La goleta AtrevidaAtrevida ya está en casa, aunque no ha sido precisamente un camino de rosas el que aguardaba a Luis Herrador, el donostiarra afincado en la Manga del Mar Menor que construyó a mano el barco de velas cangrejas que ayer a las 13.30 horas entraba en la dársena de Pasaia. "Por decirlo de alguna manera, ha sido muy laborioso", confiesa a este periódico el marinero, que tiene previsto participar en el festival marítimo de Pasaia que se celebra hasta el domingo.

Como en los libros de aventuras que devoraba de pequeño, se ha convertido a su pesar en protagonista de una aventura en la que no han faltado los cetáceos con cara de pocos amigos, ni los frentes fríos. Un cúmulo de imprevistos que le han obligado a redoblar su apuesta por cubrir la travesía de 1.150 millas entre Cartagena y su localidad natal.

Las previsiones se truncaron incluso antes de zarpar, cuando le comunicaron el ingreso hospitalario de uno de los tripulantes, amigo suyo, y la posterior baja de un cliente que iba a conformar un trío que se acabó reduciendo a él en medio del mar de Alboran. "Apunto estuve de cancelarlo todo", se sincera.

Pero no lo hizo, y en soledad partió hacia Lisboa donde, ahí sí, le aguardaba un amigo. "Tardé más de lo previsto porque no me podía quedar dormido en ningún momento, lo que me obligaba a entrar más en puerto", relata. Antes de llegar al sur de Portugal, poco después de pasar por el estrecho de Gibraltar, vivió los momentos más tensos. "Justo cuando pasé, las ví de lejos. Sí, eran las orcas, y cambié de rumbo".

Herrador sabía que durante los últimos meses se han sucedido lo que se ha dado en llamar "interacciones" entre estos mamíferos marinos y pequeñas embarcaciones. De hecho estos encuentros han obligado al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana a limitar el paso de embarcaciones a vela inferiores a 15 metros de eslora entre Barbate y el cabo de Trafalgar con el objetivo de preservar la seguridad de los navegantes y el bienestar de la biodiversidad marina de la zona.

Pero el patrón pasaitarra no acaba de comulgar con la terminología que se utiliza oficialmente para explicar estos hechos. "Cuando un perro te ataca y te muerde, te ha mordido, no ha interactuado. Cuando las orcas se llevan por delante un timón, no interactúan. Muerden", aclara. Y ante el temor de que así sucediera, se alejó hacia alta mar, con la sorpresa mayúscula de "ver tras de mí a una de ellas. Me asusté al comprobar que la orca me perseguía. Nunca sabes cómo van a reaccionar o qué les puede atraer, y por eso desactivé todos los dispositivos y dejé el barco eléctricamente muerto", relata. Después de unos minutos de infarto, tuvo la suerte de que la orca se diera media vuelta. Herrador pudo llegar así hasta Lisboa, donde embarcó un amigo que le ha acompañado hasta Pasaia.