eibar. "No hemos funcionado como pareja. Tenemos que hablar". La confesión a modo de epílogo, de terapia de pareja, proviene de la garganta abatida de Aritz Laskurain, que intentaba digerir la punzante derrota que Berasaluze y Begino le infringieron a él y a Gonzalez en Eibar, pero que, sobre todo, lanzaba un mensaje para intentar reactivar la alianza con su delantero antes de que la ausencia de comunicación se convierta en un asunto que acabe por quebrantar la complicidad y confianza en la asociación, necesarias para hacer frente común ante una competición extraordinariamente exigente en lo físico, en lo psicológico y en lo anímico.

Y en lo anímico, en lo comunicativo, es muy complicado competir con Pablo y Aritz, dos amigos que dialogan continuamente en la cancha, -es un espectáculo presenciar al de Berriz dirigir a Begino, mezclando consejos y ánimos a partes iguales- que se apoyan mutuamente por el bien común ya sea cuando luce el sol o cuando caen chuzos de punta. Esa comunión, el vínculo de amistad, es el hilo conductor que une y fortalece sus propuestas individuales hasta trasladarlas a un juego sin fisuras, en el que Aritz se hace cargo de las demoliciones, del trazo grueso, y en el que Pablo se centra en pasar la escoba, en el detalle.

No necesitaron más el berriztarra y el de Autza para devorar el errático ejercicio del Gonzalez y Laskurain, muy lejos de lo que se les supone por potencial. No ejercieron el azkaindarra y Aritz como pareja y perdieron foco a mitad de partido, justo en los instantes en el que padecieron varios episodios de notables desajustes por no hablarse en la cancha.