Juneren Hegoak está dando alas a Javier Delgado. El triatleta irundarra, que disputa este año varias pruebas de resistencia para dar a conocer esta asociación situada en Errenteria, se proclamó el pasado fin de semana vencedor del triatlón de larga distancia de Aranjuez (3,8 kilómetros nadando, 180 en bici y 42 corriendo), un tremendo éxito teniendo en cuenta que no es profesional. Su extraordinario preparación física ya había sido séptimo una semana antes en Francia y la motivación extra que le otorga correr por los niños y niñas necesitados, le hicieron alcanzar en primer lugar la línea de meta después de nueve horas y 47 minutos de esfuerzo.
"No me esperaba para nada ganar una prueba así", reconoce Javier Delgado: "Sí es verdad que estos dos últimos años (en 2015 corrió para dar a conocer la enfermedad de una niña irundarra, Jara Tomé) había hecho buenos puestos, pero nunca me había planteado ganar. Salgo a disfrutar y a darlo todo. Igual no había tanto nivel como en otros Ironman que había disputado y gané".
"Nadé muy bien, algo raro en mí porque es lo que peor se me da. Salí séptimo del agua", comienza Delgado a desbrozar su carrera. "La bici la suelo hacer bien, pero fue duro porque era un recorrido de 56 kilómetros por la autopista al que había que dar tres vueltas. Hacía calor, había bastante desnivel y el viento soplaba por todos lados". Bajó quinto para afrontar los 42 kilómetros corriendo, la disciplina del triatlón que mejor se le da en Francia los completó en tres horas y siete minutos. El propio irundarra relata cómo fue su épica remontada: "Calculo que el primero me sacaba 16 minutos. Cogí pronto al cuarto y al tercero. Hacía muchísimo calor y no había casi zonas de sombra. Te echabas agua a la cabeza y a los dos minutos tenías el pelo seco. Cogí al segundo, pero pasé cinco kilómetros malos, entre el 21 y el 26, y me adelantó uno que venía por detrás. Superé la crisis, me vine arriba y me volví a poner segundo. La gente me decía: ¡Tienes ahí al primero, lo tienes ahí! Pero no lo vi hasta el último kilómetro y medio. Fui a muerte y lo adelanté cuando quedaban 500 metros o así". Su cara al romper la cinta de la línea de meta, una mezcla de satisfacción y esfuerzo, habla por sí sola.
Una preparación autodidacta Al no ser profesional y tener un trabajo que le ocupa ocho horas al día de lunes a viernes, la preparación de Javier Delgado no es la de un profesional. Además, siempre ha dicho ser autodidacta. "Me autoentreno y me autoalimento", bromea. No suele bajar de las cuatro horas al día, ya sea nadando, andando en bici o corriendo, pero probablemente pocos preparadores en el mundo recomendarán hacer a tope dos Ironman en apenas ocho días. "Después del Ironman de Francia, hice entrenamientos suaves de nadar y bici, y un día salí a correr pero no me llegaba el aire a los pulmones. Voy sin ninguna presión, supongo que algún día reventaré, pero siempre salgo igual, a disfrutar sensaciones y a tope".
Javier Delgado suele decir que la mente es más importante que el físico, y más en estas distancias en las que el participante debe hacer un esfuerzo solitario de tantas horas: "Me preguntan: En qué piensas. Y yo suelo decir que en todo y en nada, siempre pienso que puedo más. Suelo tener tramos de cuatro o cinco kilómetros malos en el tramo corriendo, pero luego me recupero. En Aranjuez hice los tres últimos kilómetros a un ritmo de tres minutos y 40 segundos, yo mismo alucinaba".
Mayor repercusión Esta victoria en Aranjuez ha servido para que la iniciativa solidaria de Javier Delgado esté teniendo una mayor repercusión: "Me preguntaron en meta a quién dedicaba la victoria y les conté que estaba corriendo por Juneren Hegoak, una asociación de Gipuzkoa. Me salió del corazón y todo el mundo se puso a aplaudir".
El irundarra, que en dos semanas vuelve a disputar un triatlón de larga distancia, esta vez en Galicia, intenta estar cerca de las familias a las que apoya: "Cuando vuelvo de una carrera, estoy con algún chaval de Juneren Hegoak, les doy mis diplomas y medallas y estoy con ellos. No hay nada como estar un rato con estos niños y niñas para tragarnos nuestro egoísmo y dejar de mirarnos el ombligo. No tengo derecho a quejarme de nada. Me dan muchísima fuerza para seguir luchando".