Poca gente hay en Gipuzkoa que no sepa quién es Jesus Mari Satrustegui, Satrus, quien fuera el máximo goleador de la Real Sociedad en la etapa más gloriosa del club txuri-urdin.

Sin embargo, no todo el mundo sabe cuál fue la trayectoria del navarro tras la lesión que le dejó fuera del terreno de juego, ni que la vida le llevó a convertirse en uno de los más conocidos distribuidores de vino de Gipuzkoa, siendo terriblemente popular en la hostelería y restauración de la provincia.

Satrus nació un lejano febrero de 1954, en Pamplona, de manera accidental en todos los sentidos: “Mis padres vivían en Lekunberri, y ese día cayó una nevada terrible, con lo que finalmente nací en el taxi”.

Tras vivir unos añitos al pie del Aralar, la familia se trasladó a Iruña. “Mi padre era director de Montes de la Diputación de Navarra y le destinaron a la capital, así que crecí en el 75 de la calle Estafeta, un lugar ideal para ver el encierro”. De hecho, recuerda el exfutbolista cómo en su día llevó a no pocos compañeros a disfrutar de los sanfermines. “En mi balcón estuvieron viendo correr a los mozos Zamora, Arconada… Medio equipo pasó por allí”.

Su valía para el fútbol y su espíritu de superación le llevaron a la Real, donde lo dio todo, convirtiéndose en el pichichi indiscutible del equipo hasta que se vio obligado a dejarlo por una lesión sufrida cuando contaba 28 años. “Estaba en mi mejor momento”, recuerda con cierta amargura Satrus: “Fue en un partido contra el Zaragoza en el 82, justo después de jugar el Mundial”.

El vino como alternativa

Lo que no sospechaba entonces Satrus es que la vida le iba a llevar por un camino completamente diferente. “Pasados unos años, estaba asociado a Miguel Santos en una tienda de deporte, Easo Sport. Y de repente, un día vimos un anuncio en prensa en el que las bodegas Muga de Haro buscaban distribuidor para Gipuzkoa. Muga había sido siempre uno de los vinos que más nos gustaba cuando teníamos celebraciones en la Real. De hecho, para mí y para dos o tres jugadores era nuestro favorito… ¡Era el rey!”, afirma orgulloso. “Así que lo comenté con mi socio, acudimos a la entrevista, sin muchas esperanzas, la verdad sea dicha, y para nuestra sorpresa nos concedieron la distribución”.

A partir de aquí, todo es historia: “Terminé separándome de mi socio y me junté con mi hermano menor, Jose Ignacio, que también había sido futbolista y también se había lesionado. Y entre los dos hemos llevado todos estos años la empresa, inicialmente Comercial Satrústegui, y Vinos Satrústegui al cabo de unos años”.

Como distribuidor de vinos, Satrus ha intentado aplicar siempre la filosofía que seguía en el mundo del deporte: crear un buen equipo, ser constante, no rendirse… “La gente te abre inicialmente la puerta porque te conoce, pero luego tienes que ser cumplidor y serio. Siempre les digo a los chicos que trabajan con nosotros que aquí lo más importante es el cliente, y que tienen que tratarlo como si fuera de su familia. Los clientes son tu vida y tienes que atenderles bien”.

Me han llegado a llamar en sábado”, insiste Satrus, y he tenido que acudir desde Navarra a atenderles por una urgencia… "¿Y sabes qué te digo? ¡Que no pasa nada! Es lo que hay que hacer. Esta filosofía ha hecho que la gente nos dé confianza y hemos mantenido clientes toda la vida”.

Otra constante que ha mantenido Satrus durante toda su vida laboral ha sido la de buscar la calidad y la diferenciación. “En vez de pretender abarcar mucho, hemos buscado una buena casa en cada D. O., así, además de Muga, hemos llevado Pago de Carraovejas en Ribera, Pagos de Araiz en Navarra, Txomin Etxaniz en Gipuzkoa, Aldahara en Somontano… En muchos casos, vamos a bodegas de poca producción y mucha calidad”, afirma. Y añade: “Esta última (por Aldahara) me enamoró desde el momento en que fui a la bodega. Según llegamos a sus campos, vi cómo se levantaban varias bandas de perdices, algo que no he visto ni en mi pueblo, en Navarra”.

Y es que Satrus es también cazador, aunque cada vez puede ejercer menos esta afición. “Las consecuencias de la lesión cada vez pesan más y mis últimas salidas al Pirineo me han pasado factura”.

Hace ya unos cuantos años que Satrus se trasladó con su familia al pequeño municipio de Aldaba, cerca de Irurtzun. “Mi hija sufría de asma y nos recomendaron un cambio de aires. Y por los hijos haces lo que sea”, afirma. En este lugar Satrus encontró la serenidad que no había tenido en sus años mozos, algo que ahora, recién jubilado desde el pasado mes de marzo, agradece especialmente. “En Aldaba soy feliz trabajando la huerta, cultivando mis tomates y mis verduras, y paseando por los montes de los alrededores con mis perros”. El navarro es un apasionado de los setter irlandeses, canes a los que mima llevándolos al monte, cortándoles el pelo...

A día de hoy, Jose Ignacio sigue con la distribuidora y Satrus se dedica a su huerto y sus perros, no perdonando, eso sí, su reunión de todos los lunes al mediodía con los amigos que ha ido haciendo a lo largo del año en hostelería.

“Nos juntamos a comer los lunes, y con esa excusa echamos la partida de mus y hablamos de lo divino y lo humano”. El bar Bidea Berri de la calle Karkizano es su cuartel general, y por allí pululan Bernando Beltrán, Joaquín Pollos, Néstor Morais y otras viejas glorias, retiradas o activas, de la hostelería donostiarra de toda la vida. “Buenos amigos que hemos hecho a lo largo del camino”, matiza Satrus, satisfecho.