resistir es vencer. No es un axioma utilizado muchas veces en determinadas sensibilidades políticas, ni tampoco una estrategia de uso en cualquier especialidad deportiva para vencer al contrario, sino una reflexión que debe formar parte del frontispicio de la actuación público y privada en este país, si queremos, frente a lo que pasa en el Estado, seguir siendo parte de esa Europa de la primera velocidad con la que tantos vínculos culturales, económicos y políticos tenemos.
Resistir este año y el siguiente debe ser la consigna que hay que establecer para que este país salga de la crisis en el año 2014 y afronte la senda de la recuperación -otra cosa será en qué niveles de crecimiento-, que dará inexorablemente una mayor estabilidad económica, creación de riqueza y aumento del empleo.
Pero para ello hay que partir de la alianza entre nuestras instituciones y las empresas, que son las que crean empleo y generan recursos al sector público, para afrontar de manera conjunta una respuesta a esta crisis y preparar nuestra economía en posiciones de despegue para cuando la situación repunte y comience a dibujarse un escenario de crecimiento.
En este momento, esta colaboración no sólo es necesaria sino que se ha convertido en imprescindible, si queremos que este país siga teniendo en el año 2014 esa capacidad de respuesta que siempre le ha caracterizado y que le ha hecho salir de la crisis de los 80 y de los 90 de manera airosa, a pesar de dejar atrás muchas penurias y sacrificios.
Basta recordar la reconversión siderúrgica o el Plan 3R, que hizo que muchas empresas hayan podido sobrevivir de manera eficiente hasta nuestros días.
Todavía uno se sigue preguntando qué es lo que está pasando para que en las instituciones de este país se esté todavía esperando para poner en marcha programas que habiliten fondos para financiar los problemas de circulante que están teniendo las empresas vascas para poder subsistir ante la falta de respuesta de las entidades financieras que han aprovechado el dinero recibido en condiciones ventajosas por el BCE para sanear sus propias cuentas lastradas por el ladrillo y para colocarlo en deuda pública con la consiguiente plusvalía.
Las declaraciones del presidente de Elkargi, Victoriano Susperregui, que el próximo día 28 abandonará el cargo tras 32 años al frente de la sociedad de garantía recíproca, que publica hoy este periódico, ponen bien a las claras la situación dramática, en algunos casos, que viven nuestras empresas, precisamente, por la falta de financiación que tienen para resistir el día a día.
Y ante esta situación, la respuesta del Gobierno Vasco ha sido rescatar los 500 millones de euros que formaban parte del fondo anticrisis para cuadrar sus cuentas, con lo que obliga a las empresas a recurrir a unas entidades financieras a las que el aval del Ejecutivo vasco poco importa y exigen lo indecible para garantizar los créditos, y eso en el caso, de que la demanda haya sido atendida lo que significa formar parte del club de los privilegiados.
Si el Gobierno Vasco ha reducido su compromiso con la situación a ser mero avalista, en el caso de Gipuzkoa todavía estamos esperando a que se apruebe un plan anticrisis de ocho millones de euros que, siguiendo la celeridad que estamos viendo en el Gobierno foral puede ponerse en vigor cuando ya sea demasiado tarde.
No puede ser que, con la que está cayendo, la Diputación Foral de Gipuzkoa no haya puesto en marcha un plan de financiación para que las empresas del territorio puedan resistir a la crisis ante la reticencia de las entidades financieras y que no haya liderado un foro de encuentro entre instituciones y empresarios para tratar de aminorar los efectos de la crisis en el territorio. La situación es tan grave que puede parecer esperpéntica, por lo inaudita, la comparecencia del presidente de Adegi, Eduardo Zubiaurre, ante las Juntas Generales de Gipuzkoa para explicar la situación de la economía del territorio, cuando estas cuestiones deberían de cotejarse con el Ejecutivo foral, que se supone tiene más información y de primera mano para tomar decisiones en función de las circunstancias.
O es que el pacto social -reclamado en varias ocasiones desde esta columna-, que solicitó Zubiaurre para sacar a Gipuzkoa de la recesión en la que estamos a punto de entrar ha tenido alguna respuesta por parte del Ejecutivo foral. Seguimos en tiempo de análisis, por no decir de descuento, y la situación requiere con urgencia la toma de decisiones y actuaciones.
No vaya a ser que en 2014, si las previsiones de los analistas no fallan, cuando la economía repunte tengamos que arrepentirnos, por no haber tomado unas determinadas decisiones o de haberlas adoptado tarde.