Una de las tramas de Ansia se basa en el escarnio que sufre su protagonista, una escritora novel, por parte de un autor de renombre que no soporta compartir su éxito. De gira de promoción de su primera novela, Henar Álvarez figura en el ranking de lo más vendido de todas las plataformas, junto a autores como Eduardo Mendoza o Paul Auster. El de esta humorista deslenguada no es un relato premonitorio ni su argumento está basado en hechos reales. Pero contiene tantos retazos de experiencias compartidas que es imposible no reflejarse en verdades que a menudo golpean como puños.

La madrileña habla de deseo –femenino, por supuesto–, de esclavitud estética, de relaciones de poder... pero sobre todo del derecho de las mujeres a ser libres, erráticas e imperfectas. Y todo ello con la misma mordacidad desternillante que despliega ante los micrófonos.

Una de las cosas que más llama la atención de su novela es que se reconoce su voz en la narración.

Sí, se nota que no me lo ha escrito nadie, ¿verdad?

Totalmente.

Me lo están diciendo mucho y me da un poco de rabia, porque siento que hay una confusión, pero se trata de una ficción. La gente me conoce de los podcast y sabe cómo me expreso. De otros escritores eso no lo vemos, si no quizás también lo pensaríamos.

Cada vez se escriben más novelas con mujeres casadas e insatisfechas como protagonistas. ¿Son la ‘Madame Bovary’ del siglo XXI?

Sí, pero contada por nosotras. Y mira que a mí me encanta Madame Bovary, ¿eh? Pero acaba fatal. Es necesario que nosotras también contemos nuestros conflictos, porque si no los estereotipos que luego se generan de nosotras son terribles.

“Vulgar, chabacano y facilón”. Así describe un autor el libro de su protagonista, Natalia. ¿Alguna vez ha temido que esos adjetivos pudieran atribuirse a su novela?

No, no iba por ahí. Cuando escribí la trama que tiene la protagonista con Juan Sobreviela, un escritor de renombre que ha ido perdiendo fuelle y que no soporta competir con otras mujeres, era una forma de mostrar que esto ocurre con muchos columnistas o artistas. Sé que cuando la gente lee sobre ese personaje se le ocurren un montón de personas a las que podría representar, personas que no se han hecho a la idea de que el mundo no es suyo y de que el pastel del prestigio hay que compartirlo.

La protagonista es muy contradictoria, ¿se puede ser contradictorio sin que tu mensaje pierda valor?

No pretendo mandar ningún mensaje. Es la historia de una chica. Lo que más me importaba cuando lo escribí es que resultara verosímil. Las historias de buenos y malos o los personajes que actúan como si tuvieran un código de conducta debajo del brazo no me interesan demasiado, no me parecen reales. Quería dibujar unos personajes que a la gente le parecieran humanos y, por lo tanto, tenían que tener sus contradicciones e imperfecciones.

Natalia tiene un amante mucho más joven. ¿El empoderamiento femenino pasa por apropiarse de conductas hasta ahora solo aptas para hombres?

Decidí que tuviera un amante más joven por un motivo muy simple: quería mostrarla como una villana, para que se viera que era una persona humana. Para poder tener una relación en la que tú mangonees, necesitas que la otra persona sea más joven, es imprescindible. Para ser tú quien decida cuándo os veis, cuándo lo dejáis… necesitas tener más herramientas. Y la única manera que se me ocurría de que fuese real era que el chico fuera más joven.

Entonces...

No creo que eso sea copiar comportamientos del hombre. Lo que nos pide el patriarcado es hacer las cosas perfectas. Pero ellos se han comportado de manera libre, y lo suyo siempre ha sido lo neutro. Ahora cuando una mujer se comporta de manera libre, parece que está reproduciendo las conductas masculinas. No es así, se está comportando de manera libre, como lo han hecho ellos.

En su novela defiende la toma de decisiones en caliente. ¿Mejor arrepentirse de lo que uno hace que de lo que no llega a hacer jamás?

La gente toma decisiones en caliente un montón de veces. Tanto hombres o mujeres, cuando sienten que han perdido el control se vuelven algo cucú y empiezan a tomar decisiones para tratar de arreglar lo que sienten que han perdido. Suele ser un desastre, una huida hacia adelante. ¿Qué persona a la que le ha pasada algo que le afecta mucho se sienta y se dice: a ver, voy a analizarlo todo. Nadie actúa así, como un robot.

Su protagonista comparte nombre con la Natalia de ‘Un amor’, de Sara Mesa...

Ha sido pura casualidad, mi mejor amiga se llama Natalia. Casi todos los nombres de mis personajes son de alguien que es importante para mí.

Pero es curioso cómo, desde voces muy distintas, reivindican el deseo femenino.

Sí, y además me encanta Sara Mesa y su libro. Tengo un montón de referentes y algunos los nombro, como Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez, por ejemplo.

Henar Álvarez posa con su último libro Borja Guerrero

El deseo femenino se ha asimilado como un peligro para la familia nuclear y, por ende, un peligro para la labor gratuita de las mujeres en los cuidados.

Porque nosotras éramos las que estábamos esperando. ¿Sabes cuándo habremos llegado a la igualdad total? Cuando hablemos de deseo. No tiene sentido que, si pensamos que somos iguales, pensemos que el deseo de ellos opera de forma diferente al nuestro. Los hombres tienen necesidades y las mujeres, también. Si ha habido patrones de comportamiento diferentes ha sido porque se nos ha educado de manera diferente, lo que ha generado un montón de frustraciones y de problemas, con mujeres fingiendo orgasmos.

Y es en relación a cómo se exterioriza ese deseo donde se divide a las mujeres entre santas y putas.

Claro, porque nos categorizan dentro de unos marcos que han pensado para nosotras. Da igual lo que hagas, los hombres te van a sexualizar siempre, ¿acaso no hay pornografía con tías vestidas de monjas? La sexualidad femenina está tan manida que todo lo que hagas encaja con un estereotipo pensado por ellos. Y siempre salimos perdiendo. Nunca se muestra nuestra sexualidad de una forma real, siempre es para servirles a ellos, para conseguir algo… o no existe.

Ha afirmado en más de una ocasión que no está de acuerdo con que, a medida que una mujer envejece, su capital erótico se devalúa.

No estoy de acuerdo porque, como te acabo de decir, se sexualiza todo. Y porque creo que es un miedo que se mete a las mujeres, que se va transformando. Cuando era adolescente se hablaba de la extrema delgadez. Nos decían que Renée Zellweger y Kate Winslet estaban gordas, y las veíamos gordas, que es lo peor de todo. Ahora la presión estética está en la cara.

Una presión estética distinta, ¿pero con las mismas consecuencias?

Lo que hacen es que las mujeres siempre estemos ocupadas, perdiendo nuestro tiempo y dinero en estar bellas, porque nos han metido en la cabeza la idea de que, si no nos mantenemos jóvenes, no nos van a querer. Es mentira. Pero es un miedo que te meten y aflora en cuanto tienes un problema. Reflexiono sobre ello a través de la protagonista. Su amante la ha dejado porque no se ha portado bien con él y como ella descubre que él se ha echado una novia mucho más joven, se convence de que la ha dejado por otra y empieza a querer cambiar su apariencia física. La realidad es que el miedo aflora y no quiere hacerse cargo de sus actos.

Pero estamos viendo cómo la ‘cosmeticorexia’ está afectado incluso a adolescentes.

Hay niñas de diez años que hacen tutoriales de skin routine, es muy fuerte. ¿Es que están pidiendo cremas Olay de regalo de comunión? Siento que es un método de control para sacarnos del circuito del poder. En el documental Generación porno vi cómo una niña de 14 años decía que en cuanto cumpliera 18 años se iba a operar la nariz. Los niños no están diciendo que están deseando cumplir 18 años para ponerse mentón.

En un coloquio celebrado en Bilbao, en el marco de Gutun Zuria, las escritoras Lucía Lijtmaer y Brenda Navarro afirmaban que las únicas mujeres a las que admiten leer los hombres son aquellas que ya están fallecidas, como Virginia Wolf. Es decir, autoras por las que ya no pueden sentirse amenazados.

Muy buena apreciación. Es un poco lo que se representa en la trama de Juan Sobreviela con la protagonista. Sigue habiendo un miedo a competir con nosotras que poco a poco se irá limando y aprenderán que nosotras formamos parte de este mundo y ya no somos el trofeo, que somos sujetos de derecho como todo el mundo.

En apenas un mes tendrá oportunidad de comprobar si la cola para firmar libros en Sant Jordi es más larga que la de los homólogos de no ficción de Juan Sobreviela. ¿Fantasea con ese momento?

En realidad creo que me daría pudor que ocurriera, sea con un escritor o con una escritora. De hecho, creo que se debería tener cuidado con eso. A mí me dolería estar delante de una caseta y ver que la persona de al lado tiene una cola enorme y yo no. Soy capaz de empatizar con eso.