Como si de un mal sueño se tratara, la historia se repite para el Lagun Aro GBC un año después. Los sinsabores de la temporada pasada parecían superados con el ilusionante proyecto que echó a andar en verano, pero el paso de las jornadas ha demostrado que poco o muy poco se ha avanzado en este tiempo y el equipo guipuzcoano está pasando exactamente por las mismas etapas que la última campaña: un comienzo por encima de lo esperado, que lleva a una situación cómoda en la tabla y a serias opciones de entrar en la Copa, y, de forma inesperada, un profundo bache de juego que corta de raíz cualquier ilusión de que el año acabe en algo grande.
El balance 5-2 con el que arrancó la temporada el Lagun Aro GBC mejoró incluso la puesta en escena vivida doce meses atrás, cuando el equipo también tuvo durante varias jornadas balance positivo aunque no tan bueno. Los de Laso, pese a sufrir luego tres derrotas seguidas, lograron darle la vuelta a la situación y colocarse con un prometedor 7-5. Además, el equipo, más compensado que el de la pasada campaña, competía mejor y daba la cara incluso cuando perdía. Las expectativas eran inmejorables... hasta que ha llegado la fatídica racha.
Las similitudes entre ambas temporadas son, cuando menos, curiosas. Tanto la temporada pasada como ésta, la primera derrota llegó en el último partido de diciembre: en Badalona hace un año y en Málaga hace un mes. Luego llegaron las demás. Entonces fueron siete derrotas consecutivas que dejaron al equipo con una sola victoria de renta sobre la zona de descenso. Ahora van seis, y la ventaja es de dos triunfos, pero la visita al Cajasol de este domingo se antoja difícil y el Menorca, penúltimo clasificado, juega en casa ante el DKV Joventut, así que la opción de que la renta se reduzca a la mitad es posible.
Sexta derrota seguida
Ridículo y pitada
Más similitudes. En la sexta derrota consecutiva, tanto la anterior temporada como la actual, el equipo dio la sensación de tocar fondo. Hace un año fue con la derrota ante el Cajasol por 47-56; este pasado domingo, con el ridículo vivido frente al Fuenlabrada (74-94). Dos partidos pésimos que, en ambas ocasiones, acabaron con la afición muy disgustada y silbando al entrenador, Pablo Laso. También es cierto que ahora no se han repetido de forma tan unánime los gritos de "Laso dimisión", aunque se oyó a algún aficionado repetir la petición. Además, hace doce meses tocó visitar una cancha difícil, la del Unicaja (derrota por 97-72) y ahora la empresa de acabar con la racha se antoja complicada, con el duelo ante un Cajasol que parece ir a más.
La dinámica negativa se rompió entonces justo antes del parón copero, con una victoria frente al CB Murcia, que era colista, en un partido que se antojaba clave para el futuro de los guipuzcoanos, que supieron responder a la presión. Ahora, dentro de un par de semanas, puede ocurrir lo mismo cuando visite el Donostia Arena un Menorca que vendrá a por todas.
Una crisis imprevista
Bajón de jugadores clave
Echando la vista atrás, la racha de siete derrotas consecutivas del pasado año resulta hasta comprensible, porque el equipo tenía claras carencias -Sergio no funcionaba, no había un tirador y el rendimiento de Ignerski fue cayendo paulatinamente-, pero la crisis actual resulta bastante más inesperada, porque la plantilla está mucho más compensada, al menos a priori.
Mantener el ritmo inicial era imposible, pero de ahí a perder seis partidos seguidos -tres de ellos contra Alicante, CAI Zaragoza y Fuenlabrada- hay un trecho. En el último encuentro frente a los madrileños hubo un inexplicable problema de actitud de unos jugadores que saltaron a la cancha fríos, sin tensión ni garra y que no se esforzaron en defensa. Pero el problema viene de lejos y es evidente: muchos jugadores, por motivos que se desconocen, están muy lejos de su mejor nivel. Los ejemplos más claros son Salgado y Doblas, además de Panko, que muestra una irregularidad preocupante. El banquillo ya se sabía que era limitado, pero cada vez da menos: Lorbek no espabila, mientras que Tskitishvili lleva dos partidos sin jugar y su futuro es una incógnita.