la lectura del excelente artículo de José Ramón Urrutia (NOTICIAS DE GIPUZKOA, 14 de mayo) sobre las EPSV me lleva a aportar mis propias reflexiones, con fuertes acuerdos sobre sus propuestas pero también con matizaciones y discrepancias que espero contribuyan a favorecer un debate absolutamente necesario en estos tiempos de crisis:

1- En todo el mundo los planes de pensiones y similares se basan en otorgar beneficios fiscales a sus beneficiarios. Estos beneficios son de dos tipos: por un lado se difiere el pago del impuesto (y un retraso siempre beneficia al deudor) y por otro, cuando se cobra la prestación se paga el impuesto a un tipo efectivo menor, ya sea como renta irregular, ya sea como renta regular durante toda su jubilación.

Nadie pone en duda que existan estos beneficios. De hecho, si no existiesen no habría EPSV y la gente preferiría gastárselo o invertir en planes de jubilación, seguros para la vejez, renta fija o renta variable.

Aunque tiene razón Urrutia en subrayar el error estadístico de las haciendas forales, que no computan los beneficios fiscales netos en el IRPF. Es decir, al beneficio fiscal que supone detraer ingresos habría que restarle el coste fiscal cuando se reintroduce, vía rescates y pensiones, dinero en la base del IRPF. Esperemos que nuestros toques de atención sirvan para que cambien en el futuro.

2- ¿Por qué entonces se hace ese regalo fiscal? Porque es el único instrumento financiero (el único, es bueno subrayarlo) que eleva la tasa de ahorro y lo capta a largo plazo para invertir, siquiera parcialmente, en beneficio de la sociedad que soporta el coste del regalo. Es decir, debe existir un equilibrio entre el beneficio que damos a los ahorradores y el beneficio que nos produce su ahorro.

Y dado que en un Estado plurinacional como el español las inversiones suelen dirigirse a la nación dominante, era necesario crear un instrumento propio que conjugase beneficios fiscales dados por las haciendas forales con inversiones en Euskal Herria. De ahí surgen las EPSV y su posibilidad de rescate a los diez años, para hacerlas más atractivas que los planes de pensiones.

3- Como señala Urrutia, las reducciones aplicadas por los inversores en las EPSV no deben causar excesivos efectos regresivos en la renta. Tras la reciente rebaja de los topes anuales es debatible si esto se ha conseguido en todas las provincias vascas o solo en una. Pero lo que está claro es que los topes existentes hasta finales del 2011 favorecían exageradamente a las rentas altas.

Y lo que ya no tiene ningún sentido es que las mayores aportaciones individuales a las EPSV las hagan personas jubiladas, supuestamente para ahorrar para cuando se jubilen, lo cual, obviamente, es mentira. Se trata simplemente de uno de los mecanismos de elusión fiscal más utilizados para pagar menos impuestos. Y que nuevamente solo una provincia lo haya quitado dice mucho de la subordinación de nuestros políticos a los poderes financieros.

4- Un desacuerdo con Urrutia es que los derechos económicos de las EPSV son rentas del trabajo diferidas en su totalidad (o ganancias patrimoniales sin una previa transacción, lo que también las lleva a la tarifa general) y tributarán como renta, regular o irregular, en el momento de su cobro. Porque la función de las EPSV es proteger los ahorros de la inflación y esto ya se consigue deflactando la tarifa general del IRPF todos los años. Y cualquier posible ganancia especulativa añadida no debe llevar aparejado ningún premio de menor tributación para rentas que todavía no han entrado en el circuito fiscal.

Tampoco es que este sea un debate muy actual, ya que las EPSV (y los planes de pensiones) llevan años siendo los peores productos financieros del mercado, sin ganancias y perdiendo dinero en términos reales. Hasta tal punto que si se hubiesen limitado a invertir en deuda de las instituciones vascas y de las empresas vascas, les habría ido mejor.

5- Aquí llegamos a la raíz del problema. Quitando las EPSV ligadas al movimiento cooperativista, que sí invierten en Euskadi, todavía nos quedan más de 18.000 millones de euros en las otras EPSV vascas, individuales o de empleo. Y casi todos estos fondos están invertidos fuera de Euskadi, financiando gracias a nuestros beneficios fiscales la inversión y el empleo de los competidores de nuestras empresas mientras estas sestean impotentes por falta de financiación. Parece de locos, pero es así.

¿Existe algún mecanismo que pueda evitar lo anterior? Desde luego, no precisamente las burocracias sindicales, cuyo papel en las EPSV se limita a distinguir entre predicar y dar trigo, que las pymes vascas están bien para reclamar (lo cual es necesario) pero las multinacionales extranjeras están mejor para invertir. Y a la luz de los resultados tampoco ha servido de mucho la autorregulación de las EPSV, la famosa Responsabilidad Social Corporativa (RSC) con la que se intenta evitar la promulgación de leyes justas y? obligatorias.

El mecanismo era crear una ley que fijase un coeficiente mínimo de inversión del 50% de sus fondos en Euskadi, en deuda de nuestras instituciones públicas (a las que la gente de aquí debería tratar como si tuviesen la máxima calificación crediticia) y en financiación para nuestras empresas. A ellas les saldría más barato y las EPSV habrían salido mejor paradas que con sus inversiones actuales. En vez de eso se ha aprobado una ley absolutamente inútil, una ley que no afronta el principal reto y la propia razón de ser de las EPSV: a cambio de los beneficios fiscales concedidos por la sociedad, ¿cuánto deben invertir en esta misma sociedad? El Parlamento Vasco no ha respondido al dilema fundamental: ¿Las EPSV son parte de la solución, generando empleo e inversión, o son parte del problema, siguiendo a pies juntillas las recetas neoliberales de los mercados financieros? Pero qué se puede esperar cuando se ignora el capital de los fondos de inversión y los seguros financieros, cuando todos sacan pecho porque hemos logrado transferir los centros de decisión de las SICAV vascas a Madrid o a Luxemburgo en vez de conseguir que invirtiesen una parte de su capital en Euskadi.

6- Por último, me gustaría compartir el optimismo de Urrutia cuando llama al Gobierno Vasco y a las haciendas forales a sacar conclusiones para lograr que las EPSV inviertan en nuestra economía y nuestro tejido productivo. Es el camino, sí. Pero como he reflejado en el apartado anterior, hemos perdido ya tantos trenes que parece que eso no va con nosotros, que se piensa que solo con recortes podremos salir de la crisis.