El urretxuarra Jon Plazaola cierra una nueva temporada de “muchísimo rock and roll” en casa. Tras compaginar varias obras de teatro con la carga de trabajo que supone estar en una serie diaria como es Amar es para siempre, el actor se tomará un respiro tras volver a presentar Irabazi (Ganar) en Donostia.

Le ha dado una segunda vida a la obra.

Estuve en agosto de 2020 con la obra en el Teatro Principal. En esta ocasión, vamos a hacer tres funciones en euskera y dos en castellano, que en castellano todavía no la he hecho en Donostia. 

Con ella vuelve a hablar de la gran mentira de que lo importante es participar.

Es una frase que la entiendo para la vida. Para una vida cada vez más competitiva, intentando llegar más lejos que la persona que tenemos al lado y cómo en ese camino nos olvidamos de alcanzar la felicidad. Nos paramos muy pocas veces para prestar atención a lo que nos encontramos y nos centramos en buscar algo que, muchas veces, no sabemos si vamos a llegar a alcanzar, pero que la sociedad nos dice que si no alcazamos te convierte en un perdedor.

Siguiendo con los tópicos deportivos, también se dice que al igual que hay que saber perder, hay que saber ganar. ¿Es así?

Sí, y además ahí existe una contradicción muy grande. Es la misma sociedad la que nos lleva a buscar ese éxito la que nos prepara para ganar, pero no para perder. 

‘Irabazi’, ‘Losers’... ¿por qué le atrae tanto el patetismo humano?

El patetismo es un pozo y una fuente fundamental para hacer comedia. La comedia funciona siempre mucho mejor de arriba abajo que de abajo arriba. Tienes que estar al mismo nivel de la gente que va a captar tu mensaje, pero si puedes estar por debajo, mejor. Nos cae bien la gente que pierde porque en ese momento está peor que nosotros mismos. Así somos los seres humanos (risas). Me parece más atractiva la postura de un personaje perdedor que de un triunfador porque tienes mucho más que contar.

“Nos cae bien la gente que pierde porque en ese momento está peor que nosotros mismos. Así somos los seres humanos”

Muchos espectadores pueden reírse con el monólogo sin darse cuenta de que habla de ellos.

Sí, y esa es la magia de algo bien contado. Mucha gente, al ir a casa, dirá: “Coño, si puedo ser yo también”. Es otra cosa muy humana, reírse de algo en el momento hasta que te das cuenta de que haces lo mismo. 

Siempre se pone el ejemplo de la cultura norteamericana para hablar del fracaso como una oportunidad. Algo que aquí no pasa.

En Estados Unidos se premia mucho al emprendedor, a la persona que cree en su propio negocio y se le ponen todas las ayudas posibles para que lo consiga. Podríamos discutir horas sobre lo que hay detrás de ello, pero aquí no paramos de poner palos en las ruedas de los emprendedores o los autónomos. Mucha gente a lo que aspira es a una satisfacción personal con su proyecto de vida y no tanto al sueño americano de empezar con un dólar y montar un imperio. También hay otra cosa que nos diferencia y es que el triunfador en América está bien visto y aquí hay que tener cuidado con triunfar. Vas a despertar muchísimas envidias, vas a herir susceptibilidades y de alguna manera pasas a estar marcado.

El fracaso también es algo muy ligado a su profesión. ¿Cómo se vive con ello? 

Tenemos que estar mentalizados para recibir noes continúamente. No nos cogen en cada prueba que hacemos para cada película. Estadísticamente, la mayoría son no. Hay que seguir para adelante. En esta profesión tan arriesgada y frágil siempre puedes ir cogiendo herramientas que añadir a tu caja.

En su caso, no puede quejarse y ha conseguido tocar todos los palos posibles de la profesión, pero nunca ha abandonado los teatros.

Ahí es donde me siento cómodo de verdad. En los últimos tiempos también produzco mis propias obras junto a Txalo Produkzioak, que es una empresa consolidada, y hemos entrado en una dinámica de presentar ideas que ellos puedan distribuir. Es algo que me ha dado muchísima tranquilidad, porque, de alguna manera, dependo de mí para poder trabajar. Estoy seguro que quizás lo que haga yo no será tan pomposo ni tan brillante como lo que me pueda venir de fuera, pero me garantiza continuidad, poder experimentar y seguir creciendo no solo como actor, también como productor.

“Estamos en una época en el que la piel fina está más presente que nunca y no debemos tratar de complacer a todo el mundo”

¿Cómo vive como productor el eterno debate de los límites del humor?

En esto tenemos que mostrarnos implacables. No estoy haciendo un llamamiento a la violencia, pero creo que tenemos que defender nuestro territorio. Somos cómicos, bufones, y el humor siempre ha tenido un contenido crítico. La mayoría de las veces se hace para criticar algo y cuando se critica algo es normal que alguien se ofenda. Lo que no me parece normal es que, al igual que los bufones fueron controlados en la Edad Media porque pinchaban al poder, ahora estén siendo censurados por el pueblo. Tenemos que hacer llegar a la gente que eso no tiene ningún sentido. La gente tiene que entender los códigos del humor. Estamos en una época en el que la piel fina está más presente que nunca y no debemos tratar de complacer a todo el mundo. La mayor culpa del fracaso es esa.

En cambio, ¿cree que la comedia en euskera está viviendo su mejor momento?

Sí, y es algo maravillo de ver. Cuando empecé a hacer monólogos en euskera con 17 años, prácticamente, sin quererlo, monopolicé un mercado que o no existía o tenía muy pocos elementos. A mí me llamaban de todos los sitios porque había poca gente que los hiciera. 21 años después la cosa ha cambiado muchísimo y se ve humor hecho por euskaldunes en euskera y gente joven que se está acercando al teatro a partir de la nueva ola de cómicos en euskera. Para mí esta es la mejor de las noticias. 

Teatro, cine, televisión, series... ¿Cómo puede con todo?

(Risas) Afortunadamente, con estas cinco funciones en Donostia doy por finalizada mi temporada y en agosto voy a poder descansar, que también lo necesito. El público que venga estos días me va a ver darlo todo, porque sé que al día siguiente podré para. Estoy en lo que me gusta y aunque el cansancio se nota, lo que recibimos es tan satisfactorio que nos hace seguir adelante. Aún así, los últimos años han sido de muchísimo rock and roll. Toca descansar y luego volvería a firmar otros tantos años de rock and roll.