Se le transformaron las sensaciones al leitzarra y está saboreando las mieles de un éxito templado. El fuego del impetuoso delantero, pura electricidad, piernas de infinitas revoluciones, se fue relajando. Antídoto para la piromanía. “Una vez que gané el Cuatro y Medio, salí al Parejas más tranquilo. Creo que también ayuda el no haber jugado con obsesión. Para el Manomanista planteé lo mismo. Contra Aimar pensé en hacer un buen partido, y, ganara o perdiera, la intención era jugar bien. Contra Urrutikoetxea pensé en lo mismo, en dar lo mejor de mí. Me salió bien. Eso da tranquilidad y quita presión”, destaca el pelotari de Leitza. Y es que, mirada al retrovisor, la sensación en la jaula fue de golpe al tablero. Fue un aquí estoy yo. La última forja de la Corona. El pase al limbo de los más completos de la historia. La última frontera. “El verano fue duro para mí. No estuve en mi mejor momento, con problemas en los dedos, y la empresa no contó conmigo para las ferias. Lo pasé bastante mal. El Cuatro y Medio fue reivindicativo. Ganar, después de ese verano, fue importante. Después de alcanzar de nuevo la primera línea, el resto de campeonatos no creo que hayan servido para seguir reivindicándome”, considera Oinatz, quien afirma, pétreo, con la conciencia de los años en la elite, que “el deportista tiene momentos buenos y momentos malos. En los malos, piensas de todo, pero hay que sacar el carácter y luchar. En la vida y en el deporte, toca pelear a diario”.

La transformación a la hora de contemplar los encuentros, no obstante, forma parte del despliegue mayúsculo del delantero, quien, dentro del Manomanista, ha tumbado a pelotaris de talla como Olaizola II o Urrutikoetxea. Dos canapés de caviar. La edad, una influencia. “Con el tiempo cambié la mentalidad. No nos quedan muchos cursos después de 15 años, máximo cinco o seis. Sería bonito llegar a los veinte. Es un sentimiento que llevas dentro y sientes que no vas a estar mucho más tiempo en la pelota profesional. De ese modo, te enfocas a vivir los últimos momentos de esta carrera. Es un planteamiento adecuado. Hace que disfrutes del partido y, probablemente, que lo consigas”, desbroza el puntillero, todo corazón. “Pensar así te quita presión. Entrenas con ilusión y no piensas en el partido. Así, sales tranquilo a la cancha. El objetivo en los choques importantes está siendo dar buena imagen. Y lo estoy consiguiendo. No tienes esa presión añadida y las cosas salen como crees”, remacha. “Antes, para mí, los campeonatos eran lo máximo. Ahora me centro en los partidos, que son especiales. Una vez que cumples años, tienes otros objetivos: jugar un buen partido, gozar, que la gente disfrute?”, argumenta el navarro.

Las lesiones y el reloj son un animal que acecha al deportista. Una manada de lobos en cada esquina. “Ves que las cosas están saliendo bien y piensas en aprovecharlas. Cuando eres joven y estás en el momento bueno, no le das demasiada importancia. Luego, cuando llegan los malos, piensas en lo bien que estabas. Así, valoras los buenos momentos y luchas por conseguir que se mantengan”, desgrana el lei-tzarra. “Cuando estás mal, o lesionado, quieres volver a como estabas antes. La vida te da esa experiencia. Hay momentos buenos y malos. Los años te enseñan a luchar por estar bien”, asevera.

De ahí el cambio de timón: de la intensidad del Oinatz delantero espídico a la construcción de un manista rítmico, serio y con las ideas claras. “Cuando consigues ya alguna que otra txapela, puedes salir a disfrutar y a no pensar en el premio. Cuando tienes pocas o ninguna, sí que te obsesiona conseguirlas. Así que no pienso lo mismo que hace ocho años. La vida te hace cambiar según las experiencias. Para mí, lo más bonito es darme cuenta de que estoy en primera línea, con los mejores, disfrutando. Eso vale más que una victoria o que ganar una txapela”, manifiesta Bengoetxea VI, que agrega que “eso me da la ilusión diaria para seguir adelante y para hacer grandes partidos que recordará el público y, también, yo”.

Catorce años -Oinatz cumple tres lustros como profesional en octubre- junto a un abanico de manistas de categoría himalayesca, como Martínez de Irujo, Olaizola II, Berasaluze II, Barriola, Patxi Ruiz, Gonzalez, Xala o Titín III, puso las cosas muy complicadas al leitzarra, muchas veces varado en semifinales ante los dos más grandes del siglo XXI. “Juan y Aimar han sido dos pelotaris muy duros y dos de los mejores de la historia. Hicieron de barrera, no solamente para mí, sino para muchos”, cuenta. “Después de ganar el Manomanista en 2008 pasé muchos años con muchas ganas de ganar txapelas. Esas temporadas peleé a tope, haciendo la preparación al máximo. Sin embargo, han sido en estas últimas en las que han llegado los títulos”, define. “En estas dos finales seguidas, me está ayudando no obsesionarme con la idea de alcanzar el título desde que empieza el campeonato”, añade Oinatz. Serio Oinatz. Sobrio Oinatz. Tranquilo Oinatz. Sonriente Oinatz, que sofocó los incendios internos y aspira, dice, a cumplir dos décadas en la elite. “Sería algo muy bonito. Cuando ves las despedidas de los compañeros, como la de Abel, empiezas a plantearte el futuro”, espeta.

En el enfrentamiento a Irribarria, el leitzarra se encontrará a un manista que, cuando debutó, únicamente tenía seis años. “Ha llegado una nueva generación y los veteranos lo aceptamos así. Son muy buenos y hay que estar contentos porque el futuro de la pelota es rico”, recita el navarro, quien declara que “no sé si esta generación es mejor que la nuestra, pero peor seguro que no”.

el punto de juego Pase lo que pase, Bengoetxea VI se encuentra en un estado de juego perfecto. Maduro en la disputa, asoma guerrero en momentos de zozobra y genio con el viento a favor. “No sé si soy el mejor Oinatz, pero creo que estoy en una buena racha. Quizás es el momento de mayor regularidad. Si echas la vista atrás, en los tres campeonatos, la mayoría de partidos han sido buenos”, confiesa el delantero. Lo achaca al “punto de juego”. El caprichoso destino de los pelotaris: la chispa, la frescura, el duende. Pies de cemento o viaje en zepelín. “Sube o baja. Hay rachas buenas y malas. Ahora se está alargando la buena. Uno quizás aprende a alargarla. Eso se intenta. Con los entrenamientos se trata de mantener ese estado de forma, pero no es una ciencia exacta. Va y viene”, revela el delantero.

Desde el punto de vista físico, por otro lado, Bengoetxea VI no cree que haya un cambio tan grande. Acostumbrado a controlar el peso, se exprime en el Antzizar de Beasain con Etor Mendia. “Siempre he trabajado bien ese aspecto y ahora estoy bien. Me encuentro a gusto. Pero, al final, todo viene por el punto de juego. Si estás bien, te cansas menos; si andas mal, te cansas más. La clave es el juego”, relata.

La final Iker Irribarria, actual campeón del Manomanista, saldrá de favorito para la cátedra el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao ante Oinatz Bengoetxea, a partir de las 17.00 horas. El leitzarra admite que se enfrenta a un “reto”. “Irribarria rompe y tiene capacidad de romperme a mí también. Intentaré que no juegue cómodo”, declara el lei-tzarra, quien analiza que “el año pasado Iker jugó mucho y este año no ha estado tranquilo. La presión influye. Está claro que puede dar el nivel que mostró en 2016”. De cualquier modo, el navarro asume que “es un pelotari con margen de mejora. Es más completo ahora que entonces”.

La cancha, tal y como señalan los dos protagonistas, se adapta mejor a las condiciones del zurdo de Arama. “El Bizkaia es un frontón tranquilo, lento, e Irribarria cuando tenga la oportunidad de empalmar bien, mandará la pelota hasta el siete. Esa es una de sus mayores cualidades: cómo le da con el sotamano con apenas dos pasos y la manda al siete. Además, no solo tiene fuerza, tiene mucha clase. Pero lo que le hace especial es ese palazo”, remacha Bengoetxea VI.