Diez días después del último partido de liga, el Bidasoa reanudó la competición ante el Cuenca. Los irundarras llegaban con la moral elevada tras la victoria en Puente Genil y los castellano-manchegos con el mal sabor de boca después de dejarse los puntos en propio feudo ante el BM Nava. ¿Podía repercutir este punto de partida en la suerte final de la contienda? Claramente, no. Ni los partidos son iguales, ni los conjuntos los afrontan del mismo modo. Incluso, en el reparto de papeles surgen dudas. Anoche, tras un primer tiempo muy igualado, llegó el segundo claramente favorable a los de Artaleku, que ganaron con holgura a un rival irregular.

Los dos equipos dispusieron de suficiente tiempo como para recuperar sensaciones y esfuerzos pasados, sabedores ambos de que en frente se iban a encontrar con un equipo rocoso aunque de estilos diferentes. Más físico y aguerrido, el visitante; más técnico y más fluido con el balón, el Bidasoa. Inicia la escuadra amarilla una segunda tanda de sucesivos encuentros hasta las navidades, ya que se encadenan los propios de la liga con los de la European League y no va a disponer de la menor tregua. Ni siquiera para quejarse. Este sábado, afrontará otro partido de armas tomar. Visita la cancha del Granollers, otro de los equipos grandes del torneo que aspira a lo mismo que los bidasotarras y que ayer ganó en Nava (26-28).

En la rueda de prensa previa al encuentro, Jacobo Cuétara se refirió a los problemas de Leo Renaud en la espalda. El francés fue de la partida y marcó un par de goles, pero, en cambio, la ausencia de Matheus da Silva no la esperábamos. Se notó mucho su falta en el muro guipuzcoano. Esa ausencia de tensión en las dos áreas se tradujo en un tanteo disparatado que sumó 70 goles entre ambas escuadras. En los cinco primeros minutos se marcaron nueve goles, muchos para lo habitual en los duelos que les enfrentan. El Bidasoa parecía mejor en los ratos en los que jugaba con calma hasta encontrar los espacios. Esa propuesta le otorgó ventajas (13-9, 14-11) que luego desaprovechó incluso en superioridad. Los conquenses iban a lo suyo. Fijación con el pivote Martín Doldán, al que alimentaban de balones que el pivote argentino no desaprovechó, destacando por su eficacia en el primer periodo y manteniendo vivo a su equipo.

Como al técnico irundarra no le camelaba lo que veía en pista, decidió cambiar el 6-0 para adelantar a un hombre como Mikel Zabala (luego Dariel García) y dificultar la circulación del balón del oponente. Esa decisión fue clave en la reanudación. Entre idas y venidas, pérdidas y errores en las terminaciones, el Bidasoa vio cómo le empataban (15-15) poco antes de la primera ventaja visitante (Bulzamini). Un remate final de Kauldi Odriozola dejó las tablas en el marcador camino de los vestuarios (17-17). Para entonces, en el tanto número 16 de los irundarras, Víctor Rodríguez alcanzó las 400 dianas en la liga Asobal. Minutos más tarde, Kauldi logró el 500 de su cuenta particular.

El comienzo del segundo tiempo no anunciaba el devenir de los acontecimientos. Los conquenses mantenían el tipo, pero el 5-1 local hacía estragos. No encontraban la forma de jugar, ni las conexiones rentables de la primera mitad. Las pérdidas de balón visitantes y el robo de la pelota en juego posicional propiciaron contraataques inapelables. Fue el momento de gloria para Dariel García, el extremo izquierdo que marcó sus siete goles en el segundo periodo. Paulatinamente, las cosas cambiaron de modo exagerado. De lo que era una contienda igualada se pasó a una ventaja evidente en favor de los de Artaleku. Se dejaron llevar en el último tramo y quizás eso impidió que batieran el récord de anotación de la historia. Para encontrar 38 goles a favor habría que remontarse a la temporada 1994-95.

Finalmente, el Bidasoa impuso su ley. Enlaza así tres victorias consecutivas y afronta inmediatos y exigentes retos. Desde la suma de puntos, las cosas se plantean con menos nerviosismo y mayor confianza