en otras circunstancias no hubiera tenido aquella trascendencia de acoso a aquellos jóvenes. Lo dije claramente, se me echaron encima, pero nadie pudo decir lo contrario. Era aplicar el Código Penal con el código postal.

Estuvo una hora departiendo con el rey una vez investida.

Hablamos largo y tendido de muchas cosas.

¿Se vio en la necesidad de darle muchas explicaciones?

No, en absoluto. Pero sí es verdad que era un momento muy especial. Había habido cambios en muchos gobiernos, con la llegada de Podemos en muchas instituciones frente a la realidad del Gobierno central, en manos del Partido Popular. También quise, porque creía que así debía ser, informarle que íbamos a llevar a cabo algunos cambios que a él le afectaban, como el de desvincular el premio Príncipe de Viana de lo que no fueran instituciones navarras. Anunciárselo me parecía de ley.

¿Y eso se encajó regular?

Fue por supuesto un encuentro tan protocolario como respetuoso a las instituciones mutuamente.

¿Del día de la investidura recuerda algo especial?

Yo dije muy a gala que iba a ser una presidenta abertzale en una comunidad que mayoritariamente no lo es.

Esa frase sorprendentemente sorprendió.

"Al principio había personas que venían al despacho y yo veía que estaban buscando la ikurriña. A una llegué a decirle: no busques, no he venido aquí para eso"

Eso es. Mire, me preguntaron si me iba a poner la ikurriña. Y dije que a mí me gustaría verla ondeando junto con la bandera de Navarra por derecho propio, porque así lo decidiesen los navarros y navarras alguna vez. Recuerdo que una persona muy cercana políticamente torció el gesto como si no hubiese tenido que decirlo. Yo nunca me iba a esconder. Todo el mundo sabe lo que pienso, y esa frase fue muy meditada por mi parte. Al principio había personas que venían al despacho y yo veía que estaban buscando la ikurriña. Nunca la hubo. A una llegué a decirle: no busques, que no hay ikurriña, no he venido aquí para eso.

¿La relación de Geroa Bai con Esparza ha sido monocorde, ha tenido fases o alguna ventana de oportunidad no abierta?

Uno de los objetivos de ese cambio con vocación de tranquilidad y profundidad requería –van a pasar 12 años y parece que no aprenden– un cambio de UPN en su relación con la realidad política de Navarra. UPN ha vivido muy cómodamente en la teoría famosa de los quesitos. Aquella ecuación tan pragmática de Miguel Sanz, apartando a todo lo que tenga que ver con abertzalismo, gobernando con la mitad menos uno como si tuviera la mitad más uno. Eso ya no sirve. Se terminó. Por suerte, primero, se terminó ETA, lo que no ha terminado es el dolor de las víctimas, a las que acompañaremos siempre, y se terminó una manera absolutamente torticera de hacer política frente a la pluralidad de Navarra. Esto es lo que UPN no acaba de entender ni aprender, porque sigue erre que erre viviendo de los mismos fantasmas. Así que la relación es una de las asignaturas pendientes, pero de ellos, porque a este paso van a seguir fuera de las instituciones de esta comunidad durante mucho tiempo, y será un error. Yo creo que tampoco es bueno para Navarra que UPN siga en ese aislacionismo autoinfligido, porque, de verdad, democráticamente no es bueno, y desde luego, para aquellas navarras y navarros que votan legítimamente a UPN que su partido siga en el ostracismo voluntario. Un error.

¿De qué está más satisfecha en el desarrollo de esos cuatro años?

En muchas cosas. De la implicación de Navarra en el ámbito europeo a través de la Eurorregión y de nuestra presencia convencida en Madrid. Trabajo brillante de Ana Ollo con Mikel Irujo. En materia de convivencia, de reconocimiento de víctimas, del trabajo brillantísimo de Álvaro Baraibar. El poso que ha dejado... La emoción que sentí en el homenaje a la familia de Mikel Zabalza; me parecía básico, luego no quise molestar más. También del reconocimiento muy especial a víctimas de ETA, algunas sin reconocer. De la memoria histórica, los homenajes, por ejemplo, a las maestras y maestros, el primer banco de ADN público... El trabajo con la Sociedad Aranzadi que nos ha permitido una relación con las instituciones navarras y que permitió encontrar... (se lleva las manos a un colgante de la Mano de Irulegi). ¿Qué más? Del Convenio, recuperar las cocinas para el Hospital de Navarra, algo tan básico. O de llevar Modelo D, porque así lo mandataba la ley, de ir a la escuela pública, a pesar de las dificultades y la racanería con la que todavía lo vivimos hoy.

Un segundo mandato liderado por Geroa Bai habría dado...

Pero fíjese, Geroa Bai en las elecciones de 2019 sacó un magnífico resultado, creció un 12% de voto...

¿Trabajaban sobre la expectativa de un segundo mandato?

Sí, creímos que podríamos repetir, y no vimos algo tan básico como que Podemos estaba sufriendo un retroceso importantísimo y que ese voto volvía al PSOE. Con unos resultados lo suficientemente importantes como para liderar el siguiente Gobierno y hacerlo sin UPN.

¿Hay temas que tienen difícil traducción en las urnas, y parte de los avances no tuvieron premio?

Todo lo contrario. Han tenido castigo. Por ejemplo, el asentamiento, despacito y con mucha tranquilidad, del euskera en la Administración permitió a los partidos nacionalistas españoles, UPN y PSN, hacer una cosa de la que me arrepiento cómo lo gestionamos, no de lo que hicimos. Pero sí nos castigó, claramente, permitió lanzar el fantasma de que estábamos imponiendo el euskera. Nada más lejos de la realidad. No hay más que ver, que a día de hoy seguimos trabajando en que el euskera llegue a la Administración de Navarra en términos de realidad sociolingüística, ni más ni menos. ¿Me arrepiento de lo que hicimos? De ninguna de las maneras.

Y en torno al euskera...

"UPN y PSN tuvieron capacidad para hacerle creer a la ciudadanía que se le estaba imponiendo el euskera"

¿Nos acordamos de la famosa manifestación –de nacionalismo español– de aquella que iba con una txistorra? Ahí estaban UPN y PSN. Claro, batallar contra todo eso... Tuvieron capacidad para hacerle creer a la ciudadanía que se le estaba imponiendo el euskera. Lo niego rotundamente. Hubiera vuelto a hacer lo mismo. Yo llegué al Gobierno para gobernar para todo el mundo, y, no se lo creerán, pero poner al euskera donde le corresponde a esta sociedad es gobernar para todas y todos los navarros. Aunque todavía haya quien crea la mentira de la imposición.

Bildu tiene la ventaja de ser relevante sin desgaste en la gestión. ¿En 2027 se debería corresponsabilizar de un Gobierno o debe imperar la actual fórmula?

Bildu está viviendo un momento dulce en todo el Estado porque de repente hemos descubierto que se puede hacer política negociando y trabajando. Algunos llevamos muchas décadas en eso. Pero está muy bien, es lo que llevábamos décadas pidiendo a Herri Batasuna. Bueno, Bildu está descubriendo las mieles de esto. Los partidos políticos, como las personas, como las sociedades, tienen sus momentos de ola. Bildu está en la de subida, clarísimamente, por eso creo que es tan importante, especialmente en la política navarra, una pequeña realidad de contención que es el espacio político que lidera Geroa Bai. Pero a Bildu le va a tocar moverse, ya le está tocando en ayuntamientos, y ya vive momentos bien poco gratos.