Cuando se cumplen 60 ediciones del Jazzaldia, Lolo Vasco, fotógrafo oficial del festival desde el año 2000, ha preparado una exposición fotográfica con algunos de los grandes momentos que ha vivido Donostia en su cita musical anual más importante. En total son 200 fotografías en las que se puede ver en acción a muchas de las grandes figuras del jazz contemporáneo y que han acudido al festival. La muestra, de entrada gratuita, estará en el museo San Telmo hasta el 28 de septiembre.

¿Cómo fueron sus comienzos en el Jazzaldia?

Yo llegué en 1999 a través de un amigo que iba todos los años. Estaba empezando con la fotografía en ese momento. Me dieron una acreditación para que me moviera un poco a mi bola. Y como agradecimiento al final le regalé un álbum al festival. A Miguel Martín, director del Jazzaldia, le gustó un montón. Y al año siguiente, en el 2000, me llamó y me propuso ser el fotógrafo oficial. En un principio le dije que no, porque estaba empezando en las fotos y me parecía algo demasiado grande, pero al final me convenció. Confió en mí porque había visto cómo trabajaba, cómo me movía.

¿Era fan del jazz?

La verdad es que no mucho. Sí que es verdad que me encanta escuchar el jazz en directo. Me he ido enamorando poquito a poco de esta música, y la escucho bastante, pero no puedo decir que yo sea un conocedor del jazz ni de muchos nombres. Al final algo conozco porque lo fotografío y han ido pasando un montón de artistas impresionantes por el festival.

¿Cómo es su trabajo durante un concierto? 

Como fotógrafo oficial del festival tengo el privilegio de meterme en espacios que el resto de prensa no se mete. Tengo la opción de hacer las fotos desde el foso, donde se suele hacer desde la prensa, pero después puedo meterme en backstage antes y después de los conciertos o de subirme a los escenarios en un momento determinado. 

Pero no debe ser lo mismo fotografiar en La Zurriola o en el Victoria Eugenia Club, por ejemplo.

Es diferente. Uno de los sitios que más me gusta es el Victoria Eugenia Club. Me parece que es el espacio más jazzístico, más cueva, solo le falta el humo (ríe). Pero sí que es un espacio donde las luces son muy sutiles, se ve a los músicos pero lo demás se va a negro. Es un espacio muy íntimo para el jazz. Es lo más parecido a un club de jazz que hay en el festival. Después la locura del escenario Keler, el de la playa, que es gigantesco. Para hacer el concierto completo, es decir, fotos de foso, fotos de escenario y fotos desde atrás de todo el público, pues igual tardas una hora. Con lo cual, de ahí a la intimidad del Victoria Eugenia Club hay una gran diferencia. En uno vas con sigilo, intentas no molestar, te mueves despacito… Y luego el ruido y el mogollón que supone La Zurriola. 

¿Y la ‘Trini’, que es un poco la esencia del Jazzaldia?

Es como el epicentro. El lugar en el que han ido artistas destacados, bandas o artistas potentísimos. Es muy fotogénica, y los artistas suelen halagarla, porque en este escenario ves al público, a un lado ves Urgull y al otro lado el frontón. Es un espacio totalmente irregular y lleno de rincones y luces súper bonitas. Como artista es un lugar muy evocador para cantar o para tocar. 

Después de tantos años, el Jazzaldia ya es su casa.

Yo soy extremeño, de pueblo y a mucha honra. Y de repente ser el fotógrafo del Jazzaldia fue un privilegio absoluto. Me he sentido siempre súper acogido por Miguel Martín, como director del festival, pero también por todo el equipo. Siempre he sentido cariño, simpatía… Ahora la exposición es como una culminación de un recorrido que ha sido un placer. Después, tengo que destacar el cariño del resto de los fotógrafos, los que curran de medios, agencias, freelances... Me han acogido súper bien, hay mucho buen rollo.

Va un poco con el estilo musical, el Jazzaldia tiene ese buen rollo.

Yo creo que sí. Es cierto que algún artista que otro puede ir un poco más de divo, pero los músicos de jazz en general son gente muy educada, le dan las gracias a todo el mundo. Es música muy tranquila, son virtuosos en todo lo que hacen y muy respetuosos en el trato.

¿Hay algún momento que recuerde de todos estos años con especial cariño?

Tengo muchos recuerdos. Por ejemplo, de los conciertos que más me han gustado hay uno de Medeski, Martin and Wood, que es una banda de Nueva York impresionante, unos virtuosos, bajo, piano y batería. Luego, recuerdo como algo especial un concierto del trompetista Clark Terry porque fue precioso. En un concierto, ya muy mayor, empezó a llover a mares en una de las terrazas del Kursaal. Se quedaron como 15 o 20 personas bajo el paraguas o con chubasqueros. A Terry le ofrecieron seguir, porque el escenario estaba techado, y él invitó al poquito público que se había quedado a subir. La mayoría de ellos eran músicos aficionados, y al final hubo una pequeña jazz session donde Terry invitó a los demás a tocar. Fue un momentazo, recuerdo bien la cara de entusiasmo de los aficionados tocando con él cuatro o cinco temas en el escenario y Terry haciendo de maestro encantado. Creo que es uno de los momentos más bonitos que he vivido en el Jazzaldia.

Hablando de la exposición, hay fotos de muchos fotógrafos, oficiales y ‘freelances’. ¿Esta exposición está pensada como un homenaje?

Sí, por supuesto. Son 60 años de festival y quería que estuvieran el mayor número de fotógrafos posibles. Han pasado varias cosas: por un lado, de los primeros años del festival hay muy poquitas fotos y de mala calidad… Pero sí que hemos recuperado todo lo bueno que tenemos de esos años. En uno de los paneles de la exposición hay imágenes de Mike Davis, Hank Jones, Celia Cruz… Un montón de personajes que han pasado por el festival en esos años y que debían estar representados de alguna manera. Por otro lado, invité a un montón de fotógrafos freelance para que participaran, pero en las fotos de medios o agencias no son ellos los que tienen los derechos de reproducción. Hay quince fotógrafos pero a mí me habría gustado que hubiera habido 30. 

Además, la muestra está dedicada.

Hay una dedicatoria a un amigo mío, Nutri, que me enseñó a amar el jazz Era de Sevilla pero subía siempre al Jazzaldia y murió hace unos años. Empecé a ir al festival y a aprender con él. Me lo pasé muy bien esos años y le he dedicado la exposición en uno de los bordes de los paneles. Era un sabio, musicólogo, jazzero, divertido…

La exposición está muy cuidada a nivel de luz y con una lista musical de jazz que suena todo el tiempo.

Me encanta cómo ha quedado, estoy contento. Han sido cinco meses de mucho trabajo. El archivo es enorme y lo que más me ha costado ha sido seleccionar las 200 que están en la muestra porque había muchas fotos y había que quitar la mayoría. Después había que elegir cuál iba a ser más grande y cuál más pequeña, cuáles en color, en blanco y negro, en qué paneles… Las copias de las pruebas las hemos trabajado muy bien, para que llegara a alcanzar la calidad que queríamos. Después, el equipo de montaje se lo ha currado con mucho cariño y mucha paciencia. Mikel, que es el iluminador de San Telmo, le ha dedicado también un cariño especial a la iluminación y le ha dado un toque especial. Y ya para rematar Miguel Martín, director del Jazzaldia, ha hecho una selección de jazz para que suene en la exposición. Creo que ha quedado un conjunto estupendo.

Además de los músicos, hay fotos del Coro Easo o del Orfeón donostiarra. ¿Era importante mostrar también la ciudad y sus personas?

Sí. Están los artistas, que son los protagonistas, pero sin el público es una prueba de sonido vacía. El otro día se pasó una chica del Coro Easo y me dijo que le había encantado y que se lo iba a decir a las amigas, y creo que es una buena manera de traer gente a la muestra. Y con el público igual. Hay una foto de la Trini con un montón de gente que puede hacer que vayan personas a buscarse. Me gusta la idea, que vaya la gente para verse. Creo que la exposición pone en valor a toda la gente que hace posible el festival.

¿Cómo es un día de trabajo para usted en el Jazzaldia?

Es una paliza, porque empiezas a las diez y no paras hasta mediodía para enviar todas las fotos de la mañana. Para llegar a todos los sitios uso una bicicleta y, a la tarde, desde las 17.00 que empieza la programación del Kursaal hasta las 22.00 no paro de un escenario a otro. Tienes tu cuadrante, sabes lo que tienes a cada hora, con la posibilidad de que puedes llegar a mitad del concierto o casi acabando porque vas a poder hacer fotos en cualquier momento. Quizá lo peor es cuando acaba el último concierto en la playa, que suele ser a la 1.00 o 1.30. Después de todo el día me voy a la oficina en el teatro Victoria Eugenia y me pongo a editar para que a la mañana estén ya las fotos para subirlas a medios y redes. A veces lo que haría en una hora si estuviera más despierto lo hago en tres horas (ríe). Pero bueno, me lo paso bien. 

Algún concierto en mente para este año?

Me apetece ver a Jamie Cullum otra vez. Es un showman y me encanta. También me apetece ver a Marc Ribot. Este año actúa en San Telmo y queremos que pase por la exposición para que vea su foto en la pared.