se trata de la tercera edición de la exposición colectiva Eremuak, instalada en Tabakalera, que se estructura en función de las propuestas de trece artistas, de sus naturalezas y sus procesos. Tiene como objetivo impulsar la creación del contexto más cercano a través de una mirada colectiva que trata de mostrar el momento preciso del arte producido en el mismo. Se presenta con el número 13 como una representación de lo imperfecto e incompleto de poder abarcar toda la producción del arte vasco. La selección de artistas y comisariado corre a cargo de los actuales miembros de la comisión técnica de Eremuak: JR Amondarain, Aimar Arriola, Leire Muñoz y Maider López.

En el jardín expositivo dispuesto por los comisarios, y en el que se echa en falta una señalética más clara y explícita, se advierten una serie de líneas estructurales subterráneas que configuran la muestra y que demuestran las líneas fundamentales de por dónde discurre el aprendizaje y la praxis de estos artistas.

Poca pintura, la seleccionada, de carácter expresionista, e ingenuista, como en los casos de Ainhoa Lekerika (Lezama, 1988), Anemotorazing (Ortuella, 1991), y Natalia Suárez Ortiz de Zarate (Vitoria-Gasteiz, 1994).

Mas madura y convincente la parte escultórica, en la que se aprecian diversas líneas. Una de las más interesantes, la constructiva y objetual, compuesta por las obras de Clara Elizondo (Donostia,1995), Miel Oyarzabal (Durango, 1994), y la más experimental, elaborada y rotunda, la de Mikel Ruiz Pejeunate (Zumarraga, 1990).

También interesantes son las obras más procesuales, conceptuales y ecológicas de Santiago F. Mosterin (Madrid, 1982) e Ibon Landa (Vitoria-Gasteiz, 1994).

Obras netamente conceptuales son las de Esti Ibarra (Elorrio, 1995), de gran pureza y minimalismo, la obra de Javier Rodríguez Pérez-Curiel (Oviedo, 1978), y la de Miren Candina (Hondarribia, 1994).

En el apartado de vídeo resulta interesante y creativo, pese al “tempo” utilizado, el de Ignacio Sáez (Bilbao,1971), y el as conceptual de Ander Pérez Puelles (Llodio, 1996).

Aunque desconocemos las muestras de ediciones anteriores, tenemos que reseñar que la exposición en su conjunto ofrece un aire fresco, experimental, primerizo, de obras con diversa intensidad, madurez y calidad, y que echamos en falta una mayor presencia de la pintura y el dibujo. l