Donostia. Hace dos décadas un grupo de profesionales de la asesoría fiscal vasca, encabezados por Iñaki González, Berta Lecue y Javier Mendibe, entre otros, decidió poner en marcha la Asociación Profesional de Asesores Fiscales del País Vasco. El 13 de julio de 1993 entregaron los estatutos de la asociación. Las peculiaridades del sistema fiscal en Euskadi, donde conviven cinco haciendas, las cuatro forales y la del territorio común, ayudan a entender la necesidad de crear la asociación, recuerda Iñaki González.
¿En Euskadi, la existencia del Concierto Económico vasco y el Convenio navarro plantea nuevas retos?
Claramente. En muchos aspectos las normativas tributarias forales se alejaban de la legislación tributaria aplicable al territorio común. Por ello, a nivel de los tres territorios históricos de la CAV, pensamos en la ventajas de crear una agrupación de los pequeños profesionales que nos dedicábamos a la asesoría fiscal a las empresas, la mayoría como fiel reflejo del tejido empresarial vasco, muy pequeñas. A la vista de esa realidad pusimos en marcha la asociación que tiene un objetivo fundamental, además de colaborar con la Administración, dar formación a sus miembros. Cada año realizamos un importante número de cursos de formación, algo clave y más en estos tiempos en los que los cambios normativos son casi continuos.
¿Sigue siendo válido el Concierto en medio de la crisis?
Sin duda alguna. Es el instrumento más importante de política económica y fiscal con que cuenta Euskadi. Y corresponde a nuestros responsables políticos defenderlo, darle la mayor dimensión y potenciarlo. Es más, creo que en el tema fiscal en Euskadi hemos perdido la iniciativa, ya no somos pioneros, y nos limitamos a copiar las normas que vienen de fuera, principalmente de Madrid, y además solo con un carácter meramente recaudatorio. E insisto, la fiscalidad, bien utilizada, es un instrumento de política económica de primer orden y puede ayudar a captar riqueza para el país. Primero hay que ayudar a que se genere dinero y luego ya discutiremos su reparto.
En el caso concreto de la CAV, hay encima de la mesa un principio de acuerdo para articular una política fiscal común. ¿Qué valoración se puede hacer?
La parte positiva es que se quiere volver a una armonización entre los tres territorios forales pero para valorar el contenido en profundidad todavía es pronto. Pero, por ejemplo, que se quiten deducciones en el Impuesto de Sociedades por los gastos de Formación Profesional no sé en qué ayuda a mejorar la competitividad de las empresas, lo que ocurre es al revés. También creo que no se debería volver a poner un Impuesto de Sucesiones o pagar Patrimonio todos los años. Supone gravar de nuevo algo que ya ha pagado impuestos cuando se generaron los recursos cuyo ahorro ha permitido que exista ese patrimonio.
Lo que sí parece es que las medidas fiscales insisten en cargarse sobre las espaldas de las clases medias y las pymes que ya pagan impuestos.
Subir los impuestos no lleva aparejado ingresar más. Hay que ir primero contra los que no pagan impuestos y no contra los que ya soportan un esfuerzo fiscal importante. Aquí se exige más al que ya está pagando impuestos y no se mira a los que no pagan nunca o a las grandes compañías del Ibex. Estamos de acuerdo en que es vergonzoso que haya gente que tribute al 1% pero en España las inspecciones van al 100% a las pymes y no van nunca a las grandes empresas.
Los asesores fiscales vascos han solido estar valorados profesionalmente porque han tenido que manejarse con instrumentos fiscales pioneros en el Estado pero, ahora, ¿su imagen pública está en el disparadero por la crisis y la evasión de impuestos?
Euskadi cuenta con asesores fiscales de primer nivel profesional. Y desearíamos que a los asesores se nos considerase como colaboradores de la Administración y no como enemigos. Nosotros facilitamos la labor de los poderes públicos a la hora de informar y orientar a los ciudadanos en el cumplimiento de las normas fiscales, somos quienes defienden los derechos de los contribuyentes sin que dicha labor suponga un ataque a la Administración.
¿A qué retos se enfrenta la profesión en esta coyuntura?
Más allá de tener que adaptarse a las nuevas tecnologías -pues cada vez son más los trámites a realizar telemáticamente y cada vez se demanda más información a las empresas- y de adaptarse a la crisis como una empresas de servicios que somos, pues no hay que olvidar que están desapareciendo empresas, ahora tenemos que enfrentarnos a la eventual responsabilidad del asesor fiscal. Por un lado, los asesores fiscales pueden ser objeto de imputación penal y ya existe jurisprudencia con condenas al asesor por su participación como cooperador necesario. Por otro lado, también tenemos que enfrentarnos a mayores responsabilidades como consecuencia de los incumplimientos de las medidas que se imponen a los asesores fiscales en una ley de 2010 con el fin de prevenir el blanqueo de capitales.
La crisis económica también afecta a su labor.
Efectivamente, y más allá de una reducción de despachos y de minutas. La verdad es que nos gustaría trabajar en constituciones de nuevas empresas, en procesos de fusiones y no, como desgraciadamente ocurre mucho ahora, en concursos de acreedores. Queremos trabajar en formalizar contratos de trabajo y no en expedientes de regulación de empleo (ERE); en calcular y planificar reinversiones, y no en gestión de deudas y embargos. Nuestro deseo es poder contabilizar distribuciones de beneficios en vez de pérdidas a compensar en ejercicios posteriores.
¿Los brotes verdes a nivel macroeconómico se ven en las empresas vascas a las que asesoran ustedes?
Es verdad que hay datos positivos como el incremento de las exportaciones, la recuperación de la inversión exterior en el Estado, la rebaja de la prima de riesgo, etc., pero lo cierto es que el ciudadano de a pie no ve esta mejoría, tal vez porque su traslación al día a día precisa de tiempo. En este sentido, parece que la recuperación la sentiremos en 2015. Pero hoy en las empresas, con independencia de que las expectativas sean buenas, hay tres indicadores que si no mejoran nos impiden ser optimistas: la alta tasa de desempleo, los problemas de acceso a la financiación -escasa y cara-, y la debilidad del consumo interno.