Había –y todavía puede haberlos– motivos para congratularse por el principio de acuerdo entre el Gobierno israelí y Hamas para un alto el fuego en Gaza. Alto el fuego es el eufemismo que sustituye al aplastamiento de facto al que el ejército hebreo ha sometido a la población palestina de la franja durante 15 meses, que ha costado la vida a al menos 46.000 personas, aunque algunas fuentes sitúan la cifra en el entorno de las 75.000 víctimas mortales. La perspectiva de que el domingo cesen los combates no está descartada, pero la suspensión de la firma del acuerdo, anunciada por parte del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, pone de manifiesto la fragilidad del mismo. No porque no contemple los pasos para una resolución, siquiera parcial, de la crisis que permita la liberación de los rehenes israelíes y el excarcelameinto de presos palestinos. Con sus mimbres, el futuro diálogo entre las partes se podría acometer simultaneándolo con la puesta en marcha de la reconstrucción, asistencia humanitaria y estabilización de la vida de la población en el que es el mayor campamento de desplazados del mundo. El problema de este proyecto es lo dilatado del proceso, del que solo se ha suscrito el procedimiento concerniente a las próximas seis semanas, la desconfianza mutua y la necesidad de las partes de mostrarse aún como vencedoras de un pulso en el que sigue perdiendo, y mucho, la población civil. Desde que los atentados terroristas de Hamas provocaran la muerte de más de un millar de personas y el secuestro de varios cientos, la percepción de inseguridad se ha asentado en una mayoría de la población israelí, dejando las manos libres a la reacción brutal ordenada por Netanyahu y de la que se beneficia en su propia situación de inestabilidad política y judicial. Los últimos quince meses vuelven a desplazar una generación las posibilidades de convivencia en la región. El acuerdo no afronta esa necesidad ni amplía el foco a la necesaria estabilización de Cisjordania, sometida a colonización hebrea. El germen de las matanzas sigue activo y ni Hamas ni el Gobierno de Netanyahu tienen interés alguno en extirparlo con un diálogo que debe partir del derecho de la contraparte a existir y gobernarse. Un auténtico proceso de paz para la región no está en la agenda.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
