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El gigante que casi se derrite

Ramón Vizcaíno cierra un capítulo traumático en su historia con el acuerdo para que la estadounidense AIAC se haga con su control. Ha estado a punto de desaparecer una empresa emblemática guipuzcoana, que fue líder en el sector del frío y ahora lucha por sobrevivir.

El gigante que casi se derriteFoto: cedida

año 1972. El grupo Ramón Vizcaíno daba trabajo a 1.700 personas en sus dos plantas de Herrera y Oiartzun, su media decena de filiales y sus 20 delegaciones comerciales y servicios postventa en el Estado. La firma guipuzcoana acaparaba el 70% del mercado del frío industrial en la península; nadie hacía sombra a un gigante que, además, exportaba con éxito a varios países.

Hoy, casi 40 años más tarde, Ramón Vizcaíno ha evitado in extremis un proceso concursal que le habría abocado a la liquidación, toda vez que arrastra una deuda superior a 50 millones de euros y su cuota de mercado no llega al 10%. La gran compañía fundada en Donostia por el empresario que le puso su nombre, va a tener que sufrir en los próximos años para sobrevivir al que está siendo el peor bache de su historia.

La firma oiartzuarra se verá obligada a prescindir de otros cien trabajadores y los que quedan han aceptado rebajarse el sueldo, en un esfuerzo agónico por salvar un negocio con casi 80 años de vida.

Fue en 1942 cuando, a sus 35 años, Ramón Vizcaíno Ezquerra creó Ramón Vizcaíno S.A. sobre los cimientos societarios de una empresa familiar que había iniciado él mismo seis años antes. El empresario de Sestao había comenzado su vida profesional como mecánico de Babcock & Wilcox, donde trabajó de 1923 a 1927.

El año en que estalló la Guerra Civil se estableció por cuenta propia en Donostia y fundó lo que en sus inicios sería una pequeña firma dedicada a la fabricación de aparatos de refrigeración industrial. Situada en paseo Duque de Mandas de la capital guipuzcoana, frente al viejo campo de fútbol de Atocha, en ella Ramón Vizcaíno aplicó los conocimientos adquiridos en la compañía barcelonesa Angloespañola, dedicada a la producción de presostatos, elementos de control de instalaciones frigoríficas. El emprendedor vizcaino se dio cuenta de que el mercado del frío iba a ser fundamental en el desarrollo de las sociedades industrializadas, y sobre todo en una España con una economía enormemente atrasada. Por ello, viajó a Estados Unidos a aprender de cerca la tecnología más avanzada del sector. En asociación con la multinacional de compresores Worthington, Ramón Vizcaíno importó todo el saber necesario para montar un negocio de instalaciones frigoríficas.

En cuestión de poco tiempo, fue haciéndose con un mercado en el que había poca competencia en una España cerrada a los productos extranjeros. Comenzó trabajando principalmente para el sector alimentario, concretamente para la actividad cárnica; todas las cámaras frigoríficas del mercado de La Bretxa de Donostia llevaban su sello.

Pero Ramón Vizcaíno no se quedó en el ámbito territorial y pronto empezó a vender sus instalaciones en el resto del Estado, lo que le obligó a buscar un lugar mayor para fabricar sus productos. Así, en 1950, tan sólo ocho años después de que surgiera la empresa, el negocio se trasladó a unas nuevas instalaciones de 10.000 metros cuadrados en el paseo de Txingurri, en el barrio de Herrera de Donostia.

El aumento de la capacidad de producción hizo que Ramón Vizcaíno fuera creciendo como la espuma, aprovechando la ola de la recuperación económica que la España de Franco iba a vivir a partir de la década de los cincuenta.

primeros hitos

De la carne al pescado

Ramón Vizcaíno fue pionera en la industria agroalimentaria estatal, fabricando e instalando por toda la península mataderos frigoríficos, cámaras para la industria cervecera o para el sector hortofrutícola. La compañía desarrolló sistemas propios de intercambiadores de calor (sistema para conseguir frío a través de la transferencia de calor entre dos medios por medio de fluido refrigerante) para grandes instalaciones, especializándose en infraestructuras frigoríficas cada vez mayores.

De ese modo, fue creando nuevos departamentos, como el industrial y el nuclear, con una fuerte expansión en los años 70 y 80. El primero de ellos llevó a cabo proyectos para la industria química y petroquímica, mientras que el segundo se encargó de realizar el acondicionamiento de aire para las centrales nucleares de Lemoiz, Almaraz, Ascó I y II, y Trillo I y II, en el Estado español, y también la cubana Cienfuegos, utilizando tecnología soviética.

Pero, anteriormente, Ramón Vizcaíno logró un notable éxito al introducirse en el sector pesquero, desarrollando a partir de 1960 instalaciones de frío para buques de altura. De hecho, la compañía guipuzcoana participó en la construcción de los primeros barcos congeladores del mundo, el Lemos y el Andrade, de la flota de Pescanova.

Ramón Vizcaíno, que fabricó los túneles de congelación y las cámaras de conservación de esos buques con maquinaria Worthington, siguió trabajando con la empresa alimentaria gallega, para la que equipó otros cinco barcos. Gracias a ese éxito la firma guipuzcoana realizó pedidos para unos 40 atuneros de Garavilla (conservas Isabel) y 21 buques factoría de la Flota Cubana de Pesca, que de vez en cuando se dejaban ver por el puerto de Pasajes para que Ramón Vizcaíno efectuara el mantenimiento y las reparaciones.

Otro de los departamentos de la firma que contribuyó a que el nombre de Ramón Vizcaíno se consolidara en el Estado fue el de aire acondicionado, que tuvo como sonado contrato el de los edificios de Telefónica. Entre 1969 y 1972 la compañía entonces donostiarra fabricó e instaló, junto a su filial Airesa y la empresa Corcho, los sistemas de aire acondicionado de cerca de 200 edificios de la operadora pública. Sin embargo, el escaso margen del producto motivó que se fuera abandonando poco a poco esta actividad.

expansión internacional

Donde EEUU no quería

Conforme los pedidos y contratos públicos fueron aumentando, la compañía creció sin parar, hasta el punto de tener que abrir en 1962 unas instalaciones adicionales de 16.000 metros cuadrados en el polígono Lintzirin de Oiartzun, donde se ubica la planta actual. Gracias a ellas, Ramón Vizcaíno pudo iniciar una mayor expansión por el extranjero, principalmente en países poco industrializados con fuerte necesidad de instalaciones de frío para el sector alimentario.

La compañía guipuzcoana consiguió, sobre todo entre los 70 y 80, una importante penetración en América Latina y África. La razón de ello se debe a que las compañías de Estados Unidos, líderes mundiales en tecnología frigorífica, nunca consideraron rentables los montajes y los servicios postventa y se limitaba a vender las instalaciones.

Por el contrario, los países en vías de desarrollo requerían la tecnología completa para la conservación de productos perecederos, necesidad que Ramón Vizcaíno percibió antes que nadie. Por ello, incrementó sus esfuerzos por comercializar en esas zonas del mundo sus productos llave en mano, esto es, instalados y preparados para su funcionamiento, para lo cual llegaba a traer a Gipuzkoa a los técnicos del país cliente para formarlos.

A partir de 1980 se crearon las primeras delegaciones; en Europa en Portugal, Reino Unido, Bélgica y Luxemburgo; en América en Venezuela; y en África en Angola y Marruecos. El hijo del fundador, José María Vizcaíno, que había sido nombrado director general en 1970, impulsó esa expansión, materializada principalmente en importantes contratos para instalaciones frigoríficas en tierra. Uno de los más importantes fue el de cinco grandes almacenes polivalentes para el Plan Frigorífico Nacional de Venezuela.

Al mismo tiempo que Ramón Vizcaíno extendía su negocio por los mercados internacionales, la compañía empezó a fabricar menos componentes y dedicarse únicamente a la ingeniería y montaje de las instalaciones con materia prima subcontratada. De esa manera, en los 70 renunció a la producción de compresores, que había sido el origen del negocio. La empresa guipuzcoana se especializó así en la instalación y postventa, razón por la cual abrió en los 80 veinte centros en todo el Estado para ofrecer esos servicios.

En esa época, el grupo creció con filiales para actividades complementarias, como Norfrío en Donostia, Cenfrío en Madrid, RV Clima en Barcelona, o Equipos Frigoríficos Compactos (EFC) en Oiartzun. También por aquel entonces el departamento de equipos industriales se desligó y fundó, junto a un grupo alemán, la empresa Vizdürr, situada en el barrio donostiarra de El Antiguo y dedicada a ingeniería para cabinas de pintura de automóviles.

Precisamente la automoción fue otro sector en el que Ramón Vizcaíno obtuvo importantes pedidos, como los tratamientos de aire acondicionado para las naves industriales de Ford Almussafes (Valencia) y Opel Figueruelas (Zaragoza).

¿exceso de tamaño?

Primera crisis

La reconversión industrial en los años 80 afectó a Ramón Vizcaíno, como no podía ser menos, aunque resolvió los problemas con un leve ajuste de plantilla, que afectó en 1982 al personal de las oficinas. Desde entonces, el número de trabajadores se fue recortando conforme se sucedieron diferentes crisis económicas, como la de 1992, que provocó dificultades para pagar las nóminas de los empleados y degeneró en un expediente de regulación de empleo (ERE) para más de 200 personas; la mayor parte de esas rescisiones de contrato fueron prejubilaciones.

La peor crisis que sufrió la empresa se produjo en 1998, con una deuda de 100 millones de euros (unos 16.000 millones de pesetas), lo que acarreó otros 200 despidos y el cierre de la planta de Herrera. Tras ese golpe, agravado con la pérdida un año más tarde del fundador y presidente de la firma, Ramón Vizcaíno fue perdiendo cuota de negocio hasta el 7% en el Estado, situación que algunos achacaron a que José María Vizcaíno mostró más interés por cuestiones ajenas al negocio familiar.

Presidente e impulsor sucesivamente de Adegi, Confebask y el Círculo de Empresarios Vascos, José María continuó con los mismos criterios de creación de delegaciones y filiales a pesar de que un sector de la dirección consideraba más oportuno no ganar tanto tamaño y convertir a las diferentes empresas del grupo en independientes.

Ramón Vizcaíno se recobró de la crisis de finales de los 90 y, gracias a las ayudas públicas, retomó su actividad, aunque la empresa ya estaba herida casi de muerte. En el año 2000 inauguró su nueva planta en Oiartzun, pero en 2005 falleció José María Vizcaíno, lo que supuso el inicio de la desintegración del negocio familiar. Ese mismo año, un expediente de regulación dejó en la calle a otros 85 trabajadores y se hizo cargo como presidente de la empresa el nieto del fundador, José Ramón Vizcaíno.

A partir de entonces comenzó la historia más negra de la firma guipuzcoana, con una disputa interna entre los principales accionistas, los herederos de José María Vizcaíno, por el control del negocio, que llevó al Gobierno Vasco a tomar cartas en el asunto. El Ejecutivo de Vitoria puso las riendas del grupo en manos de un hombre de confianza, José Agustín Tellería, que no contó con apoyo dentro de la empresa.

La situación se agravó hasta que en 2008 el departamento de Industria entró en el accionariado a través de los fondos de capital riesgo Ezten y Sustapen y presionó para que los accionistas nombraran como presidente a Juan Carlos López Zalduendo. Sin embargo, la crisis actual y las tensiones internas han dado al traste con el nuevo proyecto industrial que pretendía el Gobierno Vasco.

Ya en 2010, cuando el estado de la compañía pasa a ser dramático, aparece en escena el grupo estadounidense AIAC, un Mr. Marshall que ha hecho lo que nadie había logrado, unir a los herederos de Ramón Vizcaíno, que han aceptado salir de una empresa que dejará de ser familiar.