Un genio sin lámpara
Freire lamenta que "A rabobank le vale más un tercer puesto de Gesink que un triunfo mío"
A Óscar Freire se le nota dolido. Incómodo. Con el recuerdo aún reciente de las dos etapas que se le escaparon en la Vuelta al País Vasco -en Murgia, donde Gesink y Martens no tiraron a por Vinokourov y el cántabro ganó el sprint del pelotón a su compañero alemán; y en Zalla, donde fue descalificado tras el inocente y absurdo empujón de Luis León-, la Amstel Gold Race agravó una situación que viene de lejos y que se repitió en la Flecha Brabançona, también ganada por Philip Gilbert. El cántabro admite que el valón es de los escasos corredores "capaces de ofrecer exhibiciones. Y, además, mi equipo a veces no juega a ganar, como ocurrió en la Flecha de Brabante, una carrera que ya he ganado tres veces. En parte, viene bien que se lleve un escarmiento. Vi desde el principio que no corríamos para ganar. Está bien que lo vean los demás".
Pero en la Amstel Gold Race, Rabobank rizó el rizo. Con Gesink, Martens y el propio Freire en un grupo de trece, no se movió. "El equipo iba para Gesink como antaño iban para Boogerd. Les vale más un tercer puesto de Gesink -fue noveno en el Cauberg- que una victoria mía". El tricampeón mundial se desahogó ayer en El País, pero en el fondo lamenta algo que no es nuevo. Siempre fue así. Hay victorias que valen más si las firma un corredor en concreto que un compañero. Un ejemplo claro es la París-Roubaix de 1996, cuando iban escapados tres Mapei -Johan Museeuw, Gianluca Bortolami y Andrea Tafi-, y el director de la formación, Patrick Lefevere, telefoneó al dueño de la firma Mapei, Giorgio Squinzi, para preguntarle por el orden que deseaba en el podio. La respuesta fue Museeuw y después los italianos. El León de Flandes encaminaba así su segunda Copa del Mundo y Mapei recibía un espaldaro a su interés comercial en Bélgica.
En 1994, el último de Moreno Argentin, el icono de aquel Gewiss que daba exhibiciones, ganó su tercera Flecha Valona tras llegar a pie de Huy con sus compañeros Evgeni Berzin y Giorgio Furlan. Nadie dudó de que la imagen del podio debía ser la de la última clásica de Argentin.
Tambien tuvo nítido Johan Bruyneel en el Tour de Francia 2009 que la instantánea de Alberto Contador en París valía infinitamente más con Lance Armstrong al lado que sin él. ¿Quién no recuerda aquella mirada del texano, embutido en el maillot de Astana, hacia el pinteño?
La propia Amstel Gold Race guarda un caso relativamente reciente. Fue en 2002, el último año que desembocó en Maastricht -desde 2003 se llega al Cauberg, en Valkenburg-. En el Eyserbosweg, con 40 kilómetros por delante, atacó Michael Boogerd (Rabobank), y con el holandés -siete veces podio en la clásica de la cerveza, un triunfo en 1999- se fueron Armstrong (US Postal), Michele Bartoli y Serguei Ivanov (Fassa Bortolo). El italiano cumplía su primera temporada en el equipo de Giancarlo Ferretti, quien no dudó en sacrificar al ruso -el único de los cuatro que sigue en activo, en el Katusha-, pese a que aquel día demostró que era el más fuerte del cuarteto. El manager del Fassa Bortolo entendió que la repercusión de la primera gran clásica de aquella escuadra que volaba, sería mucho mayor en Italia -donde radica la cementera que soltaba los euros- si la ganaba un ídolo local que un aún desconocido ruso. Óscar Freire, entonces con el maillot arco iris del Mapei, ganó el sprint del pelotón y finalizó quinto.
Fassa remató; rabobank, no El problema es que Fassa Bortolo hizo doblete en aquella Amstel, y Rabobank, en otras circunstancias, fue el domingo sexto (Freire), noveno (Gesink) y décimo (Martens). En la web del equipo, se explican los holandeses Tankink, Gesink y el director, Erik Dekker. La formación llevó la carrera rápida, "porque nos interesaba hacerla dura para Robert (Gesink)", apunta Tankink. Pero el espigado tulipán no floreció. "Schleck atacó donde pensaba hacerlo yo. Cuando él arrancó, debía irme con él, pero sentí las piernas acalambradas y no pude. Me dio vergüenza, porque íbamos cuatro compañeros en el primer grupo -entonces aún aguantaba Tankink-", se escudó el líder del equipo.
Entonces, "comprendí lo que pasaba", concluye Dekker, "era una cuestión física. Cada ataque era un suicidio, como el de Schleck, y solo nos quedaba esperar que Freire pudiera hacer algo al sprint". Pero Rabobank no frotó la lámpara, y el genio cántabro fue sexto, su mejor puesto en el Cauberg.
Ni Freire ni Luis León correrán mañana la Flecha Valona, donde Gesink y Mollema, dos holandeses, defenderán la suerte de Rabobank.