“Hemos vivido el verano más suave y más gélido del resto de nuestras vidas”. Con esta fina ironía el donostiarra Javi Julio, foto y vídeo periodista responsable del documental Aita Mari, pone sobre la mesa un futuro inmediato, condicionado por el cambio climático. Con intención de establecer un marco con el que ganar el debate, es decir, revertir la situación desde la aportación personal y local, Julio busca embarcarse, nunca mejor dicho, en un nuevo proyecto, una serie documental de ocho capítulos, titulada La última oportunidad, que arrancará con un episodio centrado en el Mater, el barco museo eco activo con base en Pasaia y que, entre otros objetivos, sensibiliza sobre el efecto de los residuos y de los microplásticos en el océano y, por lo tanto, en la vida de todos los ciudadanos. 

La iniciativa de micromecenazgo de la Diputación de Gipuzkoa, Piztu Meta!, ha seleccionado este proyecto audiovisual de la productora Nervio –los interesados pueden colaborar a través de la página web goteo.org–. Con el dinero recaudado se financiará la filmación del episodio piloto centrado en el Mater, que antecederá a otros capítulos sobre esas “pequeñas resistencias” que desde lo local “hacen algo para transformar su entorno más inmediato”. Es lo que hace esta antigua bonitera tradicional vasca reconvertida en barco-museo ecoactivo, pionero en la educación ambiental y dirigido por Izaskun Suberbiola que, junto a Julio, atiende a este periódico en la proa de esta embarcación. “Diseñamos experiencias para conocer, amar y conservar nuestro medio marino”, explica la responsable del Mater.

El modelo de consumo actual, es decir, el capitalismo, aboca al ser humano “a acabar con el planeta” y experiencias como la de Pasaia permiten que los ciudadanos tomen conciencia de que los residuos que extraen del mar son “su basura”. “Vivimos en torno a nuestra basura, a la que creamos nosotros mismos”, afirma Julio, a lo que Suberbiola añade que la gente no suele ver lo que no le gusta y menos si los discursos se construyen sobre la “culpabilidad”. Es por ello que Mater, un proyecto que cuenta con seis personas empleadas, busca “empoderar en positivo” para que la población se dé cuenta de que tiene “la sartén por el mango”.

No cabe duda de que la cuestión medioambiental “es un gran reto”, desde Pasaia trabajan para que cada uno sea un agente activo del cambio que favorezca el contagio de modos de consumo y de cuidados en clave sostenible: “Cada persona tenemos un gran poder y nosotras, desde esa mirada, intentamos animar a ese cambio”.

Los microplásticos y el mar

Entre las diferentes líneas de trabajo de este barco-museo se encuentra el de la problemática de la basura marina. Así, Suberbiola explica que el 70% de los residuos acaba en el lecho marino y que solo el 30% restante es el que es observable, el que permanece en la superficie y el que llega a nuestras costas, por lo tanto, susceptible de ser recogido. No obstante, existen estudios aún más alarmantes de los que da cuenta la experta. Según investigaciones recientes llevadas a cabo en los mares de Europa, solo es 1% de las basuras sería el que podemos ver flotando, el 99% restante se encontraría en el inmenso fondo marino: “Eso ni lo vemos, ni lo podremos sacar. Por lo tanto, va a ser parte de nuestro ciclo hidrológico. Nosotros abogamos porque el mejor residuo es el que no se genera”. Mater aborda la problemática de la basura marina desde varias perspectivas, siempre teniendo en cuenta que la cantidad de residuos actual ya es inabarcable, motivo por el que apuestan por un cambio de paradigma. 

Para las mediciones cuentan con un dispositivo llamado Seabin e instalado en el distrito de San Pedro con el que diariamente recogen muestras de basura para identificarlas y medir sus cantidades para después compartir esos datos con las instituciones y centros de investigación, algo que les permite tener “un escaparate continuo” del problema.

Asimismo, el último domingo de cada mes organizan una recogida popular en la cala de Alabortza, en San Juan; actividad que se compagina con la pesca de basura en el mar en la que trabajan no solo las “macrobasuras, sino también los microplásticos, esa contaminación invisible del mar”. “Somos absolutamente dependientes del ciclo hidrológico, en el que el mar nos es vital. Si el medio marino está contaminado con este microplástico, al final, ese agua, ese alimento y ese aire que respiramos también lo estará. Como consecuencia, en nuestros cuerpos tenemos esas cantidades ingentes de microplásticos”, expone Suberbiola, que aprovecha la ocasión para remarcar el concepto de “salud global”.