El libro Cerca de aquí/Hemendik hurbil, un voluminoso volumen de fotografías y textos, recoge un cuarto de siglo de trabajo documental de su autor y compilador, Clemente Bernad.

La obra, editada por Alkibla, se compone de 792 instantáneas sobre el drama de la violencia que se convirtió en un elemento ineludible de nuestro paisaje reciente. Porque todo pasó aquí, bien cerca. En nuestras propias narices, en nuestros portales y calles. Se notaba, se respiraba, se agarraba, como una densa niebla. A muchos les arrebataron su vida. Y muchos más continúan cada día guardándoles la ausencia.

Solista y coral

Bernad se muestra satisfecho por haber podido compilar este proyecto con fotografías que hizo desde 1987 hasta 2001 y que también reproduce del archivo clausurado de Egin. Define esta publicación como “un territorio de trabajo”, donde destaca su autoría, pero también tiene un carácter colectivo, con la implicación de otras más de 80 personas que han colaborado con textos breves. “El sentirme acompañado me satisface mucho, porque yo había estado muy solo en esta historia, y me han dado por todas partes”, señala Clemente Bernad.

El silencio como síntoma

“Este ha sido el lugar de los grandes silencios. El silencio de quienes mataban en una irreflexiva huida hacia delante, a menudo a quienes simplemente pensaban de otra manera, sin prestar atención al sentir de toda una sociedad; el silencio de quienes, con su complicidad y aprobación, envenenaban la convivencia; el silencio de unas instituciones que ejercían la violencia injustificada, a menudo contra quienes simplemente pensaban de otra manera; el silencio incomprensible de unos medios de comunicación ante otras cosas que sucedían y que no formaban parte de sus intereses; el silencio interesado de la clase política; el silencio del que jamás contó lo que hizo o lo que estuvo a punto de hacer; el silencio de quienes vivieron vidas tristes y apagadas, atemorizados por un entorno hostil e inhumano; el silencio de quienes ignoraron voluntariamente lo que sucedía por interés, desinterés , condescendencia o desprecio; el silencio de quienes prefirieron actuar a comunicar; el silencio de quienes callaron ante el sufrimiento de sus vecinos y conocidos por miedo a sufrir represalias (...)”.

Bernad desgrana en su texto y fotografías ese clima tremendo, sin olvidar tampoco el silencio de quien sufrió la violencia y el rechazo de una “sociedad insolidaria y cruel”. O el silencio de “quienes pretenden” que todo eso y mucho más es cosa del pasado, cuando “siguen presentes en la sociedad vasca”. “Es cierto que el pasado no tiene remedio”, asume el autor, “pero alcanzar la verdad de los hechos y procurar justicia y reparación para las víctimas es cosa del presente”.

Este fotógrafo aboga por que esté fuera el tiempo de “reconocer errores, de pedir perdón y de asumir lo que se hizo, sin matices ni excusas”. Cree que el “mantenimiento del silencio como tótem en la confianza de que todo se olvidará no es una opción válida”, y entiende que “romper” todo ese silencio “es un imperativo moral para salir de la dialéctica del reproche, de la sospecha y de la criminalización constantes”. Una labor colectiva en la que él, por de pronto, ha aportado este trabajo, que recuerda un tiempo histórico de crímenes, féretros, cuerpos sin vida, funerales, encapuchados, responsos y muerte. “Una sima”, como se dice en uno de los textos que acompañan la reflexión de Bernad, que alteró profundamente la convivencia en Euskal Herria y también en el conjunto del Estado.

Sensaciones

Bernad no duda en referirse al fondo del libro como “el conflicto vasco”. Un concepto que si bien entiende que está “muy manido, contaminado, vaciado y denostado”, estuvo marcado por el “miedo” y generó “un clima desastroso. De estar todos como al borde de un abismo”.

Este fotógrafo cuenta que a la gente que ha tenido el libro en sus manos, “le queda la misma sensación que a los redactores de los textos breves: “Una mirada cabizbaja sobre qué pasó, qué hicimos o qué hicieron”. En definitiva, sobre “qué circunstancias se dieron para que llegásemos a ese punto”. Una de las colaboraciones es concluyente en su reflexión: “Estábamos embrutecidos”.

Haciendo un juego de palabras con el célebre poema de Gabriel Aresti, citado de forma troquelada en el libro, en la casa de nuestros padres por fin no se mata a sus moradores. Como se afirma en otro de los textos, “una salida era posible y ha sido posible”. La de hacer política desde el respeto básico a la vida. Un paso elemental, imprescindible, que no llegó hasta este siglo, pero un paso de gigante.

Ficha del libro

  • Voluminoso. Editado por Alkibla, consta de 792 páginas y 470 fotografías, la mitad hechas por Clemente Bernad desde 1987 hasta 2001. También reúne cuatro textos reflexivos y 82 textos cortos.
  • Precio. 50 euros.