oTRO año más el Euskalgym trae a las mejores gimnastas del mundo a Euskadi. En esta ocasión el evento se celebrará en el BEC hoy a partir de las 17.30 horas y entre las gimnastas más destacadas se encuentra la búlgara Neviana Vladinova (Pleven, 1994). Subcampeona del mundo con su país en el último Mundial y una de las referentes búlgaras en los últimos años, Vladinova forma parte de la élite de este deporte y es una candidata a las finales en cada campeonato que compite. Pero su camino hasta aquí no fue sencillo. Fue pura cabezonería. La gimnasia rítmica siempre fue su sueño y el único plan trazado en su vida fue triunfar con ella. Lo hizo desde abajo, sin destacar en sus primeros años, pero a base de muchas horas de trabajo, innumerables sacrificios y una perseverancia brutal fue escalando en el ranking nacional hasta llegar a la cima.
Fue ver volar los aparatos de la gimnasia y realizar cosas aparentemente imposibles y Vladinova decidió que tenía que dedicarse a este deporte. “Esto es lo mío”, pensó. Así llegó su bautismo en la gimnasia rítmica y desde entonces, desde aquel día en el que conoció esta modalidad, ya no quiso dedicarse a otra cosa. “Me enamoré de los aparatos. Cuanto tenía seis años empecé con los aparatos y solo quería jugar con ellos. Incluso ahora suelo tener más problemas con las dificultades del cuerpo y por eso intentó añadir más dificultades a los aparatos”, cuenta Vladinova. Sin embargo, progresar en este deporte no es cosa sencilla. Desde muy joven comenzó con una rutina de entrenamientos de muchas horas que hoy en día continúa. “He tenido que meter muchísimas horas para llegar hasta aquí”, suspira para relatar su día a día desde hace muchos años: “Ha sido un largo camino. Entrenamos todo el día desde que somos muy jóvenes y a la escuela solo íbamos para los exámenes”.
Aunque uno de los mayores sacrificios que tuvo que hacer no fue enfrentarse a la enorme carga de entrenamientos. Vladinova es originaria de Pleven, un pequeño pueblo de Bulgaria. Fue en esa localidad donde dio sus primeros pasos, pero su talento exigía más, dar otro salto de calidad y rodearse de las mejores gimnastas del país. Con solo once años y apenas experiencias en la vida, tuvo que hacer las maletas. Dejar su vida atrás e iniciar un nuevo capítulo lejos de casa. “Ese fue el momento en el que me empecé a dedicar exclusivamente a la gimnasia. Tuve que irme a Sofía y empecé a entrenar a tope. Fue un poco difícil porque tuve que irme sin mis padres”, recuerda Vladinova. Pero lejos de pensar en ello como en una época dura, la gimnasta búlgara saca el lado positivo de aquella experiencia: “Ahora miro atrás y veo que me ayudo. Tuve que madurar muy pronto, pero ahora sé que puedo hacer cualquier cosa sola y solucionar los problemas por mí misma”.
Al llegar a Sofía, Vladinova entró en una vorágine competitiva. El nivel era altísimo y más de una gimnasta le superaba en talento. Su sueño era llegar a la cima, pero en sus primeros años no lo tuvo del todo claro. “Cuando era joven no es que fuera una mala gimnasta, pero era la decimoquinta de mi país, más o menos. Sin embargo, la gimnasia era algo que adoraba e hice todo lo posible por progresar”, explica. Fue el trabajo lo que le dio la recompensa. Vladinova se puso entre ceja y ceja ser una de las mejores y no paró hasta conseguirlo. “Está claro que algo de talento natural tengo, pero el trabajo es mucho más importante que el talento. Amo la gimnasia y siempre fue mi sueño. Siempre le repetía a mi madre que iba a ser la mejor gimnasta de Bulgaria, no sé si me lo creía o no, pero lo intenté y ahora soy una de las mejores”, comenta.
ppremio a la constancia Vladinova encontró en el esfuerzo y en los sacrificios la mejor recompensa posible: clasificarse para unos Juegos Olímpicos. “Fue espectacular. Es un sueño para cualquier deportista. Fue una competición muy diferente a lo que estaba acostumbrado porque no hay solo gimnastas. Ves a gente llorando de felicidad y a otros de tristeza, cada deportista tiene su historia y es muy interesante”, declara. Esta experiencia vivida llenó de alegría a Vladinova. Fue algo especial, pero quiere que no sea única: “Me gustaría estar en Tokio y si estoy sana creo que tengo opciones”.
Los Juegos de 2020 serán su última competición porque, tal y como explica la búlgara, “hay gimnastas que aguantan muchos años, pero después de Tokio me imagino que me retiraré, es demasiado tiempo”. Por eso, Vladinova ya piensa en futuros retos y en cómo encarrilar su vida una vez se retire. “Intentaré dedicarme a la televisión o seguir vinculada a la gimnasia como entrenadora”, relata. Varias opciones de una gimnasta enamorada de su deporte que logró cumplir sus metas a base de trabajo.