on Rahm defiende desde hoy el título en el US Open en medio de la discordia y los recelos que han surgido en el golf mundial por la aparición del LIV Golf, cuyo primer torneo se disputó la semana pasada a las afueras de Londres. Varios de los jugadores rebeldes que tomaron parte en la inauguración del nuevo circuito estarán en el Brookline Country Club de Massachussets, sede de una polémica Ryder Cup en 1999 y un recorrido considerado exigente que la USGA tratará de complicar aún más, como es costumbre. Dos de ellos, Phil Mickelson y Kevin Na, compartirán precisamente ronda de prácticas hoy con el vizcaino, al que, por su amistad con el zurdo de San Diego, no cesan de preguntar por su posición ante la nueva situación creada.

El último campeón bastante tiene con defender su reinado en el torneo cumbre del golf estadounidense, su abierto nacional. Por ese motivo, la USGA decidió admitir en el torneo a los díscolos con la justificación de que no quería excluir a quienes se habían ganado la clasificación de forma legítima a través de los distintos circuitos. Pero puede que el próximo US Open ya sea diferente porque a los comprometidos con el golf saudí se les pueden cerrar todas las puertas fuera de las ingentes cantidades de dinero que reparte el LIV Golf y al que nadie quiere aludir como razón principal de abrazar la nueva propuesta, que asegura enormes ganancias con menor dificultad. El sudafricano Charl Schwar-tzel, ganador de un Masters, pero ahora el 126º del mundo, se impuso en la primera cita y se embolsó 4,7 millones de dólares, la mayor bolsa de la historia de este deporte, más del doble de lo que recibirá el ganador del US Open.

Pero las distintas sensibilidades están a flor de piel y se manifestó en el Canadá Open, donde Rory McIlroy revalidó su triunfo en pugna con varios de los mejores jugadores del mundo. El norirlandés, uno de los más críticos con el proyecto saudí, recordó que era su 21º título, “más que alguno por ahí”, en referencia a Greg Norman, la figura visible y reclutadora del LIV Golf. En todo caso, que los saudíes hayan convencido a figuras estadounidenses como Dustin Johnson, el propio Mickelson, Patrick Reed, que se estrenará en Portland, o Bryson DeChambeau, del que dicen que ha recibido una oferta de 200 millones de dólares, ha hecho que las sensibilidades estén a flor de piel porque el PGA Tour se siente en cierta manera traicionado. “Tomamos la decisión de suspender a estos jugadores y ya no son elegibles para jugar en nuestros torneos. Y eso es todo lo que tenemos que decir en este momento. Veremos cómo continúan desarrollándose las cosas a medida que seguimos avanzando”, afirmó con contundencia el comisionado Jay Monahan. Preguntado por la posibilidad de compaginar ambos circuitos, fue aún más firme: “¿Por qué nos necesitan tanto? Estos jugadores han optado por firmar contratos lucrativos de varios años para jugar en una serie de partidos de exhibición contra los mismos jugadores una y otra vez”.

En este contexto, la semana en Brookline puede ser tensa ya que jugadores que han compartido muchos momentos en el campo, por ejemplo en la Ryder Cup, están ahora en bandos distintos. El golf se ha fracturado por el poder de dinero y los próximos meses pueden marcar un futuro ahora incierto y que, seguramente, será peor porque mermará la competitividad. l