este año finalizan los abonos para la plaza de toros de Illunbe y el futuro del toreo en Donostia queda en el aire. La coalición Bildu no se muestra partidaria de mantener el uso taurino del coso y en algunos municipios la coalición ya ha planteado una consulta sobre la idoneidad de celebrar las lidias.

En el caso de la capital guipuzcoana, cuando caduquen los abonos el Ayuntamiento deberá decidir qué hacer con la plaza -de titularidad municipal- y la ciudad podría quedar huérfana de una tradición que ha permanecido durante siglos en la ciudad. Ejemplo de ello es la gran cantidad de cosos con los que ha contado Donostia.

¿Quién no conoce la historia de la numeración de los balcones de la plaza de la Constitución? Era costumbre que en el citado espacio se lidiasen toros, se corriesen bueyes ensogados, toros de fuego o se hiciesen apuestas de arrastre de piedra. Según afirma el historiador donostiarra Fermín Muñoz Echabeguren en su obra San Sebastián historia y anécdota de sus fiestas populares y conmemorativas hasta el año 1925 (2010), tras la reconstrucción del cuadrilátero, debido al incendio de 1813, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con los vecinos para disponer de medio balcón o una ventana durante las lidias -a estos espacios se les denominó toreros, expone Echabeguren- que se celebraban en la plaza.

Si se atiende a las explicaciones que el que fuera director de El Diario Vasco en la década de 1940, José Berruezo, da en su libro San Sebastián: Itinerario pintoresco a través de su historia (1948), hay que remontarse hasta mediados del siglo XIX para encontrar la primera plaza de toros: "El primer ruedo taurino que tuvo San Sebastián fue abierto a la afición el año 1851 ocupando la manzana de casas hoy comprendida entre la Avenida y las calles de Urbieta, Loyola y San Marcial, más parte del actual mercado de San Martín". Esa primera plaza fue incendiada durante la Segunda Guerra Carlista.

No obstante, un cronista con las siglas A.P. asegura, en un artículo publicado en 1943 en San Sebastián, revista anual ilustrada, que antes de 1813 Donostia ya contó con dos plazas de toros "cuadradas". Una de ellas, de "muy poca capacidad", se situó cerca de donde hoy se encuentran las calles Hernani y Garibai. Tras ésta, se edificó otra en la calle Esterlines.

Sea cual fuera la primera plaza que se construyó en Donostia, después de la arena de San Martín, el empresario José Arana edificó "en ventisiete días" la plaza de Atotxa que se inauguró el 16 de julio de 1876 y en ella se celebró la primera corrida nocturna del Estado, el 31 de agosto de 1886. "Nuestra Donostia había de ser también donde se verificase, de noche, por primera vez en el mundo, una corrida de toros seria". Antonio Arzac Alberdi, poeta y director de Euskal Erria desde 1884, fue el encargado de recoger esta curiosa anécdota taurina en el año 1886. Pero la anécdota no quedó allí. Según Berruezo, el empresario tuvo un "lapsus" y, por "aprovechar el billetaje", se mantuvo la diferencia de tendidos al sol y a la sombra, lo que provocó cierto revuelo. Esa diferenciación carecía de sentido, dado que la corrida era nocturna.

El coso permaneció abierto durante 27 años hasta que se inauguró la plaza de El Chofre, en Gros, en 1903, que se mantuvo abierta durante 70 años. Al año siguiente al de la inauguración, en el coso de Gros se produjo uno acontecimiento a medio camino entre lo curioso y lo trágico. En la arena, dentro de una jaula, se enfrentaron un tigre y un toro, de nombre Cesar y Hurón, respectivamente. El astado embistió al felino y lo lanzó contra los barrotes, que cedieron y permitieron salir a las bestias de las jaulas. Los miqueletes que se encargaban de la seguridad comenzaron a disparar, provocando entre los asistentes un muerto y una veintena de heridos.

Tras el cierre de El Chofre en 1973, pasaron 25 años hasta que Donostia volvió a contar con un nuevo coso. La siguiente arena que se construyó fue la actual de Illunbe, en el año 1998. En un inicio, la nueva plaza fue explotada por la empresa Nuevo Desarrollo de Anoeta (NDA), empresa de la familia Chopera. No obstante, en 2006 el Tribunal Supremo declaró ilegal la concesión y, como consecuencia, Donostia tuvo que pagar 21 millones de euros a NDA -ahora debe pagar hasta ocho millones más por otra sentencia reciente- por las inversiones hechas por ésta en el coso. De esta forma, el recinto pasó a ser de titularidad municipal.

desaparición y recuperación

Sokamuturra y zezen suzkoa

Además de por la propia lidia, los donostiarras también han manifestado interés por otras prácticas taurinas a lo largo de su historia.

La documentación es escasa antes de 1813, con lo que es difícil averiguar de dónde proceden muchas tradiciones o fiestas. No obstante, Serapio Múgica publicó en 1898 un artículo en Euskal Erria. Revista Vascongada sobre la sokamuturra (toro ensogado) y el zezen suzkoa (toro de fuego) en la ciudad. En él que indica que existe un acta del municipio fechada el 6 de octubre de 1570 en la que como celebración de la venida de la reina consorte Ana de Austria se propuso que "los Carniceros corriesen con sogas algunos bueyes".

Múgica expone que es "indudable" que la práctica del toro o buey ensogado "es la madre del zezen suzko". Argumenta que es lógico pensar que en las carreras delante de los animales que se llevaban a cabo bajo el capote de la noche las lumbres que se encendían no podían estar únicamente en la calle. Las cornúpetas portarían "luces dispuestas en una u otra forma, que permitiesen distinguir sus evoluciones y esquivar el bulto a los erriko-semes de entonces". Pero, a medida que el tiempo avanzaba, y para prevenir posibles incendios y accidentes, el toro se sustituyó por una imagen hecha en madera, al tiempo que la sokamuturra pasó a celebrarse de día.

De hecho, según Berruezo, "antaño daba comienzo en las primeras horas de la mañana del día de San Sebastián y terminaba por la tarde del martes de Carnaval, corriéndose todos los domingos entre ambas fechas en el cuadrilátero de la plaza de la Consistorial -plaza de la Constitución- un buey por la mañana, dos al mediodía y tres a la tarde".

Por su parte, Eugenio Gabilondo, conocido popularmente como Calei Cale, en su obra A través de Iruchulo recuerda que los animales entraban a la plaza de la Constitución bajo los sones de Iriyarena, melodía de gran éxito que "es el bálsamo que hace desaparecer el mal humor y la panacea que cura radicalmente las enfermedades de los donostiarras". "Estoy por afirmar que las reses demuestran mayor bravura desde que nuestros chilibiteros ejecutan el Iriyarena", afirma Calei Cale no falto de buen humor.

Pese a su éxito, el buey ensogado fue suspendido en 1902 en toda Gipuzkoa debido a la peligrosidad de la actividad y de los numerosos heridos que dejaba a su paso. La obra de Berruezo recoge que aquella supresión causó un gran malestar entre los donostiarras, que desembocó en una carga policial sin víctimas. Pasados los años, la sokamuturra se fue recuperando progresivamente en todo el territorio. Y, actualmente, en Donostia se celebra en las Euskal Jaiak de septiembre.

apuesta de bueyes

Arrastre de piedras

El arrastre de piedra y las apuestas de bueyes no estaban bien considerados por algunos a principios del siglo pasado. Muñoz Echabeguren reproduce en su libro una misiva enviada por el teniente de alcalde de Donostia en 1906, Tomás Bermingham, al Ejecutivo municipal en la que calificaba el arrastre de piedra como una "costumbre bárbara y salvaje". Bermingham requirió al Pleno municipal la eliminación de estas competiciones, tal y como ya se había hecho con los bueyes ensogados. La propuesta salió adelante, aunque durante el siglo XX también se recuperó esta práctica.

última feria taurina

La Semana Grande

Si en 2013 Donostia se queda sin corridas de toros será porque no se habrán programado en Semana Grande, la única semana del año en la que se celebran lidias en la actualidad.

Estas fiestas estivales fueron invención del empresario José Arana en 1876. Como se ha citado anteriormente, Arana fue el propietario de la plaza de Atotxa y durante muchos años una de las principales actividades de las fiestas de agosto fueron las lidias. "El mayor aliciente de la Semana Grande donostiarra fueron las famosas corridas por él organizadas, así como la música en todas sus formas, desde el concierto popular y público hasta la ópera, y el deporte de la pelota; todo ello constituye el armazón básico de la Semana Grande", relata Muñoz.

El verano pasado, por el contrario, el programa taurino quedó fuera del programa oficial de la Semana Grande y, además, se constató un descenso en la afluencia de gente. "En cuanto a las corridas de toros, por primera vez las hemos dejado fuera del programa oficial porque somos bastante críticos con el trato salvaje que se les da a los toros en esa fiesta. La ciudadanía también ha dado la espalda a las corridas y ha acudido poca gente a la plaza de toros", expuso entonces la delegada de Cultura, Nerea Txapartegi.

En 2012 Donostia sí contará con corridas de toros. Lo que ocurra en 2013 aún está por ver.