La Filarmónica de Rotterdam será la encargada de inaugurar en la tarde de este jueves en el Kursaal el ciclo sinfónico de la Quincena Musical y lo hará con un repertorio ruso de peso: el Concierto para violonchelo nº1, de Dmitri Shostakovich, y la Sinfonía nº6, la Patétitca, de Piotr Ilich Tchaikovsky. En una rueda de prensa que ha tenido lugar esta mañana en el auditorio, dos debutantes en festival de música clásica donostiarra, el batuta Lahav Shani y el violonchelista Pablo Ferrández, han desgranado el programa de la jornada. Shani se ha mostrado emocionado dado que su participación en la Quincena no sólo supone su estreno en este encuentro, sino su primera vez en el Estado.

Hacía 20 años que no se interpretaba la obra de Shostakovich dentro del programa de este encuentro. Se trata de un “uno de los grandes conciertos para violonchelo”, ha subrayado Ferrández. El compositor ruso la escribió para el archiconocido músico Mstislav Rostropovich, “uno de los grandes violonchelistas de la historia”. Ambos se conocieron en 1943 en el Conservatorio de Moscú, cuando el compositor tenía 37 años y el instrumentista, en cambio, sólo 16. Trabaron una gran amistad, no obstante, Shostakovich no compuso esta partitura pensando en su pupilo hasta 1959. Eso sí, se convirtió en una de las obras más importantes y populares del ruso fuera de su ciclo de sinfonías. El Concierto para violonchelo nº1 es una pieza llena de “energía” y de “fuerza”, con un grado de “intimidad bellísimo” en su segundo movimiento. “Es un concierto que a los violonchelistas nos ofrece muchas oportunidades para explorar sonidos diferentes y maneras de tocar que no se hicieron hasta entonces”, ha comentado Ferrández, para después añadir que Shostakovich abrió un “mundo nuevo” en la manera de componer.

El programa de esta tarde se completará con la Patética, la última sinfonía compuesta por Tchaikovsky y estrenada pocos días antes de su muerte en 1893. Comenzó con la escritura a principios de aquel año, después de abandonar otra pieza que no conseguía rematar. Aun así, según han recordado desde la Quincena, mucho de lo que rodea a esta Sexta es un misterio, dado que cuenta con un “trasfondo dramático oculto”, tal y como el propio compositor confesó antes de su fallecimiento. “Es una sinfonía que parte del oscuro dramatismo de su adagio inicial y culmina en la desesperación de su desgarrador finale, atraviesa entremedio páginas repletas de exquisitos ritmos de danza o de pasajes de extraordinario virtuosismo orquestal”, han subrayado desde la organización.