Los catorce alumnos del máster de Comisariado de la Elías Querejeta Zine Eskola (EQZE) han preparado un programa público titulado Una isla desierta/Irla mortu bat que, principalmente, se desarrollará en la sala de cine de Tabakalera entre el día 9 y el 14 de este mes. Nueve cortometrajes, mediometrajes y largometrajes, una instalación audiovisual y otra sonora conforman la propuesta con la que los estudiantes pretenden reflexionar sobre las nuevas maneras de habitar la sala oscura para luego llegar a “habitar el mundo”. Andrea de la Torre y Juliana Arana son dos de los catorce comisarios que han pergeñado este ciclo que arrancará el martes de la semana que viene con Blissfully yours (2002), del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul. Esta será una sesión muy especial, cuentan De la Torre y Arana, dado que se proyectará una copia en celuloide de 35 milímetros

La experiencia en la EQZE, reconocen ambas, está siendo “muy intensa” y, al mismo tiempo, “muy bonita”. Poder llevar una propuesta a la pantalla compartida de Tabakalera es, además, un buen ejemplo de lo que hace “única” la formación de la escuela, que permite desarrollar un proyecto curatorial desde cero, fomentando el intercambio de experiencias entre los alumnos, hasta su plasmación pública en un ecosistema de distintas instituciones vinculadas con el séptimo arte.

Una isla desierta busca replantear cómo estamos viviendo el cine hoy en día y cómo estamos habitando las salas”, explica De la Torre, graduada en Comunicación Audiovisual por la Pontificia Universidad Católica del Perú y diplomada en Distribución y Exhibición Audiovisual por la Universidad Nacional Villa María de Córdoba (Argentina), y que ha tenido diferentes experiencias profesionales en festivales como el de Sundance o el de Cine Al Este de Lima. Películas como la citada de Apichatpong Weerasethakul, Eventide (2022), de Sharon Lockhart, o A casa, a verdadeira e a seguinte, ainda está por fazer (2018), de Sílvia das Fadas, dan pie, a su juicio, a una reflexión sobre la contemporaneidad.

¿Cómo se habita actualmente una sala de cine? ¿Cómo son las relaciones entre los que allí se congregan? ¿Cómo se viven las películas después de las sesiones? Estas son algunas de las preguntas que surgen en clase y sobre las que los alumnos de la Escuela no dejan de meditar, algo que se puede hacer, incluso, desde la propia “materialidad fílmica”. En este sentido, el caso del cineasta tailandés no será único en el ciclo. El largometraje de Sílvia das Fadas, programado para el 11 de abril y con presencia de la cineasta, se proyectará en una copia de 16 milímetros. “Son experiencias que, normalmente, nos detienen, pero es muy bonito reconectar con el cine desde la materialidad de la proyección para traer nuevas conversaciones y pensamientos a este respecto”, explica De la Torre.

Juliana Arana y Andrea De la Torre son dos de los catorce estudiantes de Comisariado de la EQZE que han programado el ciclo 'Una isla desierta'. Iker Azurmendi

Arana, graduada en Educación en la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, diplomada en Cine Documental por el Instituto de Cine Madrid y fogueada en programación cinematográfica en la Muestra Internacional Documental de Bogotá, va más allá: habitar una sala de cine, como habitar una isla desierta, es una manera de “habitar el mundo”. Es decir, una tabula rasa para plantear otras posibilidades para morar en el planeta. Ese es el espíritu que recogen las obras que han comisariado: “Cómo habitar el espacio, cómo reunirse de otra manera y una suerte de promesa de vida en común”. 

Aunque las propuestas que componen Una isla desierta “son muy variadas”, todas “dialogan” entre ellas en lo que se refiere a temas como “un nuevo comienzo” u otras formas de “estar en comunidad”. “Cada película es un mundo aparte aunque son todas muy contemporáneas”, explica Arana, para añadir después que cada una de las obras se acerca al estado de la cuestión desde su coordenada geográfica particular. Asimismo, a varias de estas las atraviesa “una mirada desde lo natural”, al tiempo que se exploran ideas de migración, ideas sobre otras formas de vivir la sexualidad... En definitiva, contenido suficiente para llenar varias maletas y fugarse a una isla desierta.

Dos instalaciones

El ciclo se completa con una instalación sonora y otra audiovisual. Lika es resultado del trabajo de la guipuzcoana Deva Pereda, otra estudiante de la EQZE, que se acerca a la cuestión migratoria y a la legal tomando como punto de partida la realidad fronteriza del río Bidasoa y de la isla de los Faisanes.

En cuanto a la instalación sonora, ¡Odoyá no está!, se trata de una ficción especulativa creada por la periodista, crítica de cine y alumna de la Elías Querejeta Zine Eskola Ana Júlia Silvino, a partir de los sonidos recopilados en la isla Santa Clara.

Catorce comisarios y un programa

A todas las preguntas que se plantean los estudiantes de Comisariado se le añade otra: ¿Cómo se programa entre catorce personas? “Con paciencia”, bromean, para luego hablar en serio. La conformación del listado de proyecciones y actividades, cuentan, se produjo de forma orgánica. 

En un primer estadio, los alumnos Adolfo Vincenzo Hernández Velásquez, Ana Júlia Silvino, Andoni Imaz, Andrea de la Torre Perleche, Hector Antonio Márquez Baca, Ivan Bustinduy, Jan Baeta Salvany, Juliana Arana Toscano, Manuela Gutiérrez Arrieta, Maria Aizpurua Ayastuy, Matteo Giampetruzzi, Maya Sfakianaki, Nicholas Nahuel Turchi y Saioa Miguel fueron lanzando temas que les interesaban. Surgió así el contraste de ideas, el debate y la discusión. “Empezamos desde palabras y desde ahí el campo semántico se fue abriendo hasta llegar a puntos comunes: una idea de espacio, una idea de habitarlo, una idea de estar en él y una idea de pensar en cómo nos relacionamos con el cine”, explican. Llegaron a la idea de la ínsula a través del texto Causas y razones de una isla desierta, de Gilles Deleuze, sugerido por uno de sus compañeros. Eso sí, cada uno la asumió “desde una lectura particular”, algo que permitió sugerir un ciclo con películas tan variadas que “dialogan también” con lo que es cada comisario, nutriendo así “la idea de comunidad”.

Antes de plantear el programa, los comisarios también hicieron un estudio de público. Pese a ser una ciudad de cine, Donostia adolece de una población envejecida. Los pocos jóvenes que hay tampoco parece que vayan a las salas, aunque eso responde a una enfermedad generalizada derivada de la “proliferación” de las plataformas de streaming y de otros formatos audiovisuales. “Quizá la sala de cine ya no es ese lugar de encuentro. Era algo que también nos planteábamos”, concluye Arana.