En consonancia con la celebración del año Euskadi-Japón, el Zinemaldia dedicará su retrospectiva de este año al cineasta nipón Hiroshi Teshigahara, realizador poético y experimental en los márgenes de la Nueva ola japonesa y autor de obras como La trampa (1962) o La mujer de la arena (1963). Se trata de un cineasta cuya filmografía permanece prácticamente inédita en el Estado. De hecho, sólo la celebrada La mujer de la arena, con la que Teshigahara ganó el Premio especial del jurado en Cannes y llegó a ser nominado a dos Óscars, llegó a estrenarse en el circuito comercial estatal. El propio Zinemaldia ya programó en el año 1985 este largometraje, escrito por el fiel colaborador de este realizador, Kobo Abe, en un ciclo denominado Cenizas y diamantes, y además, en el año 2008, incluyó otra obra del japonés, El hombre sin mapa, dentro de la retrospectiva Japón en negro. El ciclo está coorganizado por la Japan Foundation y el Instituto Etxepare.

Con la voluntad de resarcir al cineasta, el Festival proyectará, según ha anunciado este jueves, su filmografía completa. El ciclo se completará con la publicación de Conversaciones con Hiroshi Teshigahara, escrito por Inuhiko Yomota y traducido al castellano por Daniel Aguilar.

Nacido en Tokio en 1927, el realizador se formó en otra disciplina artística, la pintura. En 1953, no obstante, dio el salto al séptimo arte con un corto documental titulado Hokusai, en el que se narra la vida y obra del pintor homónimo bien conocido en Occidente por su obra más representativa: La gran ola de Kanagawa. Su querencia por el cine documental de posguerra lo desarrolló en la universidad en el que se enamoró del neorrealismo italiano y del cine francés de época. Es más, una de las obras más conocidas del japonés es su película de no ficción sobre el artista Antonio Gaudi, estrenada en 1984. 

Tardó una década en dar el salto al largometraje, mientras que otros coetáneos como Nagisa Oshima o Shohei Imamura, hacía tiempo que se habían empezado a labrar un nombre. De hecho, aunque Teshigahara orbita sobre lo que se conoce como la Nueva ola japonesa, al igual que los citados otros dos directores, la realidad es que lo hizo siempre desde los márgenes, un hecho estrechamente relacionado con la relación artística con Kobo Abe, conocido por su imaginario surrealista, que además de guionista fue novelista y dramaturgo. De hecho, el primer largometraje en el que colaboraron fue la ópera prima en el largo de Teshigahara, una peculiaridad que tituló La trampa. Su segundo trabajo de ficción, La mujer de arena, sobre un entomólogo que busca insectos en un desierto, supone la primera adaptación de una novela de Abe, a la que luego seguirían El rostro ajeno (1966) y El hombre sin mapa (1968).

Teshigahara no fue un autor especialmente prolífico. Entre cortos y mediometrajes documentales y largometrajes de ficción, apenas se cuentan una veintena de referencias en su filmografía. De hecho, aunque falleció en 2001, para comienzos de los 90 ya había dejado de rodar. Se despidió de la gran pantalla con un díptico de corte histórico, Rikyu (1989) y La princesa Goh (1992), dos películas que se sumergen en intrigas palaciegas del Japón del siglo XVI.

El cine italiano violento

Asimismo, el Zinemaldia ha adelantado que la retrospectiva de 2024 estará dedicada al poliziesco, es decir, al cine negro italiano. El ciclo se titulará Italia violenta. El cine policiaco italiano y se centrará en un estilo cinematográfico que, pasada la posguerra, buscaba una identidad propia, alejándose del noir francés, una referencia del séptimo arte durante gran parte del siglo pasado. Un maldito embrollo, de Pietro Germi, supone la película que abre la espita a la edad de oro del poliziesco.

Con la mejora de la economía y la migración a las grandes urbes italianas, también llegó la delincuencia y el crimen organizado. A esto se le sumó que la revolución de mayo del 68 en Italia fue especialmente violenta. Todo ello fue plasmado gracias a realizadores como Francesco Rosi y Damiano Damiani, antes de que realizadores como Steno plasmasen la controvertida realidad del terrorismo en películas como La policía agradece, que en 1972 se hizo con la Concha de Plata del Zinemaldia