El escultor bilbaino Vicente Larrea, uno de los más sobresalientes de su generación, falleció ayer a los 89 años de edad. El artista contaba con numerosas obras que forman parte del paisaje urbano de su ciudad natal y de otras poblaciones, como Gasteiz, Iruñea, Valladolid e incluso Madrid.

Larrea nació el 1 de abril de 1934 –estaba a punto de cumplir 90 años– en el seno de una familia dedicada al arte, lo que marcó su vocación desde joven. Inició la saga escultórica su abuelo, Vicente, quien abrió a finales del siglo XIX un taller en la calle Santa María del Casco Viejo de Bilbao. El negocio lo heredó José, padre del recién fallecido, que inculcó en su hijo la pasión por esta disciplina. Tras estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Atxuri y en el Museo de Reproducciones de Bilbao, completa su formación en Francia con el escultor Raymond Dubois.

Al ser el único de los siete hermanos que se interesó por el oficio, se hizo cargo del taller familiar, hasta que en 1964 decidió disolver el negocio y tomar otro camino profesional independiente. En un contexto de ebullición en el ámbito artístico, Larrea se integró en el grupo Emen, uno de los colectivos de vanguardia surgidos en Euskadi en esa época.

Su primera exposición individual tuvo lugar en la Galería Grises de Bilbao, en 1968, y a partir de ahí fue forjando una sólida carrera, en la que destacan sus obras expuestas en la vía pública. En la capital vizcaina se pueden contemplar algunas de las más señeras, como Dodecathlos, ubicada en los aledaños del Palacio Euskalduna (2000-2002), Homenaje a Ricardo Bastida, en la plaza San José (2005) o la reconocible Samotracia, que domina la Herriko Plaza de Barakaldo (1970-1971).

De hecho, Larrea era popular por sus grandes obras abstractas de metal ubicadas en numerosos espacios públicos de Euskadi, sobre todo, en Bilbao. También son conocidas sus esculturas junto al desvío de la autovía hacia el aeropuerto de Loiu, en Galdakao, en el exterior del Museo Artium de Gasteiz o en la Ciudadela de Iruñea. En 1994, la Sala Rekalde de la Diputación de Bizkaia le dedicó una exposición retrospectiva.

El conocimiento de los modelos clásicos y de todos los recursos del oficio que le dio esta formación temprana, práctica, y de las peculiares características que comporta un taller de este tipo, donde se realizaron a lo largo de más de medio siglo muchas de las esculturas públicas, tanto civiles como religiosas que aún se ven en Bizkaia, influirían poderosamente en la obra de Vicente Larrea, y le permitirían realizar esculturas de gran complejidad técnica. Al mismo tiempo que realizó los estudios citados, cursó el bachillerato en el colegio de los Jesuitas de Indautxu y a continuación estudió Ingeniería Técnica de Minas y Siderurgia hasta su graduación en 1957. Su formación se completó con varias temporadas en el taller de escultor Raymond Dubois, en la localidad francesa de Solesmes, en cuya abadía llegó a compartir con frecuencia ceremonias religiosas con el poeta surrealista Pierre Reverdy, entonces retirado y hoy enterrado allí.

La conciencia de escultor de Larrea y la propia obra que realizó durante estos años en el taller familiar fue sufriendo una paulatina evolución, al principio dentro del modelo de escultura que se realizaba en el taller, que su padre, al ser Vicente el único hermano que se interesó por el oficio, fue dejando en sus manos, y después, mediante una ruptura que le orientó definitivamente hacia el lenguaje de la escultura contemporánea. Esta ruptura alcanzó también a la propia naturaleza de la empresa familiar, que Vicente Larrea disolvió en 1964 para continuar por un camino profesional independiente. Estos años de la transformación del trabajo del escultor coincidieron con el nacimiento de los grupos vascos de vanguardia que formulaban la necesidad de un arte autóctono y experimental, que se abrió camino con enorme dificultad en la sociedad de aquel tiempo. Larrea se integró en el grupo Emen, correspondiente a Bizkaia, y participó en 1966 en la exposición que celebraron conjuntamente los grupos Gaur y Emen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

La obra de Larrea se fue desarrollando entre esculturas de mediano formato fundidas en bronce y otras de carácter público, de gran tamaño, fundidas en hierro y a las que a veces las primeras servían de boceto, trasladado al hierro –y a lo que el autor llamaría su “tamaño natural”– con más o menos fidelidad. El concepto explícito de las citadas Brocas apareció en su obra en 1974 en la escultura llamada Protobroca, si bien la evidencia vertical de su morfología tenía los precedentes de Trino y Samotracia, por no citar alguna de las estructuras geométricas de sus primeros años. Pero a partir de este momento el desarrollo vertical adquiriría la forma cerrada y rectilínea de la herramienta que da nombre a este grupo de obras, como un elemento fálico de penetración del espacio.

Entre las esculturas realizadas en bronce, además de la Protobroca, deben considerarse aquí la Broca Kenkenes y la Broca, las dos de 1974. De entre las esculturas fundidas en hierro, casi todas ellas de carácter público, realizadas en la década entre 1975 y 1985, hay que destacar la Broca Kenkenes (1976), que figuró provisionalmente en el palacio de Ajuria-Enea de Vitoria-Gasteiz, sede de la presidencia del Gobierno autónomo vasco.