Sara Baras está inmersa de lleno en su nueva gira Vuela, que, como reza el título, se trata de un alegato fiel a su filosofía de agradecimiento hacia la vida y también hacia el maestro Paco de Lucía. La bailaora gaditana más internacional recaló ayer con su compañía en el Auditorio Baluarte de Pamplona y del 23 al 26 de mayo estará en el Teatro Arriaga de Bilbao en un tour con el que ya tiene fechas cerradas hasta mediados de noviembre, pero con el que espera seguir volando en 2025.

Vuela se trata de un espectáculo dedicado al gran Paco de Lucía compuesto por 15 piezas unidas por elementos como la madera, el mar, la muerte... ¿Qué va a poder ver el público?

-Es un espectáculo con un mensaje muy bonito y que recuerda todo el rato momentos del maestro, no solamente utilizando algunos momentos de su música, sino también dedicándole otro momento a él, que son estas 15 palabras que también van con la evolución de estos 25 años con mi compañía, de todo lo que he podido crecer con sus consejos.

¿Y cómo definiría a Paco de Lucía? ¿Qué recuerda de él más allá de la música que todos conocemos?

-La verdad es que su música y su genialidad no se discuten, y después, poder tener la oportunidad de conocerlo de cerca y de ver que si su música es grande, su persona era igual de grande, con una humildad que no suele estar muy presente en los grandes, y mucho sentido del humor y cariño. No tengo palabras suficientes para agradecerle, porque conmigo ha sido siempre un maestro y un gran amigo, aunque el respeto y la admiración siempre estuviera súper presente y a veces era difícil olvidar que estabas con Paco. Tenía una grandeza, una sabiduría y un saber estar impresionante. Y este espectáculo está hecho desde el cariño y el agradecimiento, no solamente a él como genio de la música de nuestro país y representante del flamenco, sino también de forma personal, pues me ha influenciado muchísimo en mi carrera y en mi vida. 

¿Recuerda cómo fue la primera vez que le conoció en persona? ¿Qué palabras entrecruzaron?

-De pequeñita lo había visto varias veces y nuestras familias se conocen. Habíamos coincidido en España, en Nueva York, en América… pero siendo él de Algeciras y yo de Cádiz, ¡nuestra amistad empezó en Tokio! Coincidimos en El Flamenco, un sitio con una solera bestial, una de las salas de fiesta más antiguas del flamenco en Japón y me ofreció toda la sabiduría que estos maestros tienen, que ya han recorrido medio mundo, y la verdad es que a mí no se me olvidará nunca. Cuando conoces a Paco, yo creo que le pasa a casi todo el mundo, no hablas, te causa tanto respeto que te quedas totalmente bloqueada. Sin embargo, él tenía un carácter muy cercano y un sentido del humor muy presente, y era él quien rompía ese bloqueo. Me dio consejos como que no me olvidase nunca de dónde venía y que recordase la seriedad y el respeto que hay que tenerle a nuestro arte. 

"Coincidimos en El Flamenco, un sitio con una solera bestial"

Ya lleva más de 30 años de carrera, que ahí es nada, pero sigue renovándose de forma constante. En su espectáculo de Suite flamenca llegó a mezclar las últimas tecnologías para crear una experiencia inmersiva. ¿Congenia bien la tradición con un género con tanta historia como puede ser el flamenco?

-Yo respeto a todo artista que se quede en lo que le funcione, pero es verdad que no es mi caso; yo estreno espectáculo nuevo cada dos años más o menos y el pasado 2 de abril hace 26 años que debuté con mi compañía en Murcia. Siempre hemos intentado aportar un poquito más dentro de que nunca hemos olvidado de dónde venimos y quiénes somos. Siempre hemos respetado la tradición de este arte por encima de todo, pero sí tenemos la obligación de bailar y expresarnos tal y como sentimos. La vida evoluciona y nosotros evolucionamos con la vida, y nuestra forma de ver las cosas va cambiando y eso te hace buscar el riesgo, de arriesgar un poquito para poder aportar otro poquito más. En ese sentido, yo creo que nosotros tenemos un sello propio en la compañía y creo que no hubiéramos tenido una evolución tan grande si nos hubiéramos quedado en lo primero que funciona. Todo crecimiento tiene sus riesgos, pero realmente creo que el público lo valora muchísimo, porque mi compañía es una compañía privada, que se mantiene del público, y no tengo palabras suficientes para agradecer al público su cariño y su entrega.

Según la SGAE, sus creaciones de danza como compañía privada son las que más público tienen y las que más recaudan, así que no es de extrañar que ya tenga fechas cerradas hasta mediados de noviembre. Su deseo es seguir el año que viene también, así que queda mucha Sara Baras por delante, ¡hasta que el cuerpo aguante!, ¿no?

-Sí, así es. Yo creo que he dado mucho, pero me queda mucho todavía por dar y aunque he aprendido mucho, me queda todavía mucho por aprender. Y, si Dios quiere y el cuerpo aguanta, estaré ahí hasta que pueda.

La bailaora Sara Baras. Jaume de Laiguana

Hablando también de aprender… Es una maestra que ha aprendido también de los grandes, pero dice que la persona que más le ha influenciado ha sido su madre Concha. ¿Cómo consiguió forjar su propia personalidad?

-Mi madre, al ser profesora y no subirse al escenario como bailaora, provocaba que no imitásemos una forma concreta de bailar. Una de las cosas más especiales que tenían sus clases es que te enseñaba, pero sacaba tu personalidad, tu propia forma de hacer las cosas, y creo que eso ha sido súper importante en mi carrera. Monto mis coreografías desde que empecé porque mi madre me ayudó a desarrollar mi creatividad y personalidad. Además, cuando empecé era una cría y ella nunca hizo que pareciera un trabajo ni algo profesional, sino un hobby. De esta forma crecí disfrutando del baile, y, a día de hoy, por supuesto que es un trabajo muy serio y le tengo mucho respeto a mi profesión, pero es curioso cómo, después de los años, sigo disfrutando del baile porque no solo es mi trabajo, sino que también es mi pasión.

En 1998 decidió crear su propia compañía. Como mujer, ¿es más difícil ser emprendedora y empresaria o bailaora, coreógrafa y directora?

-Hace 25 años, éramos menos las mujeres dentro de un arte así, tan de hombres. La vida estaba planteada de otra manera y había artistas mujeres maravillosas que adoro y de las que he aprendido muchísimo, pero muchas se quedaban en el camino porque son las que hacían la casa, cuidaban de los niños, hacían la cena, la comida… Sin embargo, en mi generación yo no he sentido que por ser mujer lo tuviera diferente. Yo empecé a soñar en hacer una compañía privada y he estado tan entregada en lo mío y he tenido tanta suerte y tantas personas que me han ayudado que en ese sentido yo no he sentido esa diferencia. Eso sí, soy consciente de que me queda mucho por aprender, pero la ignorancia te hace ser muy valiente. Estrené la compañía con una ilusión que hacía que pudiera con todo, pero también me han dado muchos palos de por medio. No he estudiado una carrera de Empresariales, pero he aprendido a manejar lo que conlleva cada espectáculo y a rodearme de un buen equipo y valorar lo importante que es el trabajo en equipo. En cada espectáculo viajamos entre 50 y 60 personas, somos muchos.

¿Cree que la danza, y el flamenco en particular, vive un buen momento, y están mejorando las condiciones de la profesión?

-Yo creo que ahora hay un momento muy bueno, el público está muy entregado y la danza, y también el flamenco, está cogiendo el sitio que le corresponde gracias a maestros tan grandes como Paco de Lucía, Camarón, Carmen Amaya o Enrique Morente. Y ahora, parece que estamos, por un lado, un poquito mejor, pero por otro, todavía se necesita mucha ayuda para que los bailarines puedan tener un un trabajo serio dedicándose al arte, al baile o a la música.