Leticia Landa forma parte de La Cocina una organización que ha transformado la vida de cientos de emprendedores de la industria alimentaria en San Francisco, en Estado Unidos. Fundada con la visión de ofrecer acceso a cocinas comerciales y apoyo integral a quienes desean iniciar su propio negocio de comida, La Cocina se ha convertido en un referente de incubación gastronómica. 

¿Cómo empieza este proyecto?

Surgió porque varias organizaciones en la zona de la Misión, estaban apoyando a microempresas. Se dieron cuenta de que muchas personas, principalmente mujeres latinas, tenían las ideas pero no lograban arrancar. Faltaba algo clave para los negocios de comida: una cocina. A través de The Women’s Foundation of California consiguieron una cocina comercial, y se convirtió en la de la organización. La idea era rentarla a bajo costo para que la gente pudiera iniciar sus negocios. Pero se dieron cuenta de que no solo se trataba de tener acceso a la cocina, también hacía falta apoyo en lo relacionado con el negocio. De ahí nació la idea de ofrecer acompañamiento y recursos.

¿Qué fue lo que le hizo pensar: “esto podría cambiar vidas”?

Desde que leí sobre la organización me di cuenta de lo poderoso que era. No se trataba solo de trabajar en un restaurante, sino de la posibilidad de ‘ser dueño’. Eso es algo que impulsa muchísimo la movilidad económica. Al ver que esta organización le estaba dando a la gente la oportunidad de tener sus propios negocios, entendí lo transformador que podía ser.

Tras 15 años, ¿hay algún fracaso que recuerde?

La primera vez que hicimos un festival de comida callejera. Cerramos la calle enfrente de la cocina y poner puestos de mercado con los emprendedores. Pensamos que iban a llegar mil o dos mil personas… y llegaron más de diez mil. Todo se nos acababa. Mis memorias de ese día son de estar corriendo a comprar más cervezas, a por cambio… Fue un buen fracaso, pero un buen fracaso. 

Si tu vida en la cocina fuera un plato, ¿cómo sería?

Para mí lo más padre es que entras y hay comida de todo el mundo en un mismo lugar. Pienso en esas ensaladas que tienen muchos ingredientes y que al mezclarlas vas probando un poquito de todo. Para mí la cocina es eso: cada cultura, cada inmigrante, cada persona trae sus recetas, pero siempre ves conexiones. 

Cuando los proyectos se independizan, ¿seguís manteniendo esa relación, un poco de madre?

Tenemos esa conexión. Lo que más me gusta del trabajo es la comunidad. Cuando alguien se gradúa, además de que seguimos en contacto, esa persona también aporta recursos a quienes vienen detrás. Pueden ir a los restaurantes para hacer sus prácticas. Y tenemos diferentes oportunidades para que los negocios graduados sigan conectados.

¿Qué siente al ganar este premio? 

Increíble y un poco overwhelming (abrumada). Es tanta atención pero al mismo tiempo es un orgullo muy profundo. Son 17 años haciendo este trabajo, que no siempre es fácil. Hay muchísimos retos y es difícil estar siempre buscando recursos. Entonces, que llegue un reconocimiento desde afuera y desde un lugar tan lejano es algo súper significativo.

¿Hay alguna historia que aún le sorprenda?

Justo hace dos viernes estuve en un programa de radio con una emprendedora que se llama Nait. Es de Cambodia, la conocí en 2014, la primera vez que vino a La Cocina con su sopa. Y fue de esos momentos en que piensas: este es un plato tan especial que merece ser un negocio. Hoy, ella es de las chefs que más premios ha ganado, salió en Netflix en Chef’s Table, tiene su restaurante en el Ferry Building y acaba de publicar su libro de cocina. Ver ese arco es algo que me ha da muchísimo gusto.

El 70% de tus participantes mantiene negocios activos después de 10 años. ¿Cuál es el secreto?

Darles mucho tiempo a las personas. Que no solo la organización les dé oportunidades, sino que también tengan a otras emprendedoras y personas en las que puedan apoyarse. También es importante que su comida sea increíble. Por último, contar con referentes de chefs reconocidos, como Joan Roca, puede motivar y guiar.

La situación migratoria en EE. UU. Es complicada, ¿cómo lo vive siendo hija de mexicanos?

Siempre ha habido gente que odia a los inmigrantes, que es racista o que tiene miedo de lo diferente. Ahora esas voces están más fuertes. Lo importante es que, cuando esas voces se hacen más fuertes, nuestras voces también tengan que ser más fuertes. Tenemos que contar más historias sobre lo importante que es ser mujer, sobre los derechos que necesitamos, y sobre lo valioso que son los inmigrantes y cómo enriquecen nuestra sociedad. 

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Emprender es muy complicado. ¿Qué cambios harían falta para que fuese más fácil?

El talento, las ganas y la pasión existen, pero la oportunidad es muy desigual. Solo si tienes mucho dinero se convierte en una posibilidad. ¿Cómo se puede dar acceso a más personas? Creando centros de recursos y ofreciendo educación. Me gustaría que las políticas de los gobiernos siguieran cambiando en ese sentido. A nivel más personal, si quieren que existan pequeños negocios, tienen que apoyarlos: hay que ir a comer a esos lugares.