El diagnóstico del lehendakari, Iñigo Urkullu, para el año en curso habla de los elementos con los que Euskadi está en disposición de responder y mitigar el impacto de un panorama de incertidumbre derivado de situaciones ajenas a la propia realidad vasca pero que la tensionan igualmente. En su reflexión, Urkullu no escatimó argumentos ni eludió polémicas pero sí quiso situar en su justa medida las necesidades y retos objetivos que es preciso encarar, diferenciándolos de los eslóganes y meras aseveraciones propias de un año que inicia el largo ciclo electoral de municipales y forales, generales y autonómicas. Los compromisos del Gobierno Vasco y su materialización centraron gran parte de su intervención, que describió los compromisos socioeconómicos y sus prioridades en materia de salud, educación, políticas sociales o desarrollo económico e innovación. El lehendakari respondió con una descripción de hechos a las polémicas mas recientes y los mantras interesados que las acompañan. Así, frente al discurso apocalíptico del desmantelamiento de la sanidad pública, puso el récord de inversión y gasto en mantenimiento en infraestructuras, así como el aumento de más de 900 profesionales del ramo en Osakidetza. La educación no segregada, con igualdad de oportunidades y fortaleciendo la red pública se materializará en la nueva ley educativa en tramitación. Especialmente dolido se mostró Urkullu por las acusaciones de xenofobia con las que se quiso mezclar desde el PSE el rechazo al macrocentro de refugiados de Gasteiz. Habiendo un programa activo, coordinado con las entidades del Tercer Sector y conocido por los socios de gobierno, el Plan de Migración del Gobierno Vasco, solo su ocultamiento puede justificar la defensa cerrada de la iniciativa del ejecutivo español –censurada por las ONG y abandonada en la UE– frente a la prioridad de cumplir el modelo en marcha en Euskadi. Con carácter general, la unilateralidad con la que el Gobierno de Madrid dispone de sus competencias y de las ajenas lleva a Urkullu a reiterar su denuncia de una vocación recentralizadora que condiciona las políticas vascas sin ofrecer a cambio mejores resultados. Con todo, la expectativa económica es suficientemente halagüeña para blindar los estándares de bienestar este año.
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